KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

¡Tú también eres Iglesia!

Autor: 
Pedro Moreno
Fuente: 
SSP - España

Les vi ayer en un escenario. Eran cuatro jóvenes –Grupo Sinfonía– que cantaban la canción ganadora en un festival misionero. Cuatro jóvenes cristianos que gritaban al aire y al mundo cosas así:

“Señor, no me pides muchas cosas, sólo que lleve tu amor

hasta donde viva un hombre ansioso de paz y de salvación”.

Tras éstas y otras letras por el estilo, repetían fuerte y apasionadamente: 

“Padre nuestro de la vida y del amor…

Dejaré familia y casa para emprender tu misión,

en mi bolsa la esperanza, para mi cansancio llevaré ilusión…”

Más allá del bello espectáculo, de las guitarras bien templadas y las voces cargadas de juventud, pensé que lo que cantaban y decían era, precisamente, eso, “ser y saberse Iglesia”. Porque la Iglesia, que la formamos todos los cristianos, tiene que escuchar y cumplir siempre el mandato de Jesús: “Vayan por toda la tierra y lleven a todos mi Evangelio…” (Mc 16,15). La Iglesia tiene que llevar el amor y la presencia de Dios a todos los hombres, a cada hombre y mujer que viva con hambre de paz y salvación.

En ese empeño debemos estar todos los cristianos, y para ese empeño hay que estar dispuestos a sacrificar “tiempo” y “casa” personales para llegar allí donde los hombres nos necesiten.

¿Has oído hablar de la Nueva Evangelización? 

Esta tarea de llevar la Buena Noticia de Jesús a todos los pueblos nunca se puede dar por concluida, durará todos los siglos, hasta el fin del mundo.

El Papa constantemente nos lanza un reto urgente a la Iglesia: impulsar una Nueva Evangelización para ayudar a los hombres a reencontrarse con la verdad de Jesucristo y su Evangelio.

Esta tarea de la Nueva Evangelización requiere comportamientos y talante especiales; requiere pasión nueva y lenguaje nuevo; requiere recursos y metodologías adaptados a los hombres de hoy. Implica coraje y ardor, esfuerzos y medios, porque no es fácil llevar la verdad de Dios, la verdad que salva definitivamente, al hombre de hoy. Un hombre que está obsesionado por tener y tener…, por comprar y gastar…, por gozar sólo de lo que “agrada a la piel”…

¿Recuerdas a Pablo?

Igual como el “apóstol de los gentiles”, muchos cristianos, jóvenes y mayores, hombres y mujeres, tenemos clara conciencia de todo lo anterior. Sabemos que lo nuestro, por ser Iglesia, es ser también misioneros, portadores de belleza y de verdad, de Evangelio, siempre y para cualquier hombre que encontremos en el camino.

Eso sí, muchas veces nos preguntamos cómo hacer las cosas, cómo poder llevar una palabra de Evangelio y de Dios a nuestros contemporáneos.

¿Cómo evangelizar? Esta respuesta vale siempre, entonces y hoy: como Pablo. Sí, me refiero a Pablo el del caballo y el derribo. Me refiero a aquel hombre que corría en la persecución de los cristianos y, de improviso, cegado por una luz del cielo y una voz que venía también de lo alto, hundido en el polvo de su camino, clamaba: “¿Quién eres, Señor?”.

La pregunta de Pablo, que es pregunta de oración, de conocimiento del Señor, es pregunta modelo para los cristianos que quieran empeñarse en la Nueva Evangelización. Porque lo primero es eso, conocer quién es Jesús, vivirle a corazón pleno, para poder llevarlo después a los demás. La pregunta de Pablo es la pregunta que nos marca el camino del “ardor” del que habla el Papa: “Evangelizar con nuevo ardor, es decir, con el entusiasmo del que está enamorado de Jesucristo”.

Por tanto, se trata de Evangelizar en el ardor de Pablo, ardor que le vino del conocimiento apasionado de Jesús. Y también evangelizar en el lenguaje de Pablo, el lenguaje de los hombres de su tiempo. Porque la Nueva Evangelización pide presencia cristiana en todos los “areópagos”; pide conocimiento y acercamiento al hombre de hoy desde sus “foros” y su cultura. No vale quedarnos todos tras las rejas. Hay que estar también en la plaza y en el altavoz, en el eslogan multicolor y, de ser posible, en mil medios de comunicación que seguramente conocemos.

“Vayan amigos por el mundo…”

Ya sólo me queda recordar lo cantado tantas veces:

“Id, amigos, por el mundo anunciando el amor. Sed, amigos, los testigos de mi resurrección…”

Este es nuestro mandato y nuestro compromiso, porque es el mandato y compromiso de la Iglesia. Esa Iglesia que queremos cada vez más auténtica y limpia, más evangelizadora.

Si el pájaro, que nació para volar, no volara, ¡qué tristeza!… Si tú, cristiano, que fuiste creado y redimido para amar, no amaras, no donaras la verdad de Dios, ¡qué tristeza también!...

Recuerda: la voz del Señor sigue sonando: “Vayan por toda la tierra y lleven a todos mi Evangelio…” (Mc 16,15). ¿Están dispuestos a recoger el eco de su voz y seguirle…?

Fuente: Editorial San Pablo España.