¿Aridez espiritual?

En nuestros tiempos y en nuestra sociedad comienza a manifestarse una especie de desierto espiritual: a veces se tiene la sensación de que el mundo no camina hacia la construcción de una comunidad más fraterna y más pacífica.

A pesar de los grandes descubrimientos de la ciencia y los éxitos de la técnica, el hombre de hoy no parece haber llegado a ser verdaderamente más libre, más humano; persisten aún muchas formas de explotación, de manipulación, de violencia, de abuso, de injusticia. Hay un cierto tipo de cultura, pues, que se mueve sólo dentro del horizonte de las cosas, de lo superficial, y que olvida creer en aquello verdaderamente valioso y trascendental: Dios. Es en este contexto que surgen algunas preguntas fundamentales que son mucho más concretas de cuanto aparecen a primera vista: ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Hay un futuro para el hombre? ¿En qué dirección debemos orientar las decisiones de nuestra vida? ¿Qué nos espera más allá del umbral de la muerte? ¿Qué implica la esperanza en nuestro mundo?

De estas preguntas irrefrenables salta la necesidad de la educación en la fe, de la promoción de valores, de planificación, en una palabra, de un saber que proviene de lo Alto, de lo trascendente, del Creador. Porque nosotros tenemos necesidad no sólo de pan material, sino también necesidad de amor, de significados y de esperanza, de un fundamento seguro que es Dios, el cual nos hace vivir con autenticidad y nos ayuda a superar las crisis en la oscuridad.

Con seguridad afirmo: la búsqueda de Dios, la conquista de una fe cada vez más diáfana y generosa, que se hace visible en el amor, es el camino más certero para superar nuestra aridez espiritual, nuestra vida opaca y triste que nos carcome…