KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

Historia de un amor y unos zapatos

Autor: 
María Ester Valdés
Fuente: 
LFC-Mx

Nací descalza y permanecí en esa condición durante los primeros años de mi infancia.

Mamá conseguía apenas para que comiéramos y no podíamos darnos lujos.

Tendría yo apenas cuatro años de edad, cuando mi madre entró a trabajar como sirvienta a la casa de doña Cloti.

Doña Cloti, señora viuda, tenía un hijo tres años mayor que yo. Y gracias a él pude lucir un calzado un tanto raro pero mejor que el anterior, pues el día de mi cumpleaños me regaló un par de sus zapatos. Éstos no eran para mi sexo, pero me hacían sentir feliz.

En la primaria recibí las burlas de mis compañeros. No paraban de risa al verme calzando unos botines toscos y cerrados, a la manera de vaqueros. Además, les causaba gracia el hecho de que me quedaran extremadamente grandes de tamaño.

Eso no me impidió ser feliz.

Por sorpresa, en ese tiempo doña Cleoti murió. Su hijo, al quedarse huérfano, migró para el extranjero con el proyecto de estudiar.

Mi mamá y yo tuvimos que conseguir un nuevo empleo. Yo logré que me contrataran como encargada de ventas en un departamento de zapatería. Fue allí donde dejé mis botines de uso común y decidí calzar unos zapatos más cómodos para desempeñar mi labor.

Y como en los cuentos de un final feliz, una tarde llegó un atractivo joven a comprar un par de zapatos en el stand donde yo laboraba.

– Señorita: ¿habrá algún modelo de zapatos para caballero que me recomiende?

Fui al aparador a buscarlos. Y encontré algunos que me parecían apropiados.

Algo en el interior me preocupaba. ¡Qué joven tan atractivo!

Al entregarle el pedido me miró atentamente:

– De casualidad, ¿eres la hija de Martina?

– Sí. Y tú, ¿el hijo de doña Cloti?

Ambos éramos.

– ¡En qué linda chica te has convertido!, me dijo.

– ¡Qué joven tan guapo eres tú!, le contesté.

Charlamos un rato. Luego, le obsequié los zapatos que a él le gustaron. Y volví a ser feliz…