Necesitamos testigos más que noticias
Durante la celebración de las bodas de plata de unos amigos, dije en la homilía de la Eucaristía de acción de gracias, que esa celebración no iba a ser noticia. ¿A quién le interesa que un matrimonio se haya mantenido fiel durante 25 años? Quizás al matrimonio y a sus hijos, pero desde luego a la prensa no. A la prensa le interesan las rupturas matrimoniales, sobre todo aquellas en las que los esposos buscan hacerse daño o aprovechar la ruptura para sacar de ella el máximo provecho económico.
No van a ser noticia, les dije, porque lo noticioso son otras cosas. Noticia es que la bolsa sube o baja, pero no es noticia que una persona muera de hambre. Las cosas serias no son noticia. Por eso hay noticia cuando un matrimonio se separa. Y no la hay cuando un matrimonio se ama; no es noticia la fidelidad. Los esposos cristianos no han sido llamados a ser noticia, han sido llamados a ser testimonio. Testimonio de que el amor es posible, de que el amor es capaz de superar dificultades y momentos difíciles, testimonio de que el amor es el único camino posible para encontrar la felicidad.
Las noticias hacen ruido, y es más dudoso que ayuden a pensar. También las noticias eclesiales hacen ruido. Es más dudoso que ayuden a convertir. La fe cristiana necesita testigos coherentes con su palabra y con su vida, porque el testimonio de los creyentes hace presente a Cristo resucitado. A este respecto, hay un texto del Concilio Vaticano II que me parece significativo: “En la vida de aquellos que, siendo hombres como nosotros, se transforman con mayor perfección en imagen de Cristo (cf. 2 Cor 3,18), Dios manifiesta al vivo entre los hombres su presencia y su rostro. En ellos Él mismo nos habla y nos ofrece un signo de su Reino” (Lumen Gentium, 50).
Fuente: Nihil Obstat (Dominicos)