KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

"Bendita tú entre las mujeres"

Autor: 
Daniel Escobar Portillo
Fuente: 
Alfa y Omega

Evangelio (IV Adviento)

Lucas 1,39-45: “En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá»”.

Palabra del Señor.

R. / Gloria a ti, Señor, Jesús.

Reflexionar el Evangelio

Si durante los últimos domingos la Palabra de Dios que la liturgia nos ofrece ha estado dominada por figuras proféticas, entre las cuales sobresale Juan Bautista, este entra en la escena María, la madre de Jesús. A lo largo del año celebramos algunas fiestas marianas en fechas señaladas, en las que conmemoramos cómo la salvación que Dios ha traído a los hombres actúa de modo especial en María. Así lo destacan particularmente días como la Inmaculada Concepción o la Asunción de María. Este cuarto domingo de Adviento se sigue un esquema distinto: la prioridad es anunciar el próximo nacimiento del Salvador y subrayar que la madre de Dios es quien mejor ha vivido la espera de la salvación, con amor de madre, abriéndose a una nueva vida, como nos recuerdan algunas de las oraciones propuestas para este tiempo.

Dios escoge lo sencillo

No es posible comprender en profundidad el Evangelio de hoy sin tener en cuenta especialmente la primera lectura, del profeta Miqueas, quien vivió en el siglo VIII a.C., en tiempos de Isaías, otro de los grandes profetas del Adviento. Esta lectura remarca la desproporción entre la pequeñez de la aldea de Belén, «pequeña entre los clanes de Judá» y la gran obra que Dios llevará a cabo en ella. De un lugar tan insignificante el Señor construirá a quien ha de ser guía para Israel y quien dominará hasta el confín de la tierra. Precisamente, debido a este oráculo de Miqueas, Herodes supo que era Belén el lugar en el que debía nacer el niño. El designio de la elección de lo humanamente insignificante no se manifiesta únicamente en un lugar, sino también en personas: en primer lugar, en la elección de David. El Mesías nacerá de la casa de David, y David era el menor de los hijos de Jesé. En segundo lugar, la elección de María, quien era una joven sin apenas valor a los ojos del mundo, pero a quien Dios llenó de su gracia incluso antes de nacer.

María se pone en camino

El episodio que hoy escuchamos es continuación del relato de la Anunciación a María. Lo primero que realiza María, pues, tras conocer que concebirá al Mesías es ponerse en camino. Esta reacción marcará no solo la vida de María, sino la de la Iglesia y la de todo creyente, pues fundamenta bíblicamente que la actitud del hombre al recibir una llamada de Dios no ha de ser la pasividad, sino el poner en juego los dones que se han recibido. María ha sido «evangelizada», pues lleva en sí la Buena Noticia. Y este es el motivo último por el que no puede detenerse. Al llevar a Cristo, su sola presencia llena de alegría a Juan y suscita las alabanzas de Isabel. De igual modo, la Iglesia no puede olvidar que también ha recibido la misión de evangelizar, porque lleva en su seno vida, lleva al Señor.

«La criatura saltó de alegría en mi vientre»

Es significativa la reacción de Juan antes de nacer, cuando Lucas dice que saltó la criatura en su vientre. En realidad, el episodio de hoy tiene resonancias bíblicas, ya que nos recuerda el traslado del Arca de la Alianza entre danzas y alegría en tiempos del rey David. En las letanías del rosario llamamos a María «Arca de la Alianza», puesto que lleva en su seno al Mesías. La alegría domina el tiempo de Adviento y está siempre presente en quien tiene verdadera esperanza. Pero el Evangelio de hoy nos permite percibir otra realidad: es el Espíritu Santo quien posibilita esa alegría. La expresión «Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre», que ha permanecido para siempre en el avemaría, nace del Espíritu Santo. Es, por lo tanto, Dios mismo quien nos ayuda a reconocer los dones que hemos recibido y a dar gracias por ellos. María lo hará a través del canto del magníficat, mientras que su prima Isabel lo manifestará mediante la expresión que escuchamos en el pasaje de hoy.