KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

“Mi familia no quiere a mi novio porque es divorciado”

Autor: 
P. Emmanuel
Fuente: 
LFC-Mx

Padre Emmanuel:

Antes que nada le envío un cordial saludo y le agradezco de antemano su amabilidad por responder mi carta. Me llamo Rosario y le escribo debido a que mi familia no quiere a mi novio porque es divorciado.

Lo conocí en el trabajo y él es una persona muy educada y atenta. Ambos tenemos 28 años y hace seis meses comenzamos nuestra relación. Él se casó muy joven y su matrimonio fue de tres años. Tiene un hijo que vive con su expareja y él lo visita frecuentemente. En general, él y su exesposa mantienen una sana relación de amistad.

Cuando comenzamos nuestro noviazgo se llevaba muy bien con mis papás y mi hermano mayor, pero después de que les conté que es divorciado todo cambió. No se comportan groseros con él, pero ya no son tan amables como antes, y a mí me han insistido en que termine mi relación y que busque a una persona sin un matrimonio en su pasado.

Desde que era pequeña, uno de los grandes sueños de mi madre era verme llegar al altar de blanco y como mi novio se casó por la Iglesia no podemos casarnos ante los ojos de Dios porque mi mamá dice que “un matrimonio es para toda la vida”.

Él ya está divorciado legalmente, pero a mis padres les gustaría que yo me casara por la Iglesia. Mi novio y yo somos católicos, aunque le confieso que no sabemos muchas cosas de nuestra religión y no sé si podemos hacer algo al respecto. Padre, le ruego su asesoría en esta cuestión.

Si le soy sincera a mí también me gustaría casarme por la Iglesia, pero si ya no se puede de todas maneras me gustaría formar una familia con mi actual pareja.

También me gustaría pedirle su consejo para convencer a mis papás de que un hombre divorciado no es mala persona y que yo puedo ser feliz a lado de mi novio. No importa si sólo nos casáramos ante la ley de los hombres.

Le agradezco mucho su tiempo, padre Emmanuel, y espero que me pueda dar un consejo para mi caso. 

Atentamente: Rosario.

RESPUESTA a la carta:

Estimada Rosario:

Qué bonito nombre el tuyo que nos recuerda la corona del santo Rosario con peticiones y alabanzas a la Virgen María, madre del Señor Jesucristo. No sé si sepas que hay una imagen dedicada a la Virgen del Rosario que lo lleva en sus manos como invitándonos a rezarlo; si vieras cuántas gracias se obtienen al rezarlo.

Entremos a los asuntos planteados en tu carta.

Desde que la leí y la iba reflexionando, me daba vueltas una pregunta en mi cabeza: “¿El pretendiente de Rosario habrá procedido a la separación legal pero también a la separación ante la ley eclesiástica ahora que pretende matrimonio con una persona diferente?

El plan original de Dios sobre el matrimonio

Jesucristo explicó a sus contemporáneos que si bien Moisés, uno de los guías más notables del Pueblo de Israel, a quien tocó entregar el decálogo con los diez Mandamientos, había autorizado “dar certificado de divorcio” a la mujer cuando un hombre la repudiaba por alguna razón contemplada en la misma Ley judía, que eso era una concesión particular por la dureza de corazón del hombre que pedía la separación. Pero al principio (es decir en el plan original de Dios) no eran así las cosas. La idea original era que el hombre y la mujer, comprometidos en matrimonio por amor, permanezcan unidos no sólo en las buenas, sino también en las difíciles; recurriendo a su amor de pareja cuando se presentan los problemas.

“Por eso, concluye Jesús, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. (Génesis 2, 24; Mateo 19, 5; Carta a los Efesios 5, 31).

Cuando la pareja humana se casa

Cuando dos personas se conocen y se enamoran y se frecuentan se dicen novios, pero cuando ya se casan se les dice esposos o cónyuges.

El término cónyuge hace referencia a estar atados al yugo que los mantiene unidos, es decir que el hombre y la mujer quedan unidos por el yugo del amor, su voluntad y la bendición de Dios. El yugo es esa madera maciza y dura que, en la agricultura primitiva, mantenía unidos a los dos animales que abrían la tierra para sembrar la semilla que dará vida. Esa madera no permite que cada animal jale por su lado, sino que, en una misma dirección, unan su fuerza para abrir el surco, a veces duro, para poder sembrar.

Entendamos que la semilla que siembran los esposos es la de su propia realización como esposos y la de los hijos. Traer hijos a este mundo no se limita al acto biológico de dar la vida, sino que requiere estar unidos con amor para alimentarlos, cuidarlos y educarlos para la vida. Es necesario que los dos papás compartan el yugo y no está bien que dejen la responsabilidad a uno solo de los padres porque cada uno de ellos es insustituible para el bebé. Pareciera que la mamá es la que lleva la carga más pesada por la crianza, pero es inexacto porque la ausencia del padre marca negativamente a los hijos creando inseguridad y avergonzando al niño o niña cuando sus compañeritos en la escuela se dan cuenta que no tiene papá o mamá, haciéndolo motivo de burla o desprecio. La figura del padre es muy necesaria para los hijos; el hombre, que llega cansado del trabajo, tiene que lidiar un poco con los pequeños para que éstos lo sigan queriendo y aprendan a confiar en él, y dar a la esposa la oportunidad de descansarse un poco de la atención que todo el día les ha brindado. Los niños sienten que no basta proveerlos, quieren convivir con sus padres.

Es bueno que ante diversas situaciones difíciles que tienden a provocar el rechazo de la pareja y la separación, se dialogue abiertamente para tomar alguna decisión que ayude a mejorar y no salir corriendo para “ponerse a salvo”.

