KÉNOSIS

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"Dios no reniega nunca de sus hijos, ni siquiera a los peores bribones"

Autor: 
Salvatore Cernuzio
Fuente: 
lastampa.it

Se puede llegar a ser incluso el «peor bribón», pero «Dios nunca reniega de sus hijos». Nunca. «Dios nos ama mucho», y ningún pecado puede dañar este amor. Una vez más, el Papa Francisco insistió en la misericordia que impregna la relación de Dios con sus hijos durante la Audiencia general del pasado miércoles 9 de mayo, en la Plaza San Pedro. El Papa continuó con su ciclo de catequesis dedicado al Bautismo. Un sacramento que «nos abre la puerta a una vida de resurrección, no a una vida mundana, una vida según Jesús». 

El Bautismo «imprime un sello espiritual indeleble», que «no se pierde nunca» y «no se repite». «“Pero, padre, si una persona se vuelve un bribón que mata gente, que comete injusticias, ¿el sello se pierde?”. ¡No! Es una vergüenza que el hombre haga estas cosas, que van contra Dios, pero Dios no reniega nunca de sus hijos». Y, «durante toda la vida, el Padre nos dice: “Tú eres mi hijo amado, mi hija amada”. Dios nos ama mucho y no nos deja solos..». 

«Este sello no es cancelado por ningún pecado», insistió el Pontífice argentino, citando literalmente el Catecismo de la Iglesia católica, «aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación». Es decir, esos frutos que son suscitados por la vida nueva generada por el Bautismo. «¡La fuente Bautismal es el lugar en el que se hace Pascua con Cristo! Es sepultado el hombre viejo, con sus pasiones engañosas, para que renazca una nueva criatura; de verdad las cosas viejas han pasado y han nacido nuevas».  

«El renacimiento del hombre nuevo exige que sea hecho polvo el hombre corrompido por el pecado», añadió Bergoglio. Y recordó «la inscripción que se encuentra en el antiguo Baptisterio romano de Laterán, en el que se lee, en latín, esta expresión atribuida a Sixto III: “La Madre Iglesia pare virginalmente mediante el agua a los hijos que concibe por el soplo de Dios. Cuantos hayan renacido de esta fuente, esperen el reino de los cielos”. Bello –observó Francisco. La Iglesia nos hace nacer. La Iglesia es vientre y madre mediante el Bautismo. Si nuestros padres nos han generado a la vida terrena, la Iglesia nos ha regenerado a la vida eterna en el Bautismo. Nos hemos convertido en hijos suyos en su Hijo Jesús». 

«También sobre cada uno de nosotros, renacidos del agua y del Espíritu Santo, el Padre celeste hace resonar con infinito amor su voz que dice: “Tú eres mi hijo amado”», afirmó el Papa. «Esta voz paternal, imperceptible a la oreja, pero bien clara al corazón de quien cree, nos acompaña por toda la vida, sin abandonarnos nunca».  

Por ello, «renacidos hijos de Dios, ¡lo seremos por siempre!». Este es el «selo indeleble» del Bautismo, subrayó el obispo de Roma. «La vocación cristiana radica aquí: vivir unidos a Cristo en la Santa Iglesia», dando «frutos que duran para siempre». La vocación cristiana es ofrecer «testimonio mediante una vida de fe y de caridad, poniéndola al servicio de los demás, siguiendo el ejemplo del Señor Jesús», explicó. 

Y concluyó indicando que «Dios nunca reniega de sus hijos». «¿Lo repetimos todos juntos? Un poco más fuerte, porque estoy sordo…». 

Cuando llegó el momento de lo saludos en las diferentes lenguas, el Papa lanzó un nuevo llamado por Siria, al dirigirse a los fieles de lengua árabe, invitando a rezar, en este mes mariano de mayo, el rosario «por la paz en Siria y en el mundo entero». Al final, en inglés, agradeció a los «pequeños agricultores» que estaban el la Plaza, «que han venido a Italia de diferentes países, con agradecimiento por su contribución a la nutrición de todos en nuestro mundo».