KÉNOSIS

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‘Querida Amazonía’ o los sueños de Francisco

Autor: 
Víctor Codina, SJ
Fuente: 
Amerindia

Francisco siempre desconcierta con sus palabras y gestos. Ahora (tras el evento de la “Amazonía”) uno esperaba un texto normativo que tomase postura ante los interrogantes eclesiales que se habían discutido en el Sínodo sobre la ordenación de hombres casados (viri probati) y el diaconado femenino, que eran los temas mediáticos centrales y casi exclusivos de la opinión pública en todo el proceso sinodal. Y Francisco nos sorprende con una carta de amor a la Amazonía y un bello texto con cuatro sueños. No pretende reemplazar ni sustituir el Documento final, sino ayudar a asumirlo e invitar a una lectura integra del mismo.

Los sueños constituyen un género literario especial, utilizados también en la Biblia, tanto los sueños nocturnos donde Dios se comunica al fiel, como los sueños diurnos que manifiestan profundos deseos y expectativas. Los sueños de Francisco son más bien sueños diurnos, en vigilia, como los sueños de la tierra de promisión y los sueños evangélicos del Reino de Dios: dar vida en abundancia, liberar de toda esclavitud, cielo nuevo y tierra nueva.

Los cuatros sueños de Francisco sobre la Amazonía son: a) el sueño social, b) el sueño cultural, c) el sueño ecológico y d) el sueño eclesial. En los tres primeros sueños, Francisco aterriza a la Amazonía sus enseñanzas de la encíclica Laudato Si’ sobre el cuidado de la casa común, con gran sensibilidad y belleza ante el misterio de la creación que se descubre en la Amazonía: sus ríos, su selva, su riqueza de fauna y flora y sobre todo la variedad y riqueza cultural y sabiduría ancestral de sus habitantes que nos enseñan a “vivir bien” en armonía con la comunidad, la tierra y Dios.

Los pueblos amazónicos son una alternativa al mundo materialista, consumista e individualista occidental moderno que genera desigualdad social y destruye la naturaleza. Muchos párrafos concluyen con cantos y poemas llenos de belleza y armonía: “Recostados a la sombra de un viejo eucalipto nuestra plegaria de luz se sumerge en el canto del follaje eterno” (Sui Yun, 56).

Pero esta inmensa riqueza y belleza hoy está amenazada de muerte por grandes empresas nacionales y multinacionales que, en busca de siempre mayores beneficios, destruyen la naturaleza, avasallan a los pobladores indígenas a los que expulsan de sus territorios y tienen que emigrar a ciudades. Incluso, muchas veces sus líderes son amenazados de muerte y asesinados.

Aquí el estilo del Papa se vuelve fuertemente profético frente a los nuevos colonizadores que oprimen al pueblo, como lo hizo el faraón egipcio con los israelitas, creando miseria, devastación, sometimiento y miseria. El grito del pueblo amazónico clama al cielo: se trata de una situación injusta, un crimen, un grave pecado ecológico, que desangra las venas de la madre tierra. Francisco se indigna como lo hicieron los profetas y el mismo Jesús (Mc 3,5).

En efecto, la Amazonía ha de ser lugar de fraternidad y diálogo, no un proyecto de unos pocos contra muchos. Ni se han de considerar sus culturas como salvajes sino como diferentes cosmovisiones, como un verdadero poliédrico amazónico lleno de riqueza y sabiduría. Porque todo es obra creadora de Dios, que a través de Jesús se encarna y cuida de nosotros.

Y cuando llegamos al sueño eclesial, uno esperaba que Francisco se pronunciase a favor de la ordenación de hombres casados y del diaconado femenino, como fue aprobado mayoritariamente en el Sínodo. Es falsa la afirmación de muchos medios de que el Papa rechaza la ordenación de hombres casados y el diaconado femenino. El Papa, sobre estos conflictivos temas, guarda un profundo silencio, no abre ni cierra puertas. Prefiere reforzar el tejido eclesial más que poner un remiendo nuevo en un traje viejo.

Habla de la importancia de un laicado autóctono y bien formado, con pluralidad de ministerios laicales, de potenciar las comunidades de base. Pide que obispos de otros lugares, sobre todo de América Latina, envíen misioneros a la Amazonía. Pide fomentar la formación inicial y permanente de diáconos y sacerdotes, reconocer el gran papel misionero de la mujer y de la vida consagrada inserta e inculturada, la necesidad de la presencia de equipos itinerantes y de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), sobre todo para zonas fronterizas. Pide no clericalizar a las mujeres, ni valorarlas solo por su funcionalidad, sino por su aporte femenino a la Iglesia. Propone fomentar el diálogo con otros grupos cristianos con los que compartimos la Palabra y la fe, etc.

¿Por qué este silencio eclesiológico sobre las cuestiones candentes del Sínodo? ¿Para escuchar a la oposición y no provocar mayores tensiones eclesiales ni posibles cismas, esperando otros momentos más oportunos para decidir? ¿Es el triunfo de los grupos conservadores, como ha dicho la opinión pública? ¿O es que, como dice Francisco en La alegría del evangelio (n. 103) y repite aquí (nn. 104-105), en situaciones de conflicto hay que buscar la solución de las polaridades dialécticas en un plano superior y esperar un desborde del Espíritu que provoque una mayor audacia ofrecida por Dios?

Añadiría otra razón complementaria: si Francisco se hubiera abierto a la posibilidad de ordenar hombres casados y la posibilidad del diaconado femenino estos temas intra-eclesiales acapararían totalmente la atención de la opinión pública y se eclipsaría la dimensión ecológica, social y cultural del sínodo; no se escucharía el clamor del pueblo amazónico y de su tierra amenazados de muerte; el sínodo pasaría de tener un horizonte planetario y universal, abierto a la supervivencia de la humanidad, a ser una discusión interna de los católicos.

Ciertamente la Iglesia, como dice Francisco, no se puede reducir a una ONG preocupada solo de lo social y del progreso sostenible, sino que ha de anunciar el Evangelio de Jesús, fuente de vida y de salvación. Pero actualmente denunciar la vida del planeta amenazada de muerte quizás prevalezca y sea más urgente que otras cuestiones internas eclesiásticas.

Tal vez sea una coincidencia puramente casual, pero esta exhortación postsinodal (titulada “Querida Amazonía”), firmada el 2 de febrero de 2020, se ha promulgado y presentado el 12 de febrero de 2020, cuando se cumplieron exactamente 15 años del martirio de la religiosa misionera Dorothy Stang en Xingú, Brasil. Dorothy, que defendía a los indígenas frente el avasallamiento de las empresas destructoras del territorio, fue amenazada de muerte y mientras leía las Bienaventuranzas fue asesinada. ¿No puede ser esta muerte un símbolo y compendio de los sueños de Francisco en la “Querida Amazonía”?

Contemplemos la belleza del Amazonas que riega la tierra y canta la gloria del Creador y oremos y trabajemos para defender los pobres de la Amazonía y cuidar su obra creadora.