KÉNOSIS

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¿Qué dice la Biblia sobre la corrupción?

Autor: 
Eduardo Bonnín Barceló
Fuente: 
La Familia Cristiana (México)

La corrupción es un fenómeno muy frecuente en México. De hecho, una de las principales causas (si no la principal) de la pobreza existente en nuestro país es la corrupción, la cual existe en todos los niveles: desde el alumno que hace trampas en los exámenes y el pequeño comerciante que engaña en el peso de sus productos hasta los políticos situados en la cúspide del poder.

A propósito, ¿cómo nos puede ayudar el pensamiento bíblico para contrarrestar esta falta de ética e integridad? ¿Qué textos de las Sagradas Escrituras pueden orientarnos en la comprensión de que la corrupción es un auténtico pecado que va contra la voluntad de Dios y que atenta contra los derechos del prójimo y contra el bien común?

Empecemos por comprender una definición muy sencilla: entendemos por “corrupción” al hecho de quebrantar la moral de la administración pública o la de los funcionarios; de corromper (depravar, echar a perder, pervertir, dañar) los bienes y el orden común.

El término corrupción emana del vocablo corruptio, que puede traducirse como “hacer pedazos” o “romper”. Términos parecidos son el fraude, el soborno, la mordida, el cohecho. Actos que se hacen con malicia, con el fin de perjudicar a otros y alcanzar el beneficio propio (o de unos cuantos).

¿Qué afirma el Antiguo Testamento?

Acerca del fraude

La gran cantidad de textos bíblicos sobre este tema es señal de que era una práctica bastante generalizada en el pueblo judío y aledaños. Sin embargo, la Ley divina prohíbe todo tipo de fraude:

  • Daniel 13,53: se desaprueba a los jueces que condenan a los inocentes y absuelven a los culpables (como el caso de Susana).
  • Salmo 10,7: se condena al malvado cuya boca rebosa fraude y doblez.
  • Salmo 101,7: afirma que “no morará en la casa del Señor quien comete fraudes”.
  • Levítico 19,35: exhorta a los comerciantes a “no dar sentencias injustas, ni a cometer injusticias en pesos y medidas”.
  • Amós 8,5-6: el profeta eleva la voz contra aquellos que son injustos: “¡Ay de aquellos ricos que encogen la medida y aumentan el precio!”
  • Proverbios 11,1: repite una sentencia de sabiduría: “El Señor aborrece las balanzas falsas y le gustan las pesas exactas”.

Acerca del soborno

El Antiguo Testamento reconoce que el soborno es una práctica extendida a lo largo de la historia y por todo el orbe, sin embargo lo condena:

  • Deuteronomio16,19: “No serás parcial ni aceptarás sobornos, pues el soborno ciega los ojos de los sabios y falsea la causa del inocente”. Un texto muy parecido se encuentra en Éxodo 23,8.
  • Deuteronomio 27,25: “Maldito quien se deja sobornar para matar a un inocente”.
  • 1Samuel 8,3: se condena a los hijos de Samuel porque “aceptaban sobornos y cometían injusticias”.
  • Esdras 4,5: se condena a los colonos extranjeros que “estuvieron sobornando consejeros”.
  • Nehemías 6,12: se condena a Semayas, quien había hecho una falsa profecía “sobornado por Tobías y Sambalat”.
  • Isaías 1,23: se condena a los jefes del pueblo porque “son amigos del soborno y buscan los regalos”.
  • Isaías 33,15: se bendice al que “sacude la mano rechazando el soborno”.
  • Amós 5,12: llama la atención a aquellos que actúan de manera incorrecta: “Sé bien los muchos crímenes de ustedes y sus innumerables pecados: estrujan al inocente, aceptan sobornos y atropellan a los pobres en el tribunal”.
  • Salmo 15,5: se dice que habitará en el monte del Señor el que “no acepta sobornos contra el inocente”.
  • Proverbios 15,27: emite una sentencia sabia: “El codicioso arruina su casa, el que odia el soborno vivirá”.
  • Eclesiastés 7,7: recuerda un peligro para el sensato: “Las presiones perturban al sabio y el soborno le quita el juicio”.

¿Qué afirma el Nuevo Testamento?

Un hecho muy interesante aparece en el Nuevo Testamento cuando el joven rico le pide a Jesús que le diga cuáles son los mandamientos que debe cumplir para entrar en la vida eterna, Jesús le responde con una lista en la que añade un mandamiento que no estaba en el decálogo: “el no defraudar”, distinto de “no robarás” (Mc 10,19).

También en Marcos 7,22 cuando Jesús da la lista de las cosas que salen del corazón del hombre y le contaminan, señala enérgicamente “el fraude”.

En Lucas 3,14 Juan Bautista le dice a los soldados que si quieren cumplir la voluntad de Dios no deben “extorsionar” a nadie. También se condena a los que cometen fraude en Romanos 13,6; 1Corintios 6,10 y 1Timoteo 10,10. En Lucas 19,8 el convertido Zaqueo le dice a Jesús: “Al que haya defraudado le restituiré cuatro veces más”...

Acerca de la mala costumbre tan extendida en México (y en los países latinos) que es el fraude fiscal, puede verse el texto de san Pablo en Romanos 13,6 en el que se afirma claramente que “en conciencia” hay que pagar los impuestos a las autoridades legítimas.

En cuanto al soborno en Mateo 28,12 se nos cuenta cómo los sumos sacerdotes sobornaron para que dijeran que los apóstoles habían robado el cuerpo de Jesús. En Hechos de los Apóstoles 6,11 se nos dice cómo los que mataron a Esteban (primer mártir de la Iglesia) sobornaron a algunos de los testigos falsos.

La corrupción obstaculiza la comunión

Es posible que alguien pueda encontrar algún texto bíblico más sobre cuestiones relacionadas con la corrupción, el soborno y el fraude. Los anteriores son tan sólo algunos que se encontraron después de una búsqueda exhaustiva.

La enseñanza principal que podemos extraer de los textos anteriores es que todo ciudadano tiene derecho a participar en la vida propia de la comunidad. Esto es una convicción de la ética, de la moral y de la doctrina cristiana. No obstante, este derecho se desvanece a causa del favoritismo y de los fenómenos de la corrupción, los cuales no sólo impiden la legítima participación en la gestión del poder, sino que obstaculizan el acceso mismo a un disfrute equitativo de los bienes y servicios comunes.

Recordemos que la doctrina católica enseña que la propiedad privada está subordinada al bien común. Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para el uso de todos los hombres. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa, bajo la égida de la justicia y la caridad.

Por eso, los salarios injustos, la especulación, el despilfarro, el fraude fiscal, la falsificación de cheques y facturas, los gastos excesivos, la apropiación indebida de los bienes comunes, etc., son actos contrarios a la voluntad de Dios.

Entre nosotros no debe haber lugar para la corrupción, porque sólo “el que siembra en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna... No nos cansemos de obrar el bien, que a su tiempo nos vendrá la cosecha” (cfr. Gál 6,9).