KÉNOSIS

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Cinco lecciones de la conversión de San Pablo

Autor: 
Jaime Septién
Fuente: 
aleteia.org

Este 25 de enero la Iglesia celebra la Fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol.

El pasaje bíblico en el cual se respalda este acontecimiento es aquel en donde aparece Saulo viajando hacia Damasco, cuando aún maquinaba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, en el momento en que Jesús glorioso se le reveló en el camino, eligiéndole para que, lleno del Espíritu Santo, anunciara el Evangelio de la salvación a los gentiles… (Capítulo 9 del libro de los Hechos de los Apóstoles).

Se trata, pues de la historia de la conversión de “Saulo, quien, de acérrimo enemigo de los seguidores de Cristo pasó a ser legendario evangelista por Dios”. Dicho acontecimiento ha sido estudiado por cientos de especialistas a lo largo de la historia. Sin embargo, uno de los más recientes estudiosos, Gabriel Garnica, asegura que Pablo “no se convirtió en esta leyenda tan pronto como cayó del caballo; antes bien ahí comenzó el proceso que lo llevó a jugar el maravilloso papel que ha jugado en la historia de nuestra fe”.

Dejando a un lado el proceso que tuvo que pasar el Apóstol de los gentiles para ser el “grande evangelizador” –dice el investigador– podemos descubrir al menos cinco lecciones directas de su conversión, más allá de lo que generalmente se nos transmite en la formación de la fe. Son lecciones eminentes que, en definitiva, nos ayudan a conseguir la santidad. Aquí las presentamos de manera sintética:

1. Dios siempre se muestra misericordioso

La misericordia divina de Dios llega, generalmente, cuando nos encontramos peor, en nuestro punto más bajo. Saulo fue una pesadilla para los primeros cristianos, y su persecución parecía no tener límite. Recordemos que estuvo presente y aprobó la lapidación de Esteban. Dios lo esperó y lo hizo caer de lo más alto, tanto de su caballo como de la ventolera que había tomado en contra de los seguidores de su Hijo. De forma similar, Cristo nos ofrecerá pacientemente su divina misericordia cuando parezca que menos la merecemos; incluso cuando menos creamos merecerla. Hay que recordar el recibimiento del padre al hijo pródigo.

2. Dios siempre interviene inesperadamente

La intervención de Dios en nuestras vidas será siempre inesperada. La forma de medir el tiempo de Dios nada tiene que ver con nuestra forma de hacerlo. Su intervención en nuestras vida no refleja nuestras expectativas. Saulo era la última persona en la cual los primeros cristianos esperarían que fuese su más apasionado defensor, que fue, exactamente, lo que Dios hizo nacer en Saulo. La fe no consiste en esperar a comprender en totalidad la bondad de Dios; la paciencia es tener la fe para esperar por ella.

3. Dios nos llama a su servicio en el amor a los otros

La presencia de Dios en nuestras vidas se encuentra más a menudo fuera de una iglesia. Ciertamente es necesario ir a Misa para refrescar el alma escuchando la Palabra de Dios y para alimentarnos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, pero gran parte de las aplicaciones de la enseñanza de la Iglesia ocurren en el mundo. Saulo cayó del caballo en el camino hacia Damasco, no en su destino, ni en una casa o en algún lugar de adoración. La casa del Señor es la estación de servicio, donde rellenamos de combustible nuestra fe; pero nuestra misión en el servicio a Dios es en el camino, donde aplicamos la fe para ayudar a otros.

4. Todos tenemos “un caballo”

Todos tenemos un caballo de Damasco. Saulo iba montando su caballo camino a pelear en contra de Dios. Podría haber usado el mismo caballo para ayudar a Dios, pero decidió usarlo para hacer lo contrario. Dándole esa respuesta, hizo que Dios lo derribara, para humillarlo como preparación a la gran misión de servirlo en su plan. Todos tenemos un caballo que nos puede llevar lejos de Dios: ese caballo puede ser orgullo, arrogancia, dinero, poder… ¿Nos bajaremos por iniciativa propia o esperaremos a que Dios nos derribe?

5. La fe y la humildad superan a los cinco sentidos

Pablo nunca caminó al lado de Cristo. No fue de los originalmente elegidos. Pero su fe y su humildad lo hicieron tan grande como aquellos que caminaron con el Señor. Dios viene a nuestras vidas, y nosotros le permitimos entrar, sin la proporción de lo que creemos, vemos, escuchamos, tocamos o gustamos. Los cinco sentidos y todas las sensaciones que les siguen son polvo en el camino de la humildad y la fe. Pablo estuvo ciego por un tiempo tras ser derribado de su caballo por Dios Nosotros a menudo estamos ciegos por un tiempo mucho mayor, en el viaje hacia nuestro Damasco.