KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

La comunicación al servicio de la fraternidad

Autor: 
Darlei Zanon
Fuente: 
Paulus Net

Entre los diversos temas abordados en la nueva encíclica Fratelli tutti (octubre 2020), el Papa Francisco dedica también un largo espacio a la comunicación. Y lo comienza denunciando, en los nn. 42-50, una cierta ilusión –de proximidad, de construcción colectiva, de ayuda mutua, etc.– que caracteriza a la comunicación actual, especialmente aquella que acontece en las redes sociales, donde vemos abundancia de narcisismo, odio, agresión, falta de respeto, indiferencia, adicción, fanatismo. Para superar esta paradoja, el Papa propone una comunicación de “sujetos" en lugar de aquella que se gesta entre “objetos”, con la complementariedad entre lo virtual y lo presencial, reafirmando su convicción de que hay una superioridad de la comunicación humana sobre aquella meramente instrumental (cfr. n. 205).

Francisco nos recuerda que para tender puentes, para generar un “nosotros” consistente, es necesario unir lo digital con lo físico, crear momentos de escucha, acogida, diálogo, que superen la sobreexposición narcisista: “Se suele confundir el diálogo con algo muy diferente: un febril intercambio de opiniones en las redes sociales, muchas veces orientado por información mediática no siempre confiable. Estos son sólo monólogos que proceden paralelos, quizás imponiéndose a la atención de los demás por sus tonos altos o agresivos. Pero los monólogos no comprometen a nadie, hasta el punto de que sus contenidos frecuentemente son oportunistas y contradictorios” (n. 200). Y señala muy bien que “hacen falta gestos físicos, expresiones del rostro, silencios, lenguaje corporal, y hasta el perfume, el temblor de las manos, el rubor, la transpiración, porque todo eso habla y forma parte de la comunicación humana” ( n. 43).

Para ilustrar y dar ritmo a toda su reflexión sobre la fraternidad y la amistad social, el Papa utiliza la parábola del Buen Samaritano, no por casualidad también utilizada en su primer mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, en 2014. Esta parábola es probablemente el símbolo que expresa mejor su visión de la comunicación al servicio de la fraternidad y de una auténtica cultura del encuentro.

Superado el primer impulso de insistir sobre las diferentes posibilidades que las nuevas tecnologías de la información ofrecen para la comunicación y el encuentro con innumerables personas de todo el mundo, y en el conocimiento de la paradoja de la sociedad en red que nos acerca a los lejanos pero nos aleja de los vecinos –como recuerda muy bien el Papa en Fratelli tutti–, para comprender mejor la parábola del Buen Samaritano asociada a la comunicación, propongo volver al elemento fundamental de nuestra fe: la encarnación del Verbo.

Dios –el Verbo, la Palabra– se hizo hombre. Este es el encuentro fundamental entre la divinidad y la humanidad y, como tal, un modelo para toda la cultura del encuentro. Los cristianos profesamos que Dios, creador del mundo, se fue manifestando paulatinamente a su criatura a lo largo de la historia y en un momento determinado se reveló definitivamente. La Encarnación es, por tanto, la perfecta comunicación entre Dios y el ser humano. Y esta comunicación tuvo lugar en un encuentro: Dios se hizo prójimo. En Jesucristo, por tanto, la divinidad se ha unido plenamente a la humanidad. Este es el punto de partida para comprender la profundidad del mensaje del Papa Francisco y la necesidad de utilizar la comunicación para crear una verdadera fraternidad y una cultura de encuentro.

Comunicar es acercarse, es hacerse prójimo, como hace Dios en la Encarnación. Más aún, esta cercanía lograda en Jesucristo es dinámica y edificante: la divinidad no solo se acerca a la humanidad, sino que la involucra y la transforma. Dios se nos revela, nos muestra cómo es, asumiendo plenamente la condición humana. Algo similar es lo que acontece en la parábola del Buen Samaritano, una parábola que nos ayuda a comprender que comunicar es acercarse, es aproximase; y que hacerse prójimo es cuidar, compartir una condición, tener compasión (sentir o sufrir con). Por ello no basta con recorrer los caminos digitales y “ver” las personas. Necesitamos “sentir con”, “crear con”, compartir algo más que palabras e imágenes hermosas. Debemos involucrarnos, comprometernos, como el buen samaritano. Es necesaria la proximidad, el “encuentro”.

Comunicar es también correr riesgos, superar el miedo a “volverse impuro”. Es salir de la zona de confort, salir de nuestros “palacios”, como el samaritano se detuvo para ayudar a un extraño, como Dios que abandonó su potestad para hacerse uno como nosotros. Y no obstante, el samaritano no se contaminó al ayudar al hombre necesitado, sino que lo salvó de la muerte; y en Jesucristo la divinidad no se hizo impura, sino todo lo contrario: a través de Él la humanidad se salvó, se redimió.

Llegamos, a este punto, a una pregunta delicada: ¿la Iglesia (la comunidad parroquial, la comunidad religiosa, la escuela, la familia, etc.) hoy quiere salvar (como hizo el samaritano) o quiere evitar la “contaminación” (como el sacerdote y el levita)? Comunicar no sólo significa estar en un “púlpito” o en un “escritorio” o en una oficina pronunciando hermosas palabras, por verdaderas y profundas que sean. Comunicar es “salir”, es ir al encuentro y hacer posible el encuentro. La Iglesia debe ser la primera en predicar con el ejemplo, debe “primerear” (cfr. Evangelii gaudium n. 24), como insiste el Papa Francisco en su magisterio. Ella debe ser la primera en salir de su “zona de confort” para ir al encuentro del otro, aceptando plenamente su condición.

Así como Dios dejó su perfección para asumir el límite humano en Jesucristo, así también nosotros, para que la verdad del Evangelio pueda entrar en contacto con el mundo, necesitamos inserirnos, ir a las diversas periferias, acoger al “diferente”, que para el Papa se revela sobre todo en los pobres y los migrantes. Es necesario salir del despacho y la cátedra para salir a las calles y plazas (físicas y digitales). Necesitamos, pues, una comunidad que pueda portar calidez, inflamar el corazón. Una comunidad que se vuelve casa de campaña en los caminos, que se hace próxima. Una comunidad que comunica vida y no conceptos abstractos.

El equilibrio y la complementariedad entre la comunicación virtual y la comunicación física, presencial, marcada por la escucha, el diálogo y la cercanía es fundamental para promover esta verdadera cultura del encuentro, que a su vez conduce a la fraternidad y la amistad universales, precisamente como nos propone el Papa Francisco. ¡Qué desafío!

Acerca del autor: Darlei Zanon, es miembro y Consejero General de la Sociedad de San Pablo. De origen brasileño, pero radicado en Roma, Italia.

Fuente: paulus.net (original en italiano) / https://bit.ly/37GhWu7