KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

Morir, para resucitar

Autor: 
Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
Fuente: 
Kénosis

Para que haya primavera, antes debe haber invierno. Para que amanezca y brille el nuevo sol, debe pasar la noche. Para que haya un otoño con abundantes frutos, hay que sembrar y trabajar. Si quieres obtener buenas calificaciones, en la escuela o en el trabajo, debes esforzarte, estudiar, capacitarte, pasar desvelos. Si quieres disfrutar un buen vehículo, o una buena casa, debes ahorrar y abstenerte de gastos superfluos. Si anhelas un buen puesto o cargo, haz de lograrlo a base de esfuerzos y sacrificios. Nada nos cae del cielo, sin nuestra cooperación.

¿Quieres ser feliz? ¿Sueñas con una familia donde haya paz, armonía y el pan de cada día? Esto no se logra sin esfuerzo personal, sin sacrificio, sin negaciones diarias a sí mismo, sin renunciar a amistades y distractores que te llevan por otros caminos. Si sólo piensas en ti, en tus gustos, en tus “derechos”, y no tienes en cuenta los gustos, las necesidades y los justos derechos de tu familia y de los demás, no vas a disfrutar la vida, no te vas a sentir realizado y feliz. Si sólo te importa darle gusto a tu cuerpo, a tus emociones y sentimientos, serás un egoísta permanente, te vas a hundir en una soledad fría y desesperante. Te refugiarás en el alcohol y en otras compensaciones para sentirte menos mal. Te puede llegar la depresión, o incluso la tentación del suicidio, como única salida a tu fracaso.

Es lo que les pasa a muchos que quieren disfrutar de placeres sexuales, sin generar nuevas vidas, sin compromiso permanente con otra persona, sin obligaciones. Tener un hijo exige esfuerzos y sacrificios, desde el embarazo hasta el sostenimiento posterior. Por ello, no quieren casarse, abogan por un aborto libre y por convivir sin compromisos. Es también el camino de corruptos, extorsionadores, secuestradores y narcotraficantes: quieren disfrutar de mucho dinero sin un trabajo honrado y legal. 

El camino para ser feliz

Estamos en Semana Santa. El camino para el éxito de Jesús, para su triunfo sobre sus enemigos, sobre el sepulcro y la muerte, es el calvario, es la cruz, es morir por amor. No hay otro camino para ser feliz. ¡Cristo es el único camino! Hay que morir con Él, hay que morir a nosotros mismos, para resucitar a una vida mejor, más feliz y satisfactoria.

Dice San Pablo: “Si de algo sirve una exhortación en Cristo y el consuelo que brota del amor, si tienen comunión de espíritu y un amor entrañable y compasivo, hagan plena mi alegría teniendo unas mismas actitudes, unidos y concordes en un solo amor y un mismo modo de pensar. Jamás actúen por ambición o vanagloria; al contrario, siempre con humildad, considerando a los demás como superiores a ustedes mismos. Que nadie se preocupe por su propio interés, sino por el de los otros. Tengan, pues, la misma actitud de Cristo Jesús, quien, siendo de condición divina, no consideró codiciable permanecer igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo, asumió la condición de esclavo y se hizo semejante a los seres humanos. Y en su condición de ser humano se humilló a sí mismo hasta la muerte por obediencia, ¡y una muerte en cruz! Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre, para que, ante el nombre de Jesús, caigan de rodillas todos los seres del cielo, de la tierra y de debajo de la tierra, y toda lengua confiese: «¡Jesucristo es el “Señor”!», para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2,1-11).

A los tristes y decepcionados discípulos de Emaús, Jesús, resucitado, les dice: “¡Qué torpes son para entender! ¡Cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los Profetas! ¿Acaso el Mesías no debía padecer todo esto para entrar en su gloria?” (Lc 24, 25-26).

En su catequesis del 19 de agosto del año pasado, el Papa Francisco dijo: “La pandemia es una crisis y de una crisis no se sale iguales: o salimos mejores o salimos peores. Nosotros debemos salir mejores, para mejorar las injusticias sociales y la degradación ambiental. Hoy tenemos una ocasión para construir algo diferente”.

Seguir el camino de Jesús

Cada quien sabe a qué debe morir, para disfrutar la vida, la familia, el estudio y el trabajo. Si no haces morir tus pecados, tu mal genio, tus borracheras, tu pereza, tu egoísmo, tu orgullo, tu insensibilidad ante el dolor ajeno, no vas a resucitar como una persona nueva. Nunca llegarás a ser una persona profundamente realizada, por más cosas que tengas, por más placeres que te procures.  

¿Quieres ser feliz?  Sigue el camino de Jesús. Ayuda a alguien a llevar su cruz; escúchale, dedícale tiempo, con un corazón cercano, y compártele tus bienes; así, colaboras en su resurrección. ¡Animo! ¡Sí se puede! Con la ayuda de Dios y con tu esfuerzo personal. 

¡Felices Pascuas de Resurrección!

Sobre el autor: Mons. Felipe Arizmendi Esquivel es Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas.