KÉNOSIS

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¿Existe la posibilidad de volvernos inmortales?

Autor: 
Manuel Alfonseca
Fuente: 
divulciencia.blogspot.com

Alegoría de la inmortalidad

La inmortalidad está de moda. Aparece continuamente en los medios de comunicación como noticia o, bien, como tema de entrevista. Veamos, por ejemplo, dos casos en los que es abordada mediáticamente. Casos que, por cierto, aparecieron en el diario español La Vanguardia:

– “Vamos a ser inmortales” / “Viviremos 1000 años” (Aubrey de Grey - 9/8/2015).

– “El hombre está a punto de alcanzar la inmortalidad y la inteligencia artificial, lo que le convertirá en Homo Deus” (Entrevista con Y.N. Harari - 10/10/2016).

Lo primero que deberíamos hacer es definir qué entendemos por inmortalidad. Si no, difícilmente sabremos de qué estamos hablando. Como señaló uno de mis lectores, vivir 1000 años no es lo mismo que ser inmortal. Si vives 1000 años y te mueres, no eres inmortal, simplemente has vivido más tiempo. Esto se aplica en cualquiera de los casos sea cual sea la duración de la vida.

Los que creen que algún día seremos inmortales “no ponen todos los huevos en el mismo cesto”. En estos últimos años se ha hablado de tres maneras distintas de conseguirlo:

1. Por el aumento de la esperanza de vida. Cuando los avances de la medicina consigan que la esperanza de vida aumente más de un año cada año, seremos inmortales. Esta esperanza de alcanzar la inmortalidad aumentando la esperanza de vida está algo desacreditada desde que se ha constatado que el aumento de la esperanza de vida, en vez de aumentar, está disminuyendo.

2. Introduciendo en nuestra sangre un nuevo sistema inmune. Sistema que está formado por nano-robots, que ataquen a todos nuestros microorganismos parásitos y a las células cancerosas, matándolas o impidiéndoles reproducirse. Al desaparecer las enfermedades, seremos inmortales.

3. Descargando nuestra consciencia y nuestra memoria en un ordenador. Con el fin de seguir viviendo indefinidamente dentro de él.

Observemos que el concepto de inmortalidad que suele utilizarse es engañoso, porque lo que se conseguiría no sería la inmortalidad, sino sólo quedar exentos del envejecimiento y la enfermedad, pero no de los accidentes. Los métodos 1 y 2 no servirían para nada, si el supuestamente inmortal tuviese la mala suerte de pasar junto a un coche-bomba en el momento de la explosión.

El método 3, en cambio, sí permitiría alcanzar una inmortalidad al menos teórica, pues en caso de que un accidente destruya una consciencia descargada en una máquina, en principio sería posible recuperarla (con una pequeña pérdida de memoria) partiendo de una copia de seguridad. Como siempre, la ciencia-ficción se ha adelantado, pues este método está descrito en la novela Down and out in the magic kingdom (2003) de Cory Doctorow.

Sin embargo, el método 3 tampoco está a salvo de accidentes más potentes, como el colapso de nuestra civilización. Sabemos que las civilizaciones, como las especies de seres vivos, permanecen durante un lapso de tiempo y luego se extinguen. Si nuestros descendientes se vieran privados de la electricidad –por ejemplo–, ¿cómo seguirían viviendo las consciencias descargadas en máquinas? Habría que esperar a que la civilización siguiente fuese capaz de descifrar los códigos digitales de la nuestra para “resucitar” a esas consciencias descargadas, que sólo perdurarían (las que perdurasen) en forma de copias de seguridad cifradas de forma probablemente ininteligible. Y aunque pudieran descifrarlas, ¿querrían los miembros de la nueva civilización volver a la vida a esos seres de una civilización anterior? Es un buen argumento para una novela de ciencia-ficción.

Big Ripde una galaxia

Pero estamos hablando de inmortalidad, o sea, de escapar definitivamente a la muerte, y hay que tener en cuenta un peligro mucho más difícil de eludir: la muerte térmica del universo. De acuerdo con la cosmología moderna, el universo está condenado a la destrucción, ya sea en forma de Big Crunch, un final a temperatura y presión elevadísimas, o de Big Rip, a través de la desintegración total de la materia en forma de energía. Parece difícil que los seres humanos sean capaces de escapar a esos dos finales hipotéticos, por lo que llamar a eso inmortalidad sería, de nuevo, un abuso del lenguaje.

Pero nuestra ansia de inmortalidad no tiene límites. Incluso a este final universal se ha intentado escapar, tanto en la ciencia-ficción como en la especulación científica. En su cuento corto The last question (1956) Isaac Asimov intentó resolver el problema en forma literaria. En su libro The anthropic cosmological principle (1986) Barrow y Tipler lo intentaron de forma más científica, al menos en principio.

El Homo Deus no será alcanzable mientras el hombre no sea inmortal de verdad, o sea, cuando se vea totalmente libre de la muerte, sin restricción alguna. Hay muchas dudas de que esto sea posible, ni siquiera en forma incipiente, como las que hemos discutido en la primera parte de este artículo. Recordemos, por último, que esta ansia por ser como Dios es justamente, según la Biblia, un deseo de Satanás; deseo que también perteneció a Adán y a Eva… No parece que hayamos avanzado mucho desde entonces.

Nota: el autor agradece a Rodrigo Díaz por sugerirle realizar el presente artículo.