KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

La Pastoral Universitaria y su intervención en la realidad social

Autor: 
Benjamín Bravo
Fuente: 
VP-Mx

Introducción

El propósito de este artículo es proyectar un camino para que la Pastoral Universitaria sea una forma de intervención en las realidades sociales. Reflexión que emana de la preocupación de las universidades de inspiración cristiana de nuestro país (AMIESIC) ante los frutos de la modernidad que suprimió la razón mítica y creó un modelo puramente secular.

Un antecedente de este supuesto aparece ya en el documento de Medellín en 1968, cuando había la queja de que las universidades latinoamericanas trasplantaron esquemas de países desarrollados con la triste consecuencia de no haber dado suficientes respuestas a los problemas propios de nuestro Continente… (Medellín 4,6).

1. Tomar en cuenta el pluralismo

Una posible solución que dan las mismas universidades católicas es “recuperar el sentido de que las acciones pastorales incluyan una visión intercultural”. Partir de una visión intercultural es suponer que en nuestro país existen culturas plurales de las que la Oficina de Pastoral Universitaria tendría que ser consciente. Cada cultura, o sea, toda búsqueda de sentido, tiene su propio lenguaje. Unos son lenguajes no-verbales como es el caso del lenguaje corporal y el simbólico; otros son lenguajes verbales, como son el racional, el científico, el técnico, el electrónico-cibernético y el escolástico o de cristiandad (EG 74; SD 268; DP 1060.1054). En esta intervención me referiré a las búsquedas de sentido último, es decir, cuando el ser humano experimentando una situación límite en su vida, tiende a asirse del núcleo de su cultura que es la religión.

2. El pluralismo y la Pastoral Universitaria

El cristianismo histórico se transmite en la mayoría de las universidades en el lenguaje cultural de cristiandad y no pocas veces en verdades estructuradas en lenguaje escolástico. La mayor parte de este lenguaje verbal se remonta a los catorce primeros siglos de la Iglesia. Por ejemplo, se tiene una capilla dentro del claustro universitario en donde se celebra la Misa, se ofrecen sacramentos –Bautismo, Reconciliación, Eucaristía–, tandas o cursos de espiritualidad; se reparte ceniza; se organizan misiones en las que se va a comunidades lejanas de manera confesional: dar catecismo de “Primera Comunión” a niños que no la han hecho; a descubrir parejas amancebadas para que reciban el sacramento del Matrimonio; a visitar enfermos para llevarles el Viático, a celebrar la liturgia del Jueves, Viernes santo y el Domingo de resurrección… El mismo grupo de misioneros y/o misioneras durante este tiempo vive su fe con oraciones, ritos y celebraciones católicas. El año siguiente se elige otro lugar de misiones repitiendo la misma dinámica, pues se supone que el pueblo visitado el año anterior ya dio de sí. Algunas universidades acostumbran organizar acciones de apoyo social, que tienen ya un cierto carácter de intervención intercultural.

3. Ciencia y religión

A partir del siglo XV se va planteando en las universidades europeas el postulado de que la ciencia es verdaderamente científica si excluye por principio la pregunta sobre Dios, ya que la sola razón basta para que el ser humano llegue a la verdad plena, a existir en plenitud. Por lo mismo, no es correcto que la teología tenga a la razón como ancilla, como sucedió con la filosofía escolástica. La consecuencia fue no sólo excluir del elenco de materias la teología y la filosofía escolástica, sino del mismo recinto universitario. Ambas materias continuaron enseñándose en los monasterios y seminarios. La ruptura de la fe y la razón se había gestado. Los teólogos católicos no se interesaron por crear un puente entre la ciencia y la fe; condenando con frecuencia las posturas racionalistas. Así el cristianismo histórico no fue “envasado” en lenguajes científicos y técnicos. La biología, la química, la física, la sociología, la paleontología, la antropología, la psicología, por citar algunas, eran ciencias que no merecían ser iluminadas por la teología.

