KÉNOSIS

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Jonás y los cristianos: cuando Dios llama a la conversión

Autor: 
Tomás Muro
Fuente: 
RD

El libro de Jonás es una historia muy breve que aparece en la Biblia. Es quizás una de las historias más comentadas en la literatura y el ambiente religioso.

En el libro se descubre lo que Dios le dice a Jonás: “Ve a Nínive, que allí las cosas van de mal en peor, pues la corrupción es enorme”. El pobre Jonás no estaba para muchas filosofías y explicaciones; estaba cansado, más bien harto, de aquel tiempo que le tocaba vivir.

Nínive era una ciudad próspera, muy populosa, pero lamentablemente su situación humana y espiritual era peor que mala. Tal vez como nuestra postmodernidad, aunque en estos momentos estemos atrapados por la pandemia.

Jonás quería que lo dejaran de líos y se le antojaba irse de vacaciones, a un crucero. Por eso Jonás se embarca en una nave y, aunque espera que el viaje transcurra como si fuese el mejor trasatlántico del mundo, sin embargo el barco de Jonás es zarandeado por el temporal y la cosa se pone mal hasta el punto de que los tripulantes le echan la culpa de la tempestad y arrojan a Jonás por la borda al mar.

Entonces es cuando aparece la ballena (que es el mismo símbolo del arca de Noé y la barca de la Iglesia), que se traga y salva así a Jonás. Y la ballena devuelve a Jonás a tierra firme.

Dios le llama y le dice por segunda vez a Jonás, sano y salvo: “Haz el favor de ir a Nínive y proclama el mensaje de vida que yo te diré”.

Dios no deja nunca de su mano a nadie. Dios no abandona nunca la nave. Jonás se lo pensó, pero fue a Nínive, rezongando y a disgusto, y allí proclamó el mensaje de salvación.

Y Nínive –o sea, los ninivitas– cambiaron de vida. Pues recordemos: Dios perdona siempre (Jonás 3,10)…

Pero un detalle curioso es que Jonás se enfada porque Dios perdonó a Nínive (a los ninivitas). De allí que se comprenda lo que Jonás dice: “Después de esto que has hecho con Nínive (perdonarles), es mejor morirse a seguir viviendo” (Jonás 4,3.8). Y Jonás se dijo a sí mismo: “Que paren el mundo, que me bajo”, y se fue al “monte” con una tienda de campaña, y se puso a la sombra de un ricino y descansó. Pero hasta el ricino (el árbol) se le secó y Jonás se enfadó hasta con aquel árbol al que un gusano había dañado.

Entonces Dios le dice: “¿Te enfadas ya hasta con los árboles?” (Jonás 4,9).

“Sí, me parece bien enfardarme hasta la muerte”, le respondió Jonás.

Y Dios termina su intervención como lo que es: un buen padre y un Dios, con un gran sentido común: “¿Por qué no voy a tener compasión de Nínive en la que hay más de 120.000 personas que aún no distinguen entre el bien y el mal?”

La postura de Jonás es la de muchos católicos hoy día cuando dicen: “¿Cómo va a recibir la misma recompensa ese o esa que han vivido “perdidamente”, y yo que me he privado o he sido austero (o austera), que he vivido en ayunos, penitencias, con cilicios y entre liturgias. ¿Por qué esos perdidos van a recibir la misma recompensa, que yo, etc.?”

En efecto, ¡mucho cambiarían las cosas en la Iglesia, y fuera de ella, si en vez del “ordeno y mando”, viviéramos en bondad y misericordia, en comprensión y libertad!

Casi como para decirlo con una parodia: ¡Jonás era un buen católico. Y Dios era ya un espléndido “cristiano”!

Publicado en: Religión Digital (Título original: “Señor, no te canses de mí”).