KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

Comprendiendo la Eucaristía

Autor: 
Dionisio Borobio
Fuente: 
Padre Rafa

La Eucaristía es el sacramento de los sacramentos de la Iglesia, en el que se centra y concentra la totalidad de la vida cristiana. Por eso, el Vaticano II no duda en llamarla «fuente y cumbre de toda la vida cristiana» (LG 11), expresando y concentrando en sí misma aquello que en general se afirma de la liturgia como «cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10). Y la Eucharisticum mysterium resume estas dos ideas al afirmar que «el misterio eucarístico es, sin duda, el centro de la liturgia sagrada y, más aún, de la vida cristiana» (n. l) .

En efecto, desde un punto de vista histórico-salvífico, la Eucaristía viene a ser el centro sacramental actualizante del mismo misterio central de esta historia: el misterio pascual, que, por voluntad de Cristo y obra del Espíritu, se hace presente a su Iglesia, para alabanza del Padre y santificación de los hombres (cfr. SC 7).

Desde un punto de vista eclesial, la Eucaristía es la manifestación y realización más significante de la Iglesia, ya que en ella tiene lugar la plena integración del Cristo individual en el Cristo total; en ella Cristo se hace presente a su Iglesia de la forma más intensa; en ella se manifiestan y renuevan las diversas dimensiones de la misión (comunión, palabra, liturgia, caridad); en ella se significa y realiza la mutua y complementaria relación entre reunión (asamblea) y misión (acción), entre Palabra (liturgia de la Palabra) y sacramento (rito eucarístico). La misma «ordenación jerárquica» de los servicios y ministerios que intervienen en la acción eucarística está manifestando la estructura ministerial, participativa y corresponsable de la comunidad eclesial. «La eucaristía nutre y modela a la Iglesia [...] el misterio de la Iglesia es anunciado, gustado y vivido de manera insuperable en la eucaristía» (Dies Domini, n. 32).

Desde un punto de vista comunitario y personal, la Eucaristía, sobre todo la del domingo, constituye el centro que articula la misma vida cristiana, la referencia festiva de lo cotidiano, el lugar donde la Palabra de Dios se proclama, se explica y aplica, el momento más intenso de encuentro con los hermanos y de participación en el misterio de la Pascua, el signo individual y comunitario de una identidad cristiana y una pertenencia a la Iglesia. «Cada comunidad, al reunir a todos sus miembros para la “fracción del pan”, se siente como el lugar en que se realiza concretamente el misterio de la Iglesia» (Dies Domini, n. 34). En cada celebración se anuncia el misterio que «ya» se está realizando, pero que «todavía no» se nos ha manifestado en plenitud, y que debemos celebrar «hasta que Él venga» (1Cor 11,26).

Por otro lado, en la Eucaristía, como en ningún otro sacramento, se manifiesta la estrecha relación entre rito objetivo, fe subjetiva, mediación eclesial y comunidad responsable. Y en ella entran en juego, como en ningún otro acto celebrativo, los elementos culturales y estéticos que hacen de la misma celebración un despliegue armónico en totalidad audio-visual. Por eso, en ella se mezclan la actitud interna de fe y la expresión externa, el cuerpo y el espíritu, la razón y el sentimiento, el deber y la libertad, el silencio y el canto, la meditación y la fiesta, lo estático y lo dinámico, la música y el arte, la arquitectura global y la funcional de los diversos elementos celebrativos.

Si tal es la importancia y centralidad de la Eucaristía, es lógico que sintamos la alegría de profundizar en lo que ya celebramos y vivimos. Hemos, por tanto, buscar asiduamente el conocimiento de este sacramento en el que actualizamos nuestra vida en Cristo.