El Papa Francisco plantea a lo que se ha llegado con esto: “El cristiano ya no es el promotor y generador de sentido; sino más bien recibe orientaciones de otras culturas frecuentemente en contraste con el Evangelio (EG 73), que ya han aprendido a vivir sin Dios y sin la Iglesia, generando en los que sí creen, una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana… entonces las tareas evangelizadoras se vuelven forzadas dándoles tiempos muy limitados” (EG 79). Es entonces cuando dentro de la universidad católica y la de inspiración cristiana aparece la materia de teología como gueto, con un nombre velado, ajena a los grandes problemas que la ciencia y la técnica plantean al estudiante. Y por su parte los lenguajes científicos, técnicos y cibernéticos se sienten los amos y señores, tentados a absolutizarse y servir de base a una ideología materialista. Hay que reconocer sin embargo que hay loables experiencias de diálogo entre maestros creyentes e increyentes y ateos. 

4. La crisis del lenguaje conceptual fruto de la razón

Creo, sin embargo, que ambos lenguajes culturales, el de la fe y el de la razón, son igual de racionales. La verdad científica y técnica lograda a base de razonamientos no engendra un compromiso con la sociedad; como tampoco la verdad cristiana en forma de conceptos. Hechos históricos recientes lo han probado: ¿Quién iba a creer que los centroeuropeos, paladines del pensamiento racional, del avance científico-técnico y del estudio del lenguaje iban a ser tan racional-bestiales en las guerras del siglo XX y más en el llamado “Holocausto”? ¿Por qué la razón no dio razones para evitar no sólo las matanzas masivas de inocentes sino el deleite de asesinar y de destruir la naturaleza, la atmósfera, los animales? ¿Por qué los que se decían paladines del pensamiento y del progreso fueron capaces de realizar esta hecatombe? ¿Por qué su tecnología se hizo arma de muerte y no de vida? ¿Por qué escribieron tanto sobre las bondades de la racionalidad y no se percataron que el logos, las palabras y los libros, no generan acciones coherentes con las ideas escritas? En una palabra, la razón, con sus honrosas excepciones, no hace bondadosas a las personas. 

Estos planteamientos han llevado a no pocos pensadores a ahondar en una ruta  desdeñada por la ola de la modernidad: integrar el cuerpo como parte medular de la realidad misma que empata de forma natural con la otra parte de la realidad que es el mundo; y así llegar a reconocer que el cuerpo es racional y que la racionalidad es corpórea, que el cuerpo es nuestro contacto humano con la totalidad del mundo espacio temporal que nos rodea.  El ser humano es animal, no sólo animal racional, sino animal emocional. Del cuerpo depende el verdadero significado de la realidad. “Las explicaciones objetivistas del significado y la racionalidad han ignorado e infravalorado el cuerpo humano y sobre todo las estructuras de la imaginación y la comprensión que surgen de nuestra experiencia corpórea”.  

5. El nuevo paradigma de la Pastoral Universitaria

La cultura fincada en la Modernidad, considerada universalmente válida, clara y exacta, da así un giro humano, sobre todo, como se dijo, después de las guerras mundiales. El proyecto del progreso deja de ser planteamiento fundacional. El cambio de paradigma no es otro que el desplazamiento del valor de la razón al cuerpo. La significación humana de nuestra realidad se articula primeramente en un momento anterior al racional, que da en llamarse “lenguaje natural”, que es un lenguaje no exclusivamente lingüístico y formal, sino entremezclado con lo prelinguístico visual, gestual, tonal, gustativo, y sobre todo táctil, es decir, lenguaje corporal-simbólico. “La razón no es pues desde el principio exclusivamente racional. Las emociones pueden ser más razonables. “Gracias a la razón sensible, la razón se vuelve razonable”. 

Después de este momento netamente corporal, inicia la razón racional.  Si hasta ahora sólo este segundo momento era considerado “inteligencia”, ahora es inteligencia desde lo sensible, “inteligencia sentiente”. La razón que interpreta la realidad sin haber tenido la práctica de que el cuerpo toque y sienta, es muy difícil que se haga actuación bondadosa.

Este planteamiento ayudaría a terminar con la idea de que el ser humano se asemeja a Dios sólo por su inteligencia racional y no también por su cuerpo. No hay duda que “la teoría surge de la vida, pero una vez que se ha establecido y consolidado como conciencia teórica resulta que cosifica la realidad y nos separa de la vivencia originaria, expoliándola de la vida”.  “La apertura primordial del hombre al mundo, no es, por eso, fruto de un acto expreso del sujeto, sino más bien de un estado o situación de hecho, independiente de él, y que lo liga indisolublemente al mundo en una unidad pre-objetiva, pre-personal; imbricamiento que hace viable el diálogo íntimo y la comunicación vital, anterior a la cogito-cogitatio”.  

6. El cuerpo unifica la diversidad cultural

Estamos en condiciones de establecer el siguiente postulado: El cuerpo es el primer elemento natural que cada cultura usa en la elaboración de sí misma; el animal symbolicum está abierto a cultivarse”.  El cuerpo, proto-símbolo, crea símbolos. Todo el cuerpo toca, “tacta”, con-tacta. La mano soba, roza, presiona, se mueve, acaricia, tiene que ver con  creación de cultura, “traduce” sentires, por ejemplo, en las bellas artes. La vista “pesa”, “penetra”, “mide”, “mata” y así crea cultura; no se diga el olfato y el gusto que huele y “prueba”, saborea y crea cultura culinaria. Con todo, el tacto es el “gran sentido” que concentra todos los demás sentidos. “Si no hacemos la experiencia del tocar, no conocemos nada. Todo tiene consistencia a través del tacto. No tener tacto es morir. “Tocarse a ti” es una aberración lingüística. “Tocarnos es tocarnos y tocarme a mí”. Nos constituimos en tocarnos: veo tocando; huelo tocando; saboreo tocando…  Cultura es pues lo que nosotros hacemos con el mundo. Es lo que añadimos a lo dado, la naturaleza. Lleva el sello de nuestra creatividad, de hacer más de lo que nos ha sido dado. Damos sentido al mundo, interpretamos sus maravillas y su horror. Y hacemos algo con él.  Por eso dijimos anteriormente: La cultura es la actividad de dar sentido. 

Gracias a la corporeidad humana las cosas de la realidad cobran significación para nosotros; y gracias a todos los componentes del cuerpo –los cinco sentidos, la movilidad, el sentido común, los sentimientos, la evocación, la imagen, el afecto, el imaginario, la psiqué– somos capaces de razonar los significados corporales y entonces emprender acciones.

7. La intervención social

Podría afirmarse que la intervención social de cualquier universitario empieza cuando mete, sumerge su cuerpo en un espacio y tiempo distintos al propio; cuando entra en contacto con otros “totalmente otros”, cuando se sitúa en un mundo ajeno al propio. Tocar personas, cuyos cuerpos debido al abandono y al empobrecimiento, viven realidades distintas a mi cuerpo en cuanto a sus olores, comidas, bebidas, enfermedades, vestimenta, en sus formas de dormir, defecar, descansar, trabajar, viajar…, lleva al estudiante a comparar y confrontar sus propias formas de hacer esto mismo. Todos los componentes de su cuerpo, incluido el yo-psíquico, son sacudidos y confrontados por el cuerpo empobrecido, lo que genera casi siempre afecto y com-pasión.  

Rozar el cuerpo de otro implica al mismo tiempo ser rozado por el cuerpo de ese otro. En este rozar hay una reciprocidad, se reduce la distancia entre dos; y esto es el principio del proceso vital del amar y del conocer. Así al tocar otro cuerpo, mi cuerpo es tocado y siente pena o tristeza o alegría o vergüenza o vigor. Esto, porque la sensibilidad es energía vital que alimenta cada proceso afectivo; porque la sensibilidad, que es de un animal que es racional, es alimento del yo psíquico. Así mismo, el hecho de sentir, de tocar la realidad es una acción del cuerpo que echa a andar la imaginación. No es una reacción mecánica del cuerpo, o sea, siempre de la misma forma e intensidad, sino cada vez es distinta la forma como siente la realidad, consecuentemente en cada ocasión la interpreta de manera diferente.

Motivar a los alumnos y maestros universitarios a salir de “su” lugar y moverse a con-vivir con cuerpos distintos al propio en períodos del año escolar como los fines de semana, “puentes”, vacaciones de Semana Santa y de verano, es tarea primordial de la Pastoral Universitaria. Buscar y elegir pueblos de indígenas y campesinos, que se constituyen de manera permanente en “pueblos hermanos” de la universidad; evitar confundir esta actividad como parte del “trabajo social” curricular; anunciar las bondades de esta experiencia en relación a ellos mismos.

