KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

“El negocio de la espiritualidad conduce a la superstición y al irracionalismo”

Autor: 
J. A. González Casanova
Fuente: 
Redacción

Cada vez son menos los ámbitos de la existencia que escapan al mundo del negocio. El ocio, la vida privada, las relaciones personales, la cultura, espacios vitales que otrora estaban más o menos preservados de los círculos venales, han caído en la trampa de la racionalidad calculadora, productivista, interesada, instrumental, en una palabra, científico-técnica, que busca resultados en forma de beneficios contantes y sonantes. La dialéctica medios-fines y el adagio “tanto vales cuanto produces” han terminado por regir el mundo de las experiencias de profundidad del ser humano. Hasta la espiritualidad ha terminado por caer en las redes del mercado y por entrar en los circuitos económicos, que la han convertido en un objeto más de consumo y compraventa.

El Wall Street Journal revelaba, hace algún tiempo, que la espiritualidad mueve hoy en el mundo millones de dólares. Y yo creo que se queda corto. Ahí está para demostrarlo el mundo de la magia y de la superstición, en su versión religiosa y laica, que se ha apropiado de la espiritualidad y comercia con ella a precios de mercado, tras vaciarla de su dimensión vital profunda. Crece el número de adeptos a la “cultura de los horóscopos”, que se ha convertido en una religión de gente crédula, carente de sentido crítico ante el bombardeo de una publicidad engañosa. Aumenta, asimismo, la clientela en las consultas de videntes, cartomantes, magos, adivinos etc. Clientela de toda condición y edad en busca de mensajes optimistas que arrojen un rayo de esperanza en medio de una vida rota o desgarrada por múltiples conflictos. El precio a pagar es muy alto, tanto en el plano económico como en el humano. Estamos ante una nueva forma de simonía, todavía más perversa que la de Ananías y Safira, descrita en los Hechos de los Apóstoles (Hch 5,1-11), ya que se aprovecha de la debilidad psicológica y cultural de la gente y negocia con los sentimientos que es lo más sagrado que tiene la persona.

¿Dónde queda, entonces, el misterio inmanipulable, la gratuidad, el encuentro gozoso con la naturaleza, la experiencia comunitaria de la fe, la relación personal con la divinidad, la oración, la estética de lo sagrado, la fascinación por los santo, la veneración hacia la naturaleza, el compartir el reconocimiento del Otro y sus consecuencias éticas, incluso la religión como consuelo, que constituyen los rasgos de identidad comunes a toda espiritualidad, religiosa o no? Son valores que apenas se cultivan ya, ni siquiera en el seno de las religiones o iglesias –al menos en Occidente– y han pasado a mejor vida.

Ante una situación así no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Es necesario liberar a la espiritualidad de las fauces del mercado y devolverle su verdadero sentido de profundidad y trascendencia. ¿Cómo? No abanderando nuevas cruzadas en defensa de lo sagrado, sino viviendo la experiencia de fraternidad, sororidad socio-cósmica que abarque todos los niveles de la existencia. De lo contrario, el Espíritu –como mayúscula y minúscula– será engullido por el sistema, y nos quedaremos privados de una de las fuentes de energía más necesaria para la humanidad y la naturaleza. Sin el Espíritu no habrá más día, sólo noche, no habrá más vida, sólo muerte. La espiritualidad, sin embargo, desemboca en la resurrección, que es la utopía en la que todos soñamos y que todos queremos ver realizada.

Acerca del autor: José Antonio González Casanova (Barcelona, 1935) es un político, abogado y escritor de español. Estudió Derecho en la Universidad de Barcelona. En 1967 obtuvo la cátedra de Derecho político de la Universidad de Santiago de Compostela y en 1971 ocupó la cátedra de Teoría del Estado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona.