KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

¡Mi novio me pidió matrimonio, pero es de otra religión!

Autor: 
P. Emmanuel
Fuente: 
La Familia Cristiana - Mx

Estimado Padre:

Escribo desde el Estado de Veracruz. Tengo un noviazgo ya de tres años con un chico, pero él es de religión cristiana-protestante. Hace unos días mi novio me pidió que me case con él. Mi primera impresión fue de alegría, pero yo no quiero convertirme a su religión. Estoy contenta y orgullosa con el catolicismo, pues incluso mi papá es ministro de la Sagrada Comunión.

Mi novio me ha platicado tanto sobre su religión (aunque yo sé que es tan sólo una secta), y me disgusta enormemente el darme cuenta que muchas cosas de lo que hacen es para agradar a su pastor y no a Dios. Incluso una vez lo acompañé a sus ritos y vi cómo su pastor los juzgaba y los ponía en mal entre el público… casi todo lo que pasa en sus familias lo debe saber el pastor. Eso a mí no me gusta.

Hasta donde yo sé, mi novio y su familia eran católicos, pero un pariente de ellos les llenó la cabeza de cosas y ahora están en esa religión.

Mi novio me insiste en que también me cambie de religión para poder llegar a ser felices. Pero cuando me dice eso me pongo triste, porque también me amenaza con que no permitirá imágenes en mi casa y “cosas que no tienen que ver con Dios”. Él asegura que nosotros los católicos estamos equivocados, que rompemos la Ley de Dios; que no hemos de adorar imágenes de santos ni a la Virgen María. Padre, cuando él me habla así, yo lo respeto, pero a la vez me enojo, aunque sé que si me pongo a discutirle quien terminará condenándose soy yo, porque Dios nos manda que nos amemos.

La madre de mi novio no está de acuerdo con el noviazgo que llevamos. Incluso le dijo a él que si quería casarse conmigo pensara las cosas, porque si él se volvía católico tendría que olvidarse de ella y de su familia. Padre, la verdad no se me hace correcto que su mamá lo amenace y lo condicione. Pero lo más grave es que no sé qué contestar a la petición de matrimonio. Yo no quiero dejar mi Iglesia; mis padres son muy apegados a la religión y, por tanto, sabemos de lo maravillosa que es nuestra fe.

Además, tengo la duda de si la Iglesia permite este tipo de matrimonios. Me he acercado a mi párroco para platicar con él, pero no tiene tiempo. Y si me llegara a casar con mi novio, cómo le haría para permanecer como católica. Incluso, si me llego a casar con él, mi deseo es que nuestros hijos sean católicos, pero le aseguro que eso jamás lo permitirá mi novio.

Una cosa más: mi novio y yo llevamos una muy bonita relación, nos entendemos, nos comunicamos bien, y creo que ambos nos sentimos con la madurez suficiente para poder formar una familia y queremos dar el siguiente paso, pero en verdad que sí es un poco dificultosa la situación.

Padre, espero pueda darme un consejo por favor.

Atentamente: Liz.

 

Estimada Liz:

Qué bueno que estás viviendo un noviazgo satisfactorio en cuanto a tu relación de pareja –como dices– pues tú y tu novio se entienden, se comunican y se sienten en grado de asumir un compromiso para la vida, como lo es el matrimonio y de hecho ya te pidió que se casen, lo cual te ha llenado de alegría pero también te puso a pensar en cosas serias. Aquí está el “pero”: él es de otra religión. 

Comienzo asentando la parte jurídica de la respuesta, la cual tiene que ver con tus preguntas acerca de si la Iglesia permite este tipo de matrimonios y de cómo podrás seguir siendo católica y de que los hijos que ustedes tengan puedan ser católicos.

Lo que ustedes pretenden efectuar se denomina “Matrimonio Mixto”, es decir el contraído entre dos personas bautizadas, de las cuales una ha sido bautizada en la Iglesia católica y la otra está vinculada a una Iglesia o comunidad eclesial que no está en plena comunión con la Iglesia católica. Dado que ustedes están bautizados, el matrimonio, por tanto, es sacramental.

