KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

Fronteras y ecotonos

Autor: 
Jaime Tatay, SJ
Fuente: 
SJ

Para los científicos, un ecotono es una zona de transición entre ecosistemas diferentes. Se trata de lugares donde se entrecruzan mundos biológicamente diversos, puntos de encuentro en los que tiene lugar una mezcla sorprendente de especies que no suelen verse juntas habitualmente.

Algunos de los ejemplos más característicos de ecotonos son el límite donde el bosque da paso al pastizal, al matorral o al roquedo; o la estrecha franja de exuberante vegetación que crece junto a los ríos y en los oasis; o la zona intermareal que pasa parte del día sumergida bajo las aguas de la marea alta, y otra parte del día expuesta al aire y el sol durante la marea baja.

En casi todos estos lugares se da una combinación atípica de formas de vida, convirtiéndose en lugares de gran diversidad biológica con un mayor “potencial evolutivo”. 

Percibir la sutil transformación de un hábitat y la riqueza asociada a ese cambio exige educar la atención y permanecer abierto a la novedad que emerge en los pequeños detalles. El carácter poroso, fluido y liminal de los ecotonos no es, sin embargo, exclusivo del mundo biológico.

En la historia de las sociedades humanas también han existido épocas de intenso intercambio cultural, a menudo en enclaves fronterizos o en la confluencia de grandes rutas comerciales. El mundo Maya, la Grecia clásica o el antiguo Egipto serían buenos ejemplos de esas épocas fecundas de intercambio cultural y florecimiento civilizatorio.

Nuestro mundo globalizado se caracteriza por una sorprendente interconectividad y por una gran diversidad de estilos de vida. Al mismo tiempo, paradójicamente, se percibe también una creciente homogeneización y una reafirmación identitaria que trata de resistir el peligro de la disolución cultural.

Aprender a transitar fronteras lingüísticas, exponerse a la diversidad religiosa y enriquecerse del intercambio con aquellos que son racialmente distintos no siempre es tarea sencilla. Por eso los espacios de encuentro cultural se perciben como oportunidad y como amenaza.

La riqueza de los ecotonos culturales requiere –como sucede con los biológicos– de una delicada sensibilidad para ser valorada y preservada.

En este sentido, tanto para cristianos como para creyentes de otras religiones, la vida de Jesús resulta de enorme interés, pues nos ayuda a navegar en una cultura plural como la actual. Al fin y al cabo, el Oriente Próximo del siglo I fue también un espacio de encuentro entre mundos muy diversos: el semita y el grecolatino; el asiático, el europeo y el africano; el monoteísta y el politeísta.

La propia vida de Jesús puede interpretarse, en este sentido, como un tránsito entre ecotonos étnicos, culturales y religiosos, como un cruce constante de fronteras simbolizado en los numerosos encuentros con los personajes que pueblan los evangelios.

Pero no es sólo la vida de Jesús la que ilumina la complejidad cultural de nuestra época, sirviendo de inspiración; la Biblia entera está llena de narraciones que expresan la fecundidad de los lugares fronterizos, de los ecotonosculturales y espirituales.

Los encuentros con la mujer del faraón, con Rut o con Job representan oportunidades privilegiadas de creatividad y fecundación del pensamiento teológico de Israel.

La mujer sirofenicia, el centurión romano o la samaritana simbolizan fronteras culturales similares, espacios de diálogo en los que se enriquece la experiencia espiritual del propio Jesús.

De modo análogo, podemos preguntarnos también por aquellos tiempos y espacios que conforman, en nuestras propias vidas, ecotonos, lugares de encuentro en los que se puede manifestar un nuevo modo de comprender el mundo y de percibir a Dios. Todos ellos pueden ser, potencialmente, momentos privilegiados de revelación.

Muchos de estos momentos vienen dados por las inevitables transiciones de la vida. Se trata de los grandes “portales de la trascendencia” o experiencias vitales que coinciden con el nacimiento, la muerte, el inicio de la vida laboral, la despedida de un ser querido, el paso al mundo adulto, el nacimiento de un hijo, etc.

Otros muchos momentos, sin embargo, son más sutiles y pasan desapercibidos por su carácter cotidiano, exigiendo de una atención más cuidadosa para percibir su riqueza y su potencial transformador.

La vuelta de las vacaciones, el fin de semana, la finalización de una tarea, un viaje inesperado, un rato de oración, el duerme-vela, la lectura reposada de la Biblia, la contemplación de la naturaleza o el encuentro fortuito con un amigo pueden ser este tipo de momentos de revelación o comunicación interior. 

En estos tiempos y lugares liminales se revela Dios, y en ocasiones de forma tan sorprendente como en las grandes transiciones vitales. Todos estos momentos –grandes y pequeños, extraordinarios y cotidianos– son ecotonosexistenciales con un gran potencial espiritual. 

La vuelta del verano y el consiguiente regreso al trabajo, a la universidad o al colegio es ciertamente uno de los ecotonos más importantes del año, un momento en el que transitamos en muy breve espacio de tiempo del descanso y el ocio veraniego a la disciplina y la monotonía del trabajo, de la lógica de la fiesta a la lógica de la productividad, de la lógica de la gratuidad a la lógica del cálculo. 

Los ecotonos, nos dicen los biólogos, son lugares biodiversos y con un gran potencial evolutivo. Las pequeñas transiciones vitales, afirman los sicólogos, son oportunidades únicas para la transformación personal y el cambio de hábitos. Los teólogos, por su parte, pueden profundizar ambas afirmaciones, trasladándolas a un plano distinto: el del encuentro con Dios.

La fe cristiana invita a convertir las transiciones vitales en oportunidades para prestar atención y percibir la riqueza, la diversidad y la sutil presencia de Dios a nuestro alrededor.

Hagamos de todas esas fronteras, de esos ecotonos existenciales, un lugar de evolución y enriquecimiento espiritual.

Fuente: Blog de Jaime Tatay, SJ