KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

La mujer en la Iglesia

Autor: 
Manuel Olimón Nolasco
Fuente: 
Kénosis

1. Las mujeres y su lugar insustituible

El énfasis claro en el pontificado de Su Santidad Francisco es el del papel de los laicos en la comunidad cristiana, tanto en su ser como en su quehacer, es decir desde la identidad y dignidad que nace del Bautismo y en el mandato a difundir el Evangelio desde la vida. Dentro de este relieve, el Papa ha insistido de manera particular en las mujeres: en su singularidad, en su riqueza y su lugar insustituible en el mundo y en la comunidad cristiana como testigos del arraigo y de los valores de siempre y como dinamismos vivos hacia el futuro.

De entre las palabras que han sido dichas por él en diferentes lugares y ocasiones, transcribo algunas:

– “La mujer posee una sensibilidad, intuición y capacidades peculiares más propias que las del hombre...”

– “La mujer posee una capacidad única para adaptarse a las situaciones y salir adelante...”

– “Es necesario superar la cultura machista que no acepta el papel único de la mujer...”

– “La maternidad no es un problema, es un don...”

Al término de una reunión celebrada en el Vaticano sobre el papel de las mujeres principalmente en América Latina, el día internacional de la mujer, 8 de marzo de 2018, dejó plasmada esta frase a la vez evocadora y programática:

– “¡Muchas gracias a todas las mujeres que cada día tratan de construir una sociedad más humana y acogedora!”

2. Desde las fuentes del cristianismo

El reconocimiento de la dignidad femenina unido al de su singularidad, tiene raíces en la tradición más limpia del cristianismo, pero se ha visto empañada por los vínculos opresores del machismo cultural.

En la preciosa escena de Jesús en diálogo con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob, hay ya un rompimiento de la idea anquilosada de la mujer como tentadora y falta de capacidad de raciocinio; rompimiento demostrado en la incredulidad de los discípulos de que “estuviera hablando con una mujer”. El papel singularísimo de la Virgen María en el misterio de Cristo y de la Iglesia, es mucho más que una presencia pasiva, pues como lo expresó San Paulo VI rompiendo esquemas devocionales: “[...en ella] la mujer contemporánea, deseosa de participar con poder de decisión en las elecciones de la comunidad, contemplará con íntima alegría a María, que puesta en diálogo con Dios, da su consentimiento activo y responsable no a la solución de un problema contingente sino a la 'obra de los siglos' como se ha llamado justamente a la Encarnación del Verbo... comprobará con gozosa sorpresa que María de Nazaret, aun habiéndose abandonado a la voluntad del Señor, fue del todo distinto de una mujer pasivamente remisiva o de religiosidad alienante, antes bien, fue una mujer que no dudó en proclamar que Dios es vindicador de los humildes y de los oprimidos y derriba de sus tronos a los poderosos del mundo” (Marialis Cultus, 1974, núm. 37).

3. Invitación a reflexionar acerca de las mujeres en la Iglesia

La asamblea vaticana a la que he aludido, estuvo enmarcada en unos chispazos de comunicación bastante inusitados, que manifiestan felizmente el inicio de un camino de profundización enriquecedor del papel de las mujeres.

En primer lugar, se dio a conocer el libro de María Teresa Compte, docente de doctrina social en la Universidad Pontificia de Salamanca titulado: Diez cosas que el Papa Francisco propone a las mujeres. En el prólogo, escrito por el propio pontífice, él dejó caer esta “bomba”: “[...] Me inquieta ver cómo, comprendiendo de la Iglesia el papel de servicio al que es llamado todo cristiano, se convierte tantas veces, en el caso de las mujeres, su papel en servidumbre”.

Y a un lado de ese libro apareció un extraordinario suplemento femenino del diario vaticano L'Osservatore Romano que no sólo propone reflexiones de mucha profundidad acerca de las diferencias salariales entre hombres y mujeres o la “doble ocupación” de las mujeres, que trabajan y a la vez llevan las cargas domésticas, sino que también dedicó algunas de sus páginas a la cuestión de la maternidad “subrogada” (es decir, los “vientres alquilados” mediante contratos “legales”) que confunde la procreación y el nacimiento de nuevos seres humanos con un mercado y convierte la vida de estas mujeres explotadas en un simple “instrumento de producción y obtención de algunos recursos económicos a cambio de hipotecar su dignidad y aun el natural deseo de conservar al hijo que llevó en sus entrañas por nueve meses.

No obstante, el artículo que sin duda causó más impacto es la entrevista que Marie-Lucie Kubacki sostuvo con treinta religiosas cuyas tareas se realizan en instituciones eclesiásticas o en casas de obispos y cardenales. Leemos ahí́: “[...] Algunas de ellas, empleadas al servicio de hombres de Iglesia, se levantan al alba para preparar el desayuno y se van a dormir una vez que se sirvió́ la cena, se ordenó la casa y la ropa se ha lavado y planchado... En esta clase de 'servicio' las Hermanas no tienen un horario preciso o reglamentado como los laicos y su retribución es irregular, siempre modesta”. Pero, aunque eso tiene importancia, hay algo más importante: “[...]Muchas religiosas tienen la sensación que se hace mucho por valorar las vocaciones masculinas pero muy poco por las femeninas: 'Detrás de ello está presente la idea de que la mujer vale menos que el hombre, sobre todo en la Iglesia. El clericalismo mata a la Iglesia'”.

3. Un valiente comentario que hace pensar

A pocos días de la publicación del suplemento romano, apareció en el diario católico francés “La Croix” [“La Cruz”] un comentario reflexivo que convoca a no pasar de largo el asunto tratado. Leemos: “[...] Para Hermanas llegadas a Europa desde África, Asia o América Latina, las historias personales suelen ser complejas. Algunas familias pueden haberse beneficiado de la congregación religiosa: una madre enferma cuya curación se pagó, un hermano que pudo realizar sus estudios gracias a la superiora... Las religiosas se sienten en esos casos débiles, ligadas al agradecimiento... y se callan... La responsabilidad de tales situaciones no es solamente masculina, sino compartida. Por ejemplo, el rector de una universidad, conociendo a una religiosa especialmente dotada, solicitó que siguiera estudios teológicos; su superiora se opuso...”

Agrega más adelante: “[...] El asunto supera las relaciones hombres-mujeres: existe una desvalorización de las religiosas, sobre todo en el Sur del mundo... Se acumulan las discriminaciones, sobre todo porque la vida religiosa, por definición, ha de estar basada en lo contrario, en relaciones de reciprocidad, de igualdad, pues todos somos hermanos”.

4. ¿Qué podemos decir desde México?

Mi experiencia de más de cuatro décadas cercano al ministerio hacia las religiosas me hace decir, sin temor, que ellas son lo mejor que tiene la Iglesia de México en cuanto fe, entrega, capacidad creativa, cercanía con el pueblo sencillo y comprensión de los valores fundamentales del Evangelio. Estoy seguro que, reconociendo el valor de las mujeres católicas mexicanas, son, dentro de ellas, una porción particularmente valiosa a la que hay que conocer y apreciar mucho más de lo que lo hacemos. Estoy seguro también que tenemos mucho camino que andar para ello y que la valiente autocrítica que Su Santidad, el Papa Francisco, y las redactoras del suplemento femenino vaticano han iniciado también tendríamos que ponerla en práctica entre nosotros. ¿Nos atreveremos? Una deuda por pagar a la verdad y al futuro mejor de la comunidad cristiana nos espera.