Te transcribo a continuación los criterios a los que debes atenerte para proseguir tu noviazgo y eventualmente llegar a un buen matrimonio.

Sobre los matrimonios mixtos

Está prohibido, sin licencia expresa de la autoridad competente, el matrimonio entre dos personas bautizadas, una de las cuales haya sido bautizada en la Iglesia católica o recibida en ella después del bautismo y no se haya apartado de ella mediante un acto formal, y otra adscrita a una Iglesia o comunidad eclesial que no se halle en comunión plena con la Iglesia católica.

Si hay una causa justa y razonable, el Ordinario del lugar (Obispo) puede conceder esta licencia; pero no debe otorgarla si no se cumplen las condiciones que siguen: 

a) Que la parte católica declare que está dispuesta a evitar cualquier peligro de apartarse de la fe, y prometa sinceramente que hará cuanto le sea posible para que toda la prole se bautice y se eduque en la Iglesia católica.

b) Que se informe en su momento al otro contrayente sobre las promesas que debe hacer la parte católica, de modo que conste que es verdaderamente consciente de la promesa y de la obligación de la parte católica.

c) Que ambas partes sean instruidas sobre los fines y propiedades esenciales del matrimonio, que no pueden ser excluidos por ninguno de los dos. (Referencia: www.aciprensa.com/Familia/matrimixtos.htm,18 de abril de 2016)

Sobre este último inciso cabe recordar que el Código de Derecho Canónico que nos había regido hasta 1917 fue renovado en 1983. El de 1917 decía que el fin primario del matrimonio es la prole (descendencia) y la educación de los hijos y en segundo lugar la felicidad de la pareja; el Código renovado de 1983 puntualiza que el fin primario del matrimonio es la felicidad de la pareja y en segundo término los hijos y su educación.

Ahora, veamos algunos detalles de tu carta:

En tu carta me dices explícitamente: “No quiero convertirme a su religión”. De hecho, de ningún modo estás obligada a ello. Hazle saber que una cosa es el matrimonio y otra el cambiarse de religión. Él te insiste pero no estás obligada, pues la fe es un asunto de libertad y si en verdad les interesa unir sus vidas deberán hacerlo con total libertad y buena voluntad; lo contrario impide la unión o la invalida y lleva a un malestar permanente.

Por lo demás, tú dices que estás contenta y orgullosa con el Catolicismo y que, incluso, tu papá es Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión. En efecto: todos los que tenemos religión decimos siempre que es la mejor. Ojalá no sólo lo digamos sino que la conozcamos y la vivamos, para no mentir o fantasear. En cuanto a la Católica romana, nos preciamos de no tener interrupción apostólica; Jesús no dejó acéfala a la comunidad de discípulos, dejó a Simón Pedro como cabeza de los Doce y de las comunidades creyentes que se iban conformando; la Unidad es en torno a Cristo pero custodiada y promovida por los apóstoles y sus lugartenientes a quienes ellos les imponen las manos. En cuanto a la Biblia, hay diversas traducciones de los textos originales (hebreo-arameo y griego) según diversas escuelas y aportes de investigaciones en continuo progreso; esas traducciones son constantemente actualizadas con el propósito de favorecer la comprensión contemporánea a la Palabra de Dios que germina y rinde fruto (30, 60 o 100 por ciento) en los diversos terrenos donde es esparcida (cada oyente tiene que confrontar su vida personal con la Palabra de Dios). No se trata sólo de interpretación o comentarios a la Palabra de Dios sino también de una esmerada traducción. Mantenemos una Tradición (no es bueno que el hombre pierda la memoria histórica) y un Magisterio (pautas y guías de interpretación: “ninguna escritura es de interpretación privada”). En cuanto a la Liturgia, los sacramentos (enraizados en el Nuevo Testamento, es decir en las palabras y en la práctica de Jesús) son eventos extraordinarios en la vida de las personas y de las comunidades (se asumen las realidades materiales y con la oración e invocación del Espíritu Santo por parte del ministro y de la Comunidad de fe, se consiguen de Dios bienes sobrenaturales necesarios para la salvación). La Moral católica está fundada en los Diez Mandamientos y se toma como norma de vida la síntesis genial y completa que del decálogo nos dejó Jesús: “Ama a Dios con toda tu mente, todas tus fuerzas y todo tu corazón y ama al prójimo como a ti mismo”. La espiritualidad está enraizada en la fe trinitaria y cristocéntrica. La devoción a María y a los santos es eso: devoción e imitación, pero no adoración como suele juzgarse. Es verdad que necesitamos purificar nuestra fe y nuestra práctica de tantas manifestaciones espontáneas y, a cierto punto, equívocas, pero eso pasa en todas las religiones y no sólo en la católica.

