KÉNOSIS

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¿Confesarme? ¿Para qué? ¿Cómo hacerlo?

Autor: 
José López
Fuente: 
Kénosis

El mundo moderno está a menudo oprimido por la culpa. Así lo manifiestan los medios de comunicación, la literatura, el arte y hasta la misma psicología. Esto es comprensible en tanto que el sentido de culpa proviene del rechazo del amor.

Por eso, es importante hacer crecer nuestra apertura a la acogida de la gracia del perdón mediante el sacramento de la Reconciliación.

Pero, ¿para qué confesarse?

La principal razón para acercarse al sacramento de la Reconciliación se basa en conseguir “deshacernos” de lo malo que hay en nosotros. Esto ayudará a tener una profunda tranquilidad de conciencia y un profundo contacto con Dios. Cierto que todos tenemos muchas cosas buenas (cualidades, valores, metas, etc.), pero al mismo tiempo hay la posibilidad de la presencia del mal en nuestra vida, porque somos limitados y tenemos una cierta inclinación a cometer errores. 

Con el sacramento de la Reconciliación alcanzamos un estado de paz y de armonía, lo que suele llamarse estado de gracia. Además, con este signo que Dios nos ha dejado podemos emprender un camino de conversión, de crecimiento, de protección contra el auto-engaño y las debilidades humanas.

¿Qué es el sacramento de la Reconciliación?

El sacramento de la Reconciliación no es algo meramente humano: es un misterio sobrenatural. Consiste en un encuentro personal con el amor de Dios a través de la persona de un sacerdote. El sacramento es un signo sensible (lo podemos experimentar) y eficaz (tiene efectos o consecuencias). Mediante él se obtiene la misericordia de Dios, el perdón de las faltas y se logra una íntima comunión con la Iglesia y sus miembros.

¿Por qué se le identifica con diversos nombres?

El sacramento de la Reconciliación es tan rico en significado que se le identifica no sólo con un nombre, sino con cinco diferentes: sacramento de conversión (porque nos ayuda a cambiar nuestro estilo de vida), sacramento de la penitencia (porque nos lleva al arrepentimiento y nos dispone al sacrificio), sacramento de la confesión (porque facilita el desahogo de nuestras faltas ante un sacerdote, quien actúa en persona de Cristo), sacramento del perdón (porque a través de él recibimos el abrazo misericordioso de Dios), y sacramento de reconciliación (porque restaura nuestra relación con Dios y los hermanos).

¿Qué requiere el penitente para su confesión?

Requiere: un examen de conciencia; el dolor de sus pecados (arrepentimiento); el propósito de enmienda (corrección, arreglo); la exposición de sus pecados al confesor (sacerdote); y el cumplimiento de la penitencia que se le imponga.

¿Cómo se efectúa dicho sacramento?

En el sacramento de Reconciliación se involucran tres personas: el penitente, el sacerdote (confesor) y Dios. Las tres actúan en un mismo momento: el penitente revela sus pecados al sacerdote, y una vez confesados le son absueltos por Dios a través del ministro (sacerdote) que actúa con bondad y delicadeza.

El procedimiento en el confesionario se realiza de la manera siguiente:

1. El penitente dice: “Bendígame padre porque he pecado”, ó bien, “Ave María Purísima, sin pecado concebida”.

2. Prosigue a decir los pecados mortales mientras el sacerdote le escucha. Si no tiene pecados mortales, entonces confiesa los veniales que ha cometido desde su última confesión.

3. Cuando el penitente termina su confesión dice: “Por estos y por todos los pecados de mi pasado estoy verdaderamente arrepentido”.

4. Después el sacerdote dirige unas palabras de consuelo o de consejo al penitente. Así mismo, le impone una penitencia (acción para reparar el mal cometido) y le pide que rece el Acto de contrición.

5. El sacerdote le dará la absolución al penitente. Y una vez absuelto de sus pecados podrá salir del confesionario en gracia de Dios.

¿Qué obtiene el penitente del sacramento de la Reconciliación?

Además de obtener consejo para la vida y aclarar las dudas personales, el penitente obtiene el perdón, la reconciliación y la paz, expresiones del gran amor de Jesús por nosotros y su deseo ardiente de que seamos unos con Él.