Se trata que un alumno viva la vida del cada día con una familia del lugar elegido. Gracias a esto, el cuerpo que tomó la iniciativa en tocar, se siente ahora tocado. Esta experiencia despierta en uno y otro cuerpo, sentimientos, evocaciones, imaginarios nunca antes sentidos, y aún afectos que pueden ser principio de un relacionamiento permanente en que se imaginan, desde su cultura –científica, técnica, cibernética, electrónica–, otra forma de vivir. Por su parte, el anfitrión expresa con su cuerpo y sentidos, símbolos que encarnan atención, generosidad, desprendimiento, calidez, alegría, compartir… La bondad en ambos “corazones” ha nacido.

Después de esta experiencia se regresa al aula en la que los agentes de la Pastoral Universitaria invitan a los que participaron a reflexionar sobre la experiencia vivida. Poco a poco se plantea la posibilidad de convertir dicho pueblo en “laboratorio” de algunas de las materias que se enseñan en el programa de estudios académicos. 

La intervención social empieza a ser entonces de ida y vuelta. Paulatinamente se convierte en una actividad que se realiza de manera formal u organizada, que intenta responder a necesidades sociales y, específicamente, a incidir en la interacción de las personas, aspirando a una legitimación pública o social.  De esta manera se enriquecen no sólo la ciencia y la técnica que se estudia, sino sobre todo el sentido de sus propias vidas.  

El Papa Francisco lo dice de manera esperanzadora: “Saliendo al encuentro de estas pobrezas sociales nos convertimos en protagonistas de acciones constructivas que se oponen a las destructivas de los conflictos violentos y también a la cultura del hedonismo y del descarte, basada en los ídolos del dinero, del placer, del aparentar… En cambio trabajando con proyectos, incluso pequeños, que favorecen el encuentro y la solidaridad, recuperamos juntos un sentido de confianza en la vida. Y la Universidad también puede ser el lugar donde se elabora la cultura del encuentro y de la acogida de las personas de diferentes tradiciones culturales y religiosas. La solidaridad, no proclamada con palabras, sino vivida concretamente, crea paz y esperanza entre los diversos”. 

8. ¿Qué aporta el cristianismo al cuerpo?

La cultura de cristiandad, propia frecuentemente de los directivos (dueños) de la Universidad, se empieza a sustituir por nuevos odres en que se deposita el vino nuevo evangélico. Se da así un retorno al cristianismo histórico, en el que la fe se basa en un cuerpo, en el cuerpo muerto y resucitado de Jesucristo. Hay cuerpos que poseen una especial calidad porque son de Jesucristo. Él mismo decidió seleccionarlos como sus cuerpos en todo tiempo y lugar. Concretamente, el cuerpo hambreado, el carente de agua para beber y lavarse, el cuerpo desnudo que siente necesidad de vestirse, el cuerpo migrante, el que no tiene acceso a la salud mínima y el que está preso. “Lo que hagan a uno de éstos, lo hacen conmigo” (Mt 25,31). Jesús mismo explicita la forma de “acercarse” con el propio cuerpo a tocar estos cuerpos (Lc 10,34) y así convertirnos en samaritanos (Lc 10,25-37), ya que en la parábola, paso a paso, nos invita a ser “buenos samaritanos”.  El acercamiento y el tocamiento de estos cuerpos hacen reaccionar el corazón, el cor(dia), ante ese miser (miserable), en forma de una fuerza o virtud llamada miseri-cordia, que es “la mayor de todas las virtudes” (EG 24). Y en el cristianismo hay una razón más que nos mueve el corazón: “haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva con nosotros” (EG 24). Aunque por mucho tiempo la olvidamos, “es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia”  (…). La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo (EG 24); pero al ser misericordiosos, “no hay que contribuir a crear círculos viciosos que sean funcionales a un sistema económico inicuo. Se requiere que las obras de misericordia estén acompañadas por la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya elevando el nivel de vida de los ciudadanos, promoviéndolos como sujetos de su propio desarrollo. 