Dices, por  ejemplo que entre ellos (los cristianos o evangélicos o protestantes) evidencian a las personas en plena celebración y que el Pastor se siente con derecho a intervenir en la vida privada de ellos; ¿dónde queda entonces el respeto a la persona, su libertad y su conciencia? Recuerda lo delicado que es que un sacerdote católico ventanee a algún penitente que se acerca a la confesión; el mismo Derecho Canónico marca la gravedad y las penas canónicas para el confesor que quebrante el secreto de confesión. A propósito, hay relatos dramáticos a manera de novela, como Secreto inviolado y otras narraciones que enfatizan la seriedad del secreto confesional… El respeto a la persona, a su intimidad y a sus decisiones libres y responsables, es sagrado.

Tu pretendiente te ha hecho las críticas clásicas de que los católicos adoramos imágenes de santos y a la Virgen María. Aclárale que una cosa es adorar y otra venerar; se adora sólo a Dios verdadero Uno y Trino (“No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás ídolo ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás”, Éxodo, capítulo 20, versículo 4); en tanto que se venera a personas o cosas como el recuerdo de un ser querido vivo o muerto; un día tu novio puede encontrar entre sus cosas o papeles la foto de su abuelo que ya murió y decir: “Cómo extraño a mi abuelo” o la foto de su mamá y darle un beso y no por eso la adora… Si los católicos besan una estampa de san José, por ejemplo, es en reconocimiento a su integridad de hombre, del cumplimiento y fidelidad a la vocación que Dios le dio, de sus virtudes y su cercanía a Dios. Los católicos acudimos a él para alcanzar su intercesión, pero de ningún modo le adoramos.

Dices en tu carta que no te parece correcto que su mamá lo amenace y condicione. Entramos al campo de los “suegros controladores”, y si metemos la religión, el asunto se vicia como un terreno minado. ¿No tendrían el mismo derecho tus padres de impedirte que te cases con quien tú quieres pese a que es de otra religión? Se pide a los papás (futuros suegros) que ayuden y apoyen a sus hijos pero que no los condicionen o los obliguen, dejándose llevar por ideologías y prejuicios. “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (Génesis 2,24; Mateo 19,5; Efesios 5,31).

Lo más grave, dices, “es que no sabes cómo contestar a la petición de matrimonio”. Pues depende de tu amor, de tu libertad, de tu responsabilidad. En cuanto a tus dudas, por tratarse de un pretendiente no católico, repasa el recuadro que hemos incluido anteriormente. Y no olvides que los católicos encomendamos a Dios nuestros afanes; consulta con Dios, medita su Palabra y haz oración. A propósito de devociones, te sugiero pidas la intercesión del arcángel Rafael quien, según la Biblia, ayudó a unos pretendientes exorcizando al abusivo demonio Asmodeo, que tenía poseída a una joven que se convertiría en la esposa de Tobías, el hijo de Tobit, excelente judío creyente, temeroso de Dios y practicante de la caridad en tiempos de persecución. Puedes conocer la historia, meditarla y orar con el Libro de Tobías. De hecho, de este libro se lee un fragmento en la celebración del sacramento del Matrimonio.

Felicidades por tomarte la molestia de consultar, pues tantos proceden según su propio juicio sin consultar a nadie, y luego van emergiendo las sorpresas.

Con afecto: Padre Emmanuel

Fuente: Revista “La Familia Cristiana” / San Pablo, México 2015