KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

Francisco pide discípulos que arriesguen y actúen

Autor: 
Jesús Bastante
Fuente: 
RD

Cincuenta años después, Medellín volvió a hacerse presente en la vida de la Iglesia. Lo hizo a través de las palabras del Papa Francisco, y del fervor misionero de casi dos millones de asistentes a la misa en la capital de la Antioquía. Un Papa que clamó por "discípulos que sepan ver, juzgar y actuar, discípulos misioneros que saben ver, sin miopías heredadas; que examinan la realidad desde los ojos y el corazón de Jesús, y desde ahí la juzgan. Y que arriesgan, actúan, se comprometen".

"Ir a lo esencial, renovarse e involucrarse". Estas son las claves de bóveda de la vida un seguidor de Jesús. Así lo hizo saber Bergoglio en una explanada abarrotada de fieles, que soportaron la lluvia y el retraso del Pontífice. El mal tiempo hizo que tuviera que trasladarse desde Rio Negro al aeropuerto Enrique Olaya de Medellín en automóvil, y no en helicóptero como estaba previsto.

"Gracias por su paciencia y perseverancia", dijo el Papa nada más entrar en el altar. "Les quiero agradecer las horas que han pasado acá, incluso baja la lluvia", agregó, después de colocarse el poncho y el sombrero paisa, propios de la zona, que le fueron entregados nada más bajarse del papamóvil.

Muchos, muchísimos, siguen a este Papa. Y lo hacen porque ven en él el reflejo del mismo Cristo. Francisco no dejó lugar a equívocos en su homilía. "Cumplir es caminar detrás de Jesús", como hicieron los primeros discípulos, "y ese caminar les ponía frente a leprosos, paralíticos, pecadores. Esas realidades demandaban mucho más que una receta o una norma establecida".

Porque involucrarse va mucho más allá del cumplimiento estricto de la ley. Por eso, apuntó el Papa, "es de suma importancia que quienes nos decimos discípulos no nos aferremos a cierto estilo o prácticas que nos acercan más al modo de ser de algunos fariseos de entonces que al de Jesús". Esa es la libertad de Jesús, que "se contrapone con la falta de libertad de los doctores de la ley de aquella época, paralizados por la práctica e interpretación rigorista de la ley".

Por contra, Jesús va más allá, y "por eso quiere ponernos en esa dirección, ir a lo esencial, renovarse, involucrarse". Esas son las tres actitudes de un discípulo.

Como en otras ocasiones, Bergoglio desgranó cada una de ellas. En primer lugar, "ir a lo esencial", que "no quiere decir romper con todo. Tampoco Jesús vino a abolir la ley, sino a llevarla a su plenitud. Ir a lo esencial es ir a lo profundo, a lo que cuenta para la vida". Por eso, la relación con Dios "no puede ser un apego frío a normas y leyes, ni un cumplimiento de actos externos que no llevan a un cambio real de vida".

"Tampoco porque contamos con un certificado de bautismo", aclaró el Papa, sino "porque contamos con una experiencia del amor". Y es que, prosiguó, el discipulado "no es el apego a una explicitación de una doctrina, sino la experiencia de la presencia del Señor, un permanente aprendizaje por medio de la escucha de su Palabra. Y esa Palabra se nos impone en las necesidades concretas de nuestros hermanos", en "el hambre o la enfermedad".

En segundo lugar, "renovarse". Especialmente en el interior de la Iglesia, porque "como Jesús zarandeaba a los Doctores de la Ley para que salieran de su rigidez, la Iglesia ahora es zarandeada por el Espíritu para que deje sus comodidades y sus apegos".

"La renovación no nos debe dar miedo", explicó el Papa, "la Iglesia siempre está en renovación". Y "no se renueva a su antojo, a su capricho, sino que lo hace firme y bien fundada en la fe, sin apartarse de la esperanza que transmite la Buena Noticia". Una renovación que "supone sacrificio y valentía", para responder mejor a lo que Dios quiere de nosotros en cada momento, "cuando sus llagas nos interpelan e imponen respuestas nuevas. Y en Colombia hay tantas situaciones que reclaman de los discípulos el estilo de vida de Jesús, particularmente el amor convertido en hechos de no violencia, de reconciliación y de paz".

En tercer lugar, "involucrarse", aunque ello implique "ensuciarse o mancharse". "Se nos pide crecer en arrojo, en un coraje evangélico que brota de saber que son muchos los que tienen hambre, hambre de Dios". "Cuánta gente tiene hambre de Dios -clamó-. Hambre de dignidad, porque han sido despojados. Y me pregunto, si el hambre de Dios de tanta gente, quizás no venga porque con nuestras actitudes se la hemos despojado". Por eso es nuestra obligación, "como cristianos, ayudar a que se sacien de Dios, no impedirles o prohibirles el encuentro".

Sin poner frenos a nadie, pues "la Iglesia no es una aduana, quiere las puertas abiertas, porque el corazón de su Dios está no sólo abierto, sino traspasado por el amor que se hizo dolor. No podemos ser cristianos que alcen continuamente el estandarte de 'Prohibido el paso', ni considerar que esta parcela es mía. La Iglesia no es nuestra, es de Dios. Él es el dueño del templo y del sembrado, todos tienen cabida, todos son invitados a encontrar aquí y entre nosotros su alimento. Todos. Sanos y enfermos, buenos y malos, todos".

"Nosotros somos simples servidores, no podemos ser quienes impidamos ese encuentro con Jesús", recordó el Papa, quien recordó que Jesús lo que pide es "dar de comer el pan de Dios, comer el amor de Dios, comer el pan que nos lleva a sobrevivir también".

 

"La Iglesia en Colombia está llamada a empeñarse con mayor audacia en la formación de discípulos misioneros, que sepan ver, juzgar y actuar", como proponía el Documento de Medellín, que les ayude a mantenerse "firmes y libres en Cristo, porque toda firmeza en cristo nos da libertad".