En 1978 la Iglesia latinoamericana, en la reunión de obispos que se realizó en Puebla, México, precisó los cuerpos de mayor calidad en este momento histórico; cuerpos muy concretos en los que deberíamos de reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor: “…niños golpeados por la pobreza desde antes de nacer por obstaculizar sus posibilidades de realizarse a causa de deficiencias mentales y corporales irreparables; los niños vagos y muchas veces explotados de nuestras ciudades; jóvenes desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad; frustrados sobre todo en zonas rurales y urbanas marginales; indígenas y con frecuencia afroamericanos que viviendo marginados y en situaciones inhumanas, pueden ser considerados los más pobres entre los pobres; campesinos que, como grupo social, viven relegados en casi todo nuestro continente, a veces, privados de tierra, en situación de dependencia interna y externa, sometidos a sistemas de comercialización que los explotan; obreros frecuentemente mal retribuidos y con dificultades para organizarse y defender sus derechos; subempleados y desempleados, despedidos por las duras exigencias de las crisis económicas y muchas veces de modelos de desarrollo que someten a sus trabajadores y a sus familias a fríos cálculos económicos; marginados y hacinados urbanos con el doble impacto de la carencia de bienes materiales, frente a la ostentación de la riqueza de otros sectores sociales; ancianos, frecuentemente marginados de la sociedad del progreso, que prescinde de las personas que no producen”. 

Pocos años después, en 1992, se reafirmará la convicción de que “los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo”.  Así los obispos reunidos en Santo Domingo describen, sin pretenderlo, el panorama de lo que son en realidad las grandes ciudades latinoamericanas y del llamado “tercer mundo” cuando dicen: “Los migrantes, las víctimas de la violencia, los desplazados y refugiados, víctimas del tráfico de personas y de secuestros, los desaparecidos, los enfermos de VIH y de enfermedades endémicas, los tóxicodependientes, los adultos mayores, niños y niñas que son víctimas de la prostitución, pornografía y violencia o del trabajo infantil, mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual, personas con capacidades diferentes, grandes grupos de desempleados(as), excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en las calles de las grandes urbes… (DA 402).

El lenguaje de la samaritanidad con estos cuerpos “despojados, golpeados y abandonados” (Lc 10,30) es la oferta cultural de la universidad de inspiración cristiana y de la católica, hoy día. Es su nuevo lenguaje. Es el cristianismo del Papa Francisco. Es, como se dijo, un lenguaje “esperanto”, que todas las otras culturas entienden, si no en su totalidad, sí lo suficiente para redescubrir, recuperar, revivir o recrear esta manera de ser y de actuar, en su propia  cultura. Las otras culturas lo pueden llamar con otros nombres, pues interpretan esta misma acción desde sus convicciones y puntos de vista. Tocarse los cuerpos derrumba muros y fronteras culturales.

En el fondo se prueba que el cuerpo, lo animal del ser humano, es el mismo en todas las culturas por más diversos que sean en sus lenguajes culturales.

Los lenguajes racionales, verbales –en los hechos– han tardado siglos en ponerse de acuerdo y han logrado muy poco. El intercambio de razonamientos y reflexiones con miras a encontrar una verdad común que mueva a la acción bondadosa, apenas y se ha dado. 

El Papa Francisco señala la postura que existe con frecuencia en nuestra cultura católica: “Algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto el Evangelio nos invita a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo” (EG 88).

Abandonarse al cuerpo en este cometido es el último recurso que le queda al ser humano para no llegar a la polarización de las culturas.

“Felices los que saben ponerse en el lugar del otro, en los que tienen la capacidad de abrazar, de perdonar”. 

Acerca del autor: Benjamín Bravo es Doctor en Teología Pastoral por la Universidad Pontificia de México (UPM), con la tesis: “Simbólica Urbana y Simbólica Cristiana. Puntos de convergencia para la inculturación del Evangelio en la urbe hoy” (2008). Profesor de Pastoral en la Universidad Pontificia de México (UPM). Profesor de Introducción a la Pastoral, Pastoral Urbana y Religiosidad Popular en el Instituto de Formación Teológica Intercongregacional de México (IFTIM). Profesor visitante del ITEPAL del CELAM en Bogotá, Colombia. Asesor de Pastoral en la Arquidiócesis de México. Párroco de San Sebastián en la Ciudad de México.