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¿La Iglesia católica permite la donación de órganos?

Autor: 
Luis Javier Rubio Guerrero
Fuente: 
VP México

“Los trasplantes son una gran conquista de la ciencia al servicio del hombre y no son pocos los que en nuestros días sobreviven gracias a los trasplantes de órganos... La técnica de los trasplantes es un instrumento cada vez más apto para alcanzar la primera finalidad de la medicina: el servicio de la vida humana”.

Las anteriores palabras fueron pronunciadas por san Juan Pablo II (siendo Papa) el 29 de agosto del año 2000 en su discurso de bienvenida a los participantes del XVII Congreso Internacional de la Sociedad de Trasplantes. Y es que, ciertamente, la Iglesia católica reconoce la donación de órganos como uno de los gestos que contribuyen a alimentar la cultura de la vida.

Donación: un acto de amor

Gracias al progreso de la medicina y la cirugía, se han abierto grandes horizontes y posibilidades a los enfermos destinados a una muerte segura o a una vida disminuida o anormal. La técnica ha podido vencer lo que parecía imposible: el trasplante de órganos. Actualmente, el desarrollo humano y científico distingue cuatro tipos de trasplantes: a) Autoplástico: cuando se usan los tejidos del propio organismo; b) Heteroplástico: si viene de un donante ajeno; c) Heterólogo: cuando se efectúa entre individuos de especies diferentes; y d) Homólogo: cuando se efectúa entre individuos de la misma especie. Por cierto, el trasplante de un órgano puede darse de una persona viva o de un cadáver.

En este contexto, cabe destacar lo que la encíclica Evangelium Vitae  nos recuerda a todos los cristianos: “Merece especial reconocimiento la donación de órganos, realizada según los criterios éticamente aceptables, para ofrecer una posibilidad de curación e incluso de vida, a enfermos sin esperanza”.

Y es que toda intervención de trasplante de un órgano tiene su origen generalmente en una decisión de amor (y en un acto de gran valor ético). Esto manifiesta también una gran fe en Dios, pues la persona, al ofrecer sin ninguna recompensa una parte de su propio cuerpo para la salud y el bienestar de otra persona, reconoce, a través de ese acto, la presencia del propio Jesucristo en el hermano necesitado de nuestra solidaridad (Donum Vitae, 3).

Condiciones para una correcta donación

Sin embargo, no debemos olvidar que los trasplantes de órganos son procedimientos muy complejos porque en ellos intervienen factores muy diversos: trabajo de equipo multidisciplinario con alta preparación, tecnología de punta y sofisticada, factores legales, factores económicos y también éticos.

Es precisamente desde este último aspecto, que este acto requiere de algunas condiciones para que exprese verdaderamente su sentido último de generosidad y amor:

a) En primer lugar, habría que tener en cuenta que esta operación es inseparable de un acto humano de donación, es decir que al realizar la entrega de la misma persona se expresa la vocación constitutiva del ser humano: el amor y la comunicación. Así la misericordia, la comunión, la solidaridad y el absoluto respeto a la dignidad de la persona humana constituyen el único contexto legítimo para el trasplante de órganos.

b) En segundo lugar, es preciso recordar que el cuerpo es siempre un cuerpo personal. No puede ser tratado como una mera entidad física o biológica, ni los órganos como objetos en venta o de intercambio. Si así fuera, se violaría la dignidad de la persona humana.

c) Un tercer punto toma en cuenta la necesidad de un consentimiento informado de quien decide generosamente ser donador, de forma que una vez enterado de los procesos que implica, pueda expresar consciente y libremente su deseo de dar vida a su prójimo.

d) El cuarto criterio ético tiene que ver con que la persona sólo puede donar algo cuya privación no cause un daño serio a su propia vida. Así, es evidente que los órganos vitales solamente pueden ser donados después de la muerte, la cual para la Iglesia se certifica con la cesación total irreversible de toda actividad cerebral, criterio que está a la par con el proceder ético de la ciencia médica. De esta manera, la donación no sólo es un gran acto de amor que da la vida a otros, sino que se asemeja analógicamente al misterio pascual de Cristo.

Por otra parte, es preciso recordar que esta obra sólo se hace posible a través de la mediación del personal médico-sanitario (especialistas avalados), a quienes la Iglesia repetidas veces ha brindado su reconocimiento, recordándoles que nunca deben olvidar que la operación de trasplante no es sólo un portento técnico, sino también un misterio de amor.

En este orden de ideas también el receptor (quien recibe el órgano) de los transplantes ha de recordar que acoge el don extraordinario de alguien que se dona a sí mismo en una forma auténtica de solidaridad humana y cristiana, y que tal regalo se hace desde el momento solidario con la causa de quien ha sumado su vida a la de él: la causa del amor.

De aquí que para todos, donadores, personal médico, receptores y especialmente creyentes, la donación de órganos expresa de una manera muy clara aquella máxima de Jesús: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).

Dar la vida a quienes la necesitan

Es pertinente recordar que hay miles de hermanos que esperan hoy en día el trasplante de un órgano para vivir en condiciones normales. Es por eso que nuestra sociedad necesita de personas que estén dispuestas a dar –al término de su vida– una muestra de generosidad y amor a su prójimo con la donación de sus órganos, llevando vida a aquellos que la necesitan.

Termino con las mismas palabras con que san Juan Pablo II despedía a los participantes del XVII Congreso de Trasplantes: “Espero que los líderes sociales, políticos y educativos renueven su compromiso de promover una auténtica cultura de generosidad y solidaridad. Es preciso sembrar en el corazón de todos, y especialmente en el de los jóvenes, un aprecio genuino y profundo de la necesidad del amor fraterno, un amor que puede expresarse en la elección de donar sus propios órganos”.

ANEXO

Según el Centro Nacional de Trasplantes (México), los órganos que se pueden donar son:

1. (Si se pierde la vida por paro cardiaco) hueso, piel, córneas, tendones, válvulas cardiacas, cartílago, vasos sanguíneos, arteriales y venosos.

2. (Si se pierde la vida por muerte cerebral) corazón, pulmón, hígado, riñones, intestino, páncreas y los tejidos mencionados anteriormente.

¿Quiénes pueden ser donadores?

En vida: hombres y mujeres entre 18 y 60 años (aunque pueden haber donadores de más de 60 años, que se encuentran en buen estado de salud). En este caso deben tener parentesco por consanguinidad, afinidad o civil.

Después de la vida: se consideran donadores a las personas de entre dos meses de edad y menos de 90 años, y la donación dependerá de la valoración que realicen los médicos, así como de las causas de muerte.

¿Cuándo se realizó el primer trasplante humano?

Fue realizado en 1933 por el ruso Yuri Voronoy, y fue de un riñón. Sin embargo, el intento no tuvo éxito total, pues el paciente receptor murió meses después de la intervención.

¿Cuándo se efectuó el primer trasplante de órgano en México?

Se realizó en 1963 (se trasplantó un riñón). Fue hecho en el Centro Médico Nacional IMSS por los doctores Federico Ortiz Quesada, Manuel Quijano y Gilberto Flores.

Para mayores informes: Centro Nacional de Trasplantes (México). Carretera Picacho Ajusco 154, Delegación Tlalpan, Jardines de la Montaña, C.P. 14210, Ciudad de México. Teléfono: (01 55) 54 87 99 02.