KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

El Rosario en la historia y en la vida del cristiano

Autor: 
Manuel Olimón Nolasco
Fuente: 
La Familia Cristiana

Una devoción entrañable

Si alguna manera de orar se encuentra unida a la práctica de muchas latitudes y tiempos y pertenece a la entraña de la vida cristiana, es el Rosario: el correr entre los dedos de sus cuentas y el murmullo de las palabras bien hilvanadas de los Padrenuestros y Avemarías; es como el correr de corrientes cristalinas que no sólo bullen para apagar la sed, sino ayudan a apaciguar las inquietudes del corazón humano. Por algo mucha gente que no conoce a fondo el cristianismo se fascina cuando en el cine o en uno de los tantos medios de comunicación actuales ve imágenes de budistas, shintoístas o devotos musulmanes deslizando cuentas entre los dedos: la sensación de paz que ese casi imperceptible movimiento produce es evidente. Esa misma sensación, pero elevada a diálogo con realidades históricas, es la que experimenta el cristiano, pues Jesús y María no son experiencias místicas individuales que fácilmente engañan, mitos o vacíos existenciales, sino  Dios y hombre verdadero y una mujer escogida “entre todas las mujeres” que por siglos han prodigado el rezo del Rosario. Aunque sólo fuera por esa sensación, el Rosario es  actualización de la palabra de Jesús: “que la paz esté contigo”.

No obstante, son bastantes los cristianos actuales que consideran al Rosario como algo aburrido y fuera de época, como pérdida de tiempo. No es raro encontrar, sobre todo entre los jóvenes, lejanía e ignorancia de su valor. Pareciera que sólo entre “viejitas” sigue existiendo.

En estas líneas trataré de dar razones a quienes piensan así de que la realidad es muy distinta.

Un día de octubre de 1571

De los lienzos de la historia obtengo una fecha: el 7 de octubre de 1571, que en los anales del cristianismo y de la civilización occidental, marca la victoria sobre los turcos de la armada cristiana encabezada por don Juan de Austria, hijo natural de Carlos V, en la bahía de Lepanto. Miguel de Cervantes Saavedra, gloria de las letras españolas, es conocido como “el manco de Lepanto” por la pérdida del movimiento de una mano en esa batalla. Él la calificó como “ocasión que no han visto los pasados siglos ni verán los venideros”, pues su significado marcó un derrotero muy distinto para el futuro de la cristiandad frente al peligro islámico. El Papa san Pío V encabezó desde su sede romana jornadas previas en el orbe católico cuya acción central fue el rezo del Rosario. Es por ello que el 7 de octubre de cada año el calendario cristiano señala la festividad de Nuestra Señora del Rosario.

San Pío V pertenecía a la Orden de Santo Domingo –los dominicos– y fue precisamente su fundador quien decidió poner en manos de los fieles, muchos de ellos imposibilitados por sus condiciones precarias o de analfabetismo de recitar los salmos, que estos se suplieran, cada uno de los ciento cincuenta por un “Ave María”. Por eso, el Rosario completo original, está compuesto de tres series de cinco “misterios”, cada uno con diez Ave Marías hasta sumar ciento cincuenta.

Una oración enraizada en la Biblia

La raíz bíblica del Rosario es, pues, clara: conduce a los salmos, la oración con rasgos poéticos más querida tanto en el viejo Israel como entre los cristianos: la vida de los monjes, por ejemplo, se acompasa al ritmo de los salmos así como la Liturgia de las Horas, tesoro para todos los cristianos y no sólo para los ministros de la Iglesia. 

Pero no es esa la única liga con la Palabra de Dios: los “misterios” que estructuran la columna vertebral del Rosario conectan con pasajes del Nuevo Testamento, lo que hace que dicha oración esté ligada a la Tradición cristiana más pura. La intención original de quienes lo fomentaron desde su origen en la Edad Media fue que los Padrenuestros y las Avemarías fueran una especie de “música de fondo” a fin de que la persona orante se concentrara en la meditación de los misterios: los gozosos como el nacimiento en Belén de Jesús el Hijo de Dios, los dolorosos como la coronación de espinas antes de partir al Calvario o los gloriosos como la resurrección contemplada por las mujeres en la mañana de Pascua. San Juan Pablo II agregó otros más, a los que llamó “luminosos”, entre los que está por ejemplo la escena de las bodas de Caná, donde María obtuvo de su Hijo la llegada de su “hora” con el primer milagro a favor de la armonía conyugal.

San Pablo VI, en un precioso documento sobre la recta devoción a la Virgen María expresó: “Un rosario sin la meditación de los misterios es como un cuerpo sin alma”. Creo que precisamente el haber separado el uso de la imaginación para reconstruir en nuestro interior los escenarios del Nuevo Testamento y la recitación monótona y muchas veces apresurada de oraciones de tanto valor y fuerza como el Padre Nuestro y el Ave María son las causas de la incomprensión hacia una práctica de diálogo con Dios y con la historia de salvación tan llena de valor.

El Nombre de la rosa

Hace algunos años estuvo entre los libros que tuvieron mayor éxito entre los lectores y entre las películas que fueron vistas con mayor fascinación, un argumento entrelazado por el filólogo Umberto Eco titulado El nombre de la rosa. En la Edad Media se hacía mucho la pregunta, y no sólo entre monjes sino entre el pueblo cristiano de distintas condiciones: “¿Cuál es el nombre de la rosa?” Y la respuesta no era otra sino ésta: el nombre de la Rosa es María. Y los maravillosos efectos de ese nombre, tan íntimamente ligado al de Jesús, “el nombre sobre todo nombre” se reconocen en ese entrelazado de rosas que es el Rosario, ofrenda floral de fresca hermosura.

No será superfluo sino por el contrario, muy útil, dedicar algo de tiempo a pensar en el valor del Rosario para la paz en nuestra vida y en la vida del mundo. Y más que pensar, será importante rezar, practicar esa respiración del corazón que tanta falta hace para alejar pesares y angustias, para otorgar al mundo ese “suplemento de alma” del que tiene necesidad pero no sabe como expresarla.

Fuente: Revista “La Familia Cristiana” (México).