KÉNOSIS

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La alimentación: algo más que una necesidad

Autor: 
Dra. Ana Isabel García
Fuente: 
LFC - Mx

¿Para qué nos alimentamos?

La alimentación es la parte visible de un proceso más complejo, llamado nutrición, mediante el cual el organismo transforma e incorpora las sustancias químicas que precisa. A través de la nutrición conseguimos la energía suficiente para mantener otras funciones corporales, incorporamos los elementos precisos para garantizar el recambio y crecimiento de las distintas estructuras de nuestro cuerpo y determinadas sustancias que regulan las reacciones químicas que constituyen el metabolismo celular.

Los alimentos pueden dividirse en siete grupos. Conocer esta clasificación puede ayudar a diseñar menús que contengan las proporciones de nutrientes adecuadas para responder a nuestras necesidades:

Primer grupo: lo integran la leche y sus derivados (proteínas).

Segundo grupo: todas las carnes, pescados, mariscos y huevos (proteínas).

Tercer grupo: legumbres y frutos secos (suministran energía, proteínas y vitaminas).

Cuarto grupo: verduras y hortalizas (vitaminas, sobre todo A y C, y minerales).

Quinto grupo: las frutas (suponen el principal aporte de vitaminas).

Sexto grupo: pan, pastas, azúcar y dulces (suministran energía)

Séptimo grupo: aceites, mantequilla, grasas en general (suministran energía).

El combustible y los ladrillos del cuerpo

Tres son las necesidades básicas que debe satisfacer cualquier dieta:

a) Las grasas y los hidratos de carbono, los cuales tienen como función principal el aporte de energía.

b) Las proteínas también pueden generar energía, pero el organismo las reserva para otros fines; sólo en casos extremos las empleará para obtener calor. En los niños y personas jóvenes, la carencia de proteínas provoca el retraso o detención del crecimiento. En el adulto, los “ladrillos” de las proteínas, es decir, los aminoácidos de la dieta sirven para sustituir a los que se destruyen diariamente y que nuestro organismo no puede utilizar nuevamente.

c) Tanto los alimentos de origen animal como vegetal aportan proteínas. Sin embargo, la composición de cada una de ellas es diferente: las procedentes de los vegetales carecen de ciertos aminoácidos imprescindibles, dado que los humanos somos incapaces de sintetizarlos. Por ello, para que la dieta esté equilibrada, habrá de tenerse en cuenta que la proporción entre proteínas vegetales y animales sea la correcta.

Los reguladores del metabolismo

Los minerales (hierro, calcio, magnesio, potasio, sodio) y las vitaminas aportan energía. Su misión consiste en regular las reacciones químicas del metabolismo. En algún caso concreto, como el del calcio, forman parte de las estructuras corporales (huesos, dientes).

Las vitaminas son sustancias orgánicas que son necesarias en pequeñas cantidades. Sus funciones son muy variadas y su carencia (avitaminosis) da lugar a múltiples trastornos. A pesar de ser componentes indispensables de la dieta, la tendencia a emplearlas como remedio mágico para casi cualquier síntoma carece de fundamento y ha dado lugar al empleo abusivo de estos componentes. Esta práctica no está exenta de riesgos, sobre todo cuando se refiere a las vitaminas A y O, que se acumulan en los tejidos grasos del organismo y cuya excesiva administración puede producir peligrosas intoxicaciones. Como norma general, conviene subrayar que una dieta equilibrada, en la que estén incluidos alimentos de cada uno de los siete grupos, aporta todas las vitaminas necesarias, por lo que los suplementos vitamínicos, por lo general, son innecesarios.

¿Cómo diseñar una dieta equilibrada?

Las combinaciones posibles para lograr una nutrición adecuada sin aportes calóricos excesivos ni carencias de ningún principio esencial son múltiples, siempre que se respeten unos principios básicos:

1. El contenido calórico debe adaptarse a las necesidades de cada individuo. Un adulto varón requiere unas 1.700 kilocalorías. Las necesidades de la mujer son ligeramente inferiores (1.254 kilocal.). Los distintos grados de actividad física modifican estas cifras. Una dieta con exceso de calorías dará lugar a obesidad, mientras que la carencia provocará estados de desnutrición.

2. El aporte de hidratos de carbono y grasas para satisfacer tales requerimientos de energía ha de guardar unas proporciones determinadas. Se recomienda que los hidratos de carbono aporten el 55-60% del total de la energía, y los lípidos un 30-35%.

3. El consumo diario de proteínas recomendado es de 1 gramo por cada kilo de peso. Además, hay que tener en cuenta que el componente proteico de la dieta no debe superar el 15% del total de las calorías ingeridas. No todas las proteínas tienen igual “riqueza”, por lo que un 40% debe ser de las llamadas de “alto valor biológico” (carnes, pescado, huevos, leche y derivados). El exceso de proteínas da lugar a alteraciones óseas y, como consecuencia a más largo plazo, a lesiones de la función renal.

4. La presencia equilibrada de todos los grupos de alimentos en la dieta garantiza un aporte suficiente de todas las vitaminas, sin necesidad de aportes suplementarios.

5. Resulta importante administrar alimentos ricos en residuos no digeribles (verduras, cáscaras de cereales, semillas...), que protegen y estimulan la movilidad del tubo digestivo.

 

Artículo pulbicado originalmente en la revista Católica: La Familia Cristiana. Obra de la Sociedad de San Pablo en México. Autor: Dra. Ana Isabel García