Cuando la pareja humana “se descasa” 

Es ruin, cobarde y egoísta el esposo o la esposa que abandonan el hogar, dejando solo o sola a quien fuera su consorte con o sin hijos, pues al dar su palabra de matrimonio ilusionan al otro y, abandonándolo, le destrozan la vida y su proyecto. La sociedad usa el término “divorcio”, que en el fondo significa ruptura, fracaso, mostrando incapacidad para vivir junto a alguien con quien se pensaba permanecer unido formando un hogar, como si no hubieran tenido tiempo y modo para conocerse, aceptarse, amarse y jurar el compromiso. Cabe recordar que cuando hay engaño o dolo (abuso y mala fe) un matrimonio es ilícito e inválido y es causa de separación también ante la Iglesia.

Al solicitar el matrimonio por la Iglesia, se está solicitando un sacramento 

El compromiso de una mujer y un hombre que se aman y deciden vivir en pareja es tan sublime, que Jesús dejó instituido el sacramento del matrimonio para bendecir el juramento y la unión de los contrayentes que ahora formarán una pareja unida en santo matrimonio. 

Sacramento quiere decir “signo de”. El matrimonio es signo del amor incondicional que Cristo tuvo a la humanidad alejada de Dios, y entregó su vida para “reunir a los hijos de Dios dispersos” (Consultar en la Biblia: Ezequiel 37, 21).

San Pablo, predicador del Evangelio de Jesucristo en latitudes enormes hasta sus 67 años, dejó afirmaciones importantes sobre el matrimonio cristiano. Una de ellas es: “Grande misterio es éste, lo digo en orden a Cristo y a su Iglesia”, (Efesios 5, 31-32) porque así como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella hasta la muerte y muerte de cruz, así es el matrimonio cristiano. El amor en los esposos debería ser tal que uno debería estar dispuesto a morir por el otro, si fuera necesario.

Un sacramento da la gracia de Dios. El del matrimonio da gratuitamente la fuerza moral a los esposos para que perseveren unidos; ellos no están solos, Dios y Cristo están de su lado, el problema muchas veces es que con el último con quien contamos es con Dios; primero nos ponemos a hacer cálculos humanos (a veces convenencieros) y ya cuando estamos sufriendo nos acordamos de él. Y no es que no se puedan arreglar las cosas; lo que pasa es que nos falta fe, no confiamos en Dios o en Cristo y nos rendimos ante un problema o conflicto fuerte. Puede haber parejas incompatibles, pero aun ahí la gracia de Dios puede dar fortaleza si se le pide; se llama “gracia de estado” a la ayuda especial que necesitan los casados para sobrellevar las cargas del matrimonio.

¿Qué hacer en el caso planteado?

1. Mientras uno de los dos cónyuges mantenga unión jurídica eclesial con el otro, no puede casarse con nueva persona (las parroquias llevan rigurosos registro de cada matrimonio).

2. Pero: los que han sido casados por la Iglesia y deciden separarse, deben acudir a la Oficialía de Matrimonios para que un tribunal eclesiástico revise su historial y vea si la unión es legítima y de buena fe, subsistiendo el compromiso; o bien declarando su nulidad (no divorcio); nulidad quiere decir que, por alguna razón no hubo matrimonio y procede la separación.

3. Para iniciar este proceso deberá acudirse al sacerdote responsable de la parroquia donde suelen acudir ustedes, quien dará la orientación y los datos necesarios para acudir a las oficinas de la diócesis correspondiente donde se aloja la Oficialía de Matrimonios. El proceso puede durar algunos años y tiene un costo mediano. El Papa, en la exhortación apostólica Amoris laetitia, sobre el amor humano, en el número 241, exhorta a que los tribunales de la diócesis agilicen el proceso y cuando las personas no pueden pagar que las atiendan gratis.

Algunas parejas prefieren dejar las cosas a la deriva evitando trámites “incómodos”; a lo más acuden a la instancia civil para “protección conveniente” y dejan de lado lo eclesiástico como si fuera algo circunstancial, como si Dios y la fe en Jesús fueran poco importantes.

4. Se supone que para entonces se han agotado los diálogos en la pareja para tomar una decisión que afecta intensamente sus vidas. Si no les importa la unión no eran aptos para el matrimonio pues no le dan sentido ni valor. No se entiende por qué se casaron: ¿Costumbre? ¿Conveniencia? ¿Deseo de los padres, abuelos u otro familiar? ¿Algún otro interés?

5. Conviene que los que están en proceso de revisión de su compromiso matrimonial, se acerquen a Dios en la Confesión, la Eucaristía y la oración intensa, suplicando la ayuda especial del Señor y de la Virgen María.

Amable Rosario, llegamos al final de esta respuesta. Te invito a compartir esta respuesta con tu pretendiente así como con tus padres y en particular a tu mamá infórmale que el Papa ha pedido a los sacerdotes (y por tanto a la familia) que no traten a los separados, abandonados o divorciados como excomulgados, por el contrario, que los acerquen a la vida de la Iglesia y les ayuden a sobrellevar la carga de su matrimonio fallido; y que Dios no niega sus bendiciones cuando se procede de buena voluntad. (Amoris laetitia, núm 243). Dile a ella que mejor les ayude a rogar ante Dios para que todo tenga una positiva solución.

Espero haber sido claro y si quedaran dudas no dudes en seguir escribiendo a La Familia Cristiana o pregúntale a cualquier sacerdote de tu confianza. Pido a Dios que te dé luces para resolver satisfactoriamente tu noviazgo para que encuentres alegría y realización de esposa y de madre si llegan los hijos. 

Atte. Padre Emmanuel.

Evangelizando a la Familia.

Fuente: Revista La Familia Cristiana, Abril 2021.