KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

“¿Nacer otra vez?”

Autor: 
Pedro Moreno
Fuente: 
Cooperador Paulino

Nicodemo le pregunta a Jesús: “¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo?” (cf. Jn 3,3-4). Hay personas que no quieren nacer de nuevo porque no sienten la necesidad o no ven la posibilidad. Viven, si es que eso es vivir, anclados en lo viejo y caduco.

El buen Nicodemo

Nicodemo era un hombre bueno y además versado en cosas de la ley; un hombre inteligente y preocupado por los asuntos del espíritu. Pero, Nicodemo se nos quedó de piedra, desconcertado y vacilante, cuando le dijo Jesús: “Tienes que nacer de nuevo”. Jesús le estaba indicando una cosa y Nicodemo estaba entendiendo otra muy diferente. Jesús no le hablaba de entrar de nuevo en el vientre de su madre y volver a nacer, le hablaba de nacer a una vida nueva, de ser un hombre nuevo y diferente, un hombre renacido y rehecho por el agua y por el espíritu. En todo caso, su pregunta no carecería de sentido: “¿Cómo puede nacer de nuevo un hombre cuando es ya viejo?”.

Nacer de nuevo: lo primero, es querer

De nacer de nuevo o cambiar de vida se trata, amigos lectores. Lo confesamos permanentemente: “este hombre no cambia”,  decimos con pena. “A ver si cambian las cosas y todos somos un poco mejores”,  afirmamos con esperanza todos los días. “No consigo cambiar en mi forma de ser”,  nos repetimos con frecuencia a nosotros mismos.

Para cambiar, lo primero es eso, querer;  querer sinceramente. Estar convencidos de que hemos nacido para eso, para el cambio permanente, para avanzar en lo nuevo y mejor, para superarnos constantemente. Hay personas que no quieren nacer de nuevo. Personas que han hecho un pacto con su propio mal y su barro. No quieren nacer de nuevo porque no sienten la necesidad o no ven la posibilidad. Viven, si es que eso es vivir, anclados en lo viejo y caduco.

Nacer de nuevo: siempre es necesario

Renunciar a esta posibilidad de cambio y mejora permanente es renunciar a lo mejor del camino, es renunciar al camino mismo y, por tanto, a la posibilidad de llegar a la meta. Se ha dicho, y con mucha verdad, que somos caminantes, cambiantes, y eso significa estar siempre naciendo de nuevo. Detenerse no es sinónimo de quedarse quieto, es sencillamente morir y renunciar al proyecto de ser hombre y cristiano. Solo avanzamos cambiando, naciendo de nuevo permanentemente.

Nacer de nuevo: siempre es posible

La objeción muy severa y de muchos es la siguiente: “Es imposible cambiar… Es imposible que yo cambie”. El campo está tan embarrado, a veces, o se ve tan embarrado, que no parece tener arreglo. Es decir, no es posible lo nuevo; no se ve que sea posible el cambio. Lo que le dice Jesús a Nicodemo es, justamente, lo contrario; le dice que sí, qué tiene que nacer de nuevo. Nacer no sólo a la vida del espíritu, a la vida del hijo de Dios, sino nacer y cambiar cada día y en cada circunstancia; no con grandes batallas y conquistas, sino en la pequeña obra de cada momento y circunstancia, en lo cotidiano.

Nacer de nuevo: para hacer todo nuevo

Si lo que nos rodea es viejo y feo, si vivimos rodeados de mucha mentira y corrupción, si no hay por dónde coger el ambiente –la realidad– porque mancha por todas las esquinas, la solución no es morir de pena ni huir del mundo; la solución no es el grito de “no hay nada que hacer”,  ni tampoco la de “esto ya no tiene arreglo”.  La solución es nacer de nuevo, con un corazón nuevo que siempre es obra del Espíritu Santo, Y empezar a hacer cosas nuevas, empezar hacer todo nuevo; la solución es el cambio.

Para hacer todo nuevo, un mundo nuevo, hay que empezar por nacer uno de nuevo. Por eso, con el sabio podemos comenzar diciendo: “si me dieran ocho horas para cortar un árbol, emplearía cuatro en afilar el hacha”,  es decir, emplearía cuatro en hacer nueva en lancha. Esa es sabiduría.

Fuente: Cooperador Paulino, San Pablo, n. 187 (septiembre-diciembre), Madrid 2020.