KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

¿Cómo hablar bien en público?

Autor: 
Octavio Cohen y Karin Hueck
Fuente: 
Vida Pastoral (México)

Hablar es la manera más simple de transmitir información del cerebro de una persona a otro. Hasta ahora no se ha inventado una manera más fácil de transmitir el conocimiento.

Hablar frente a un público es un arte, es un ejercicio de profunda comunicación. Y para que esa comunicación sobrevenga bien, es recomendable que quien esté hablando posea algunos principios: un buen contenido, excelente modulaciones de voz, expresión corporal, una dosis de emoción y bastante coraje…

Desde hace milenos, los seres humanos han reflexionado sobre las mejores maneras de encarar el grande desafío de abrir la boca frente a otras personas. En la antigüedad, los pensadores llamaron a eso “retórica” y gastaron bibliotecas enteras estudiando sus técnicas. En el siglo XX fueron inventados los libros de autoayuda. En el siglo XXI la ciencia profundizó sobre el tono de voz, la velocidad (palabras por minuto) y la expresión corporal como elementos que ayudan a superar el miedo y transmitir un buen mensaje… En las próximas líneas sintetizamos esos siglos de conocimiento respecto al arte de hablar en público. Se trata de los mejores consejos para convertirse en buen orador.

1. Ten algo que decir

El primer consejo es el más obvio: saber lo que se quiere decir, puesto que el contenido ayuda a sortear ciertos obstáculos.

Una vez que se tiene un “qué”, se procede a los detalles. Por ejemplo, supongamos que tuviste una infancia pobre, pero que después, con mucho esfuerzo, llegaste a ser presidente de una grande empresa, y quieres hablar sobre la importancia del “trabajo duro que implicó obtener ese logro”. En ese caso, tu historia personal se convierte en el contenido del mensaje. Dicha historia has de describirla en secuencia y cuidando los detalles indispensables.

Ciertamente, hablar sobre el “trabajo duro” puede ser interesante, pero más interesante sería hablar sobre “cómo el trabajo duro te ayudó a superar la pobreza”. Y más interesante aun sería el describir “por qué el trabajo duro a veces no es suficiente para triunfar en la vida”… Cuanto más detallada e innovadora sea tu propuesta, habrá más oportunidad de que sepas qué decir. Y esto nos lleva al próximo consejo…

2. Haz un resumen

Todos los años, algunas de las personas más creativas del mundo se reúnen en TED , una reunión global de conferencistas. A esa reunión asisten escritores, inventores, activistas, comediantes, etc. Lo sorprendente de sus reuniones es que, en la mayoría de sus presentaciones, no aparece el aburrimiento. Esto se debe a dos factores verdaderamente atendidos: la creatividad en la presentación y la brevedad en la exposición (raramente sobrepasan los 20 minutos).

Lo que poca gente sabe es que cuanto menor sea el tiempo de presentación, más larga es su preparación; y es que resumir consiste en “dejar cosas fuera”, en abreviar la idea principal al máximo.

Por tanto, la idea que quieras transmitir frente a un público debes sintetizarla esquemáticamente. Es recomendable ponerla por escrito: cambia los términos, la estructura de las frases, piensa en sinónimos que expresen mejor tu teoría. Encuentra profundidad y emoción. Ese ejercicio garantizará que tu discurso no se encause en una dirección inesperada. El resumen te servirá como un faro para toda tu presentación. Si no consigues resumir todos los asuntos importantes, tendrás que abordar todos los que se encuentren en tu lista, pero lo harás de forma muy rápida y superficial, provocando poco interés de parte de tus receptores.

3. Sorprende a tu público

Utiliza el “factor sorpresa” y la “conexión emocional”. Atiende el sistema límbico, es decir la parte del cerebro que controla las emociones. Comparte historias relevantes, que tengan apelo emocional y con las cuales la audiencia se identifique y comprenda: comparte historias de superación, amor, muerte, heroísmo, etc. Pero atención: el ideal es que las emociones sean reales. El público puede olfatear de lejos cuando el que habla frente a ellos está inventando.

4. Escribe o memoriza (evita improvisar)

Una de las decisiones más difíciles que tienes que tomar para tu discurso es: escribir el texto o dejar espacio para la improvisación. La ventaja de llevarlo escrito es que podrás tener control sobre el tema y el tiempo para tu exposición.

Si decides memorizar tu discurso, entonces debes repetir las frases hasta que no parezcan memorizadas. Sin embargo, ya se trate de un guión escrito o memorizado, deberá estar en lenguaje coloquial, muy similar al de una conversación. Si no haces un previo esquema de lo que vas a decir, tendrás que hacer mucha improvisación, y eso te puede hacer ver como un bufón. Y nadie soporta eso.

5. Cuida el inicio y el fin

Un drama o una broma es una buena manera de comenzar un discurso, principalmente si en tu presentación propondrás soluciones a un problema.

Si tienes una información sorprendente, úsala para los primeros segundos. ¿Vas a mostrar alguna foto? Antes de revelarla di que esa imagen cambió tu vida. En cuestión de segundos, tendrás la atención de toda la audiencia. El cerebro humano adora experimentar una novedad. Una sorpresa buena es el equivalente a una inyección de dopamina, que es el neurotransmisor del placer. Un elemento inesperado también deja las personas en alerta, gracias a la liberación de noradrenalina, ligada al estado de vigilia. El inicio de una conferencia que al mismo tiempo sorprenda y anuncie sorpresas mayores aun por venir, es prácticamente infalible.

El final de un discurso es igualmente importante y difícil. Es el momento de mayor emoción. Por tanto: sugiere una solución práctica, concluye con una frase célebre, cita la historia curiosa que utilizaste al inicio… Lo importante es garantizar que la audiencia salga sin la sensación de que “faltó algo”.

6. Ensaya, ensaya, ensaya…

Si optas por la memorización, tendrás que acostumbrarte a la repetición. Gracias a la repetición podrás añadir frases, cambiar palabras y ganar familiaridad con el texto. Puedes compartir con tus amigos o miembros de familia para ensayar. Realiza preguntas específicas para obtener un feedback (retroalimentación) eficiente. Por ejemplo: ¿fui claro?, ¿alguna parte del discurso es confusa?, ¿hice algún movimiento extraño con las manos?, ¿en algún momento pareció que estaba recitando un texto memorizado?, ¿usé alguna palabra que no suena bien?, ¿qué podría cambiar en mi discurso? Escucha las opiniones, incorpora las observaciones y repite el proceso.

Es importante que, durante los ensayos, cuides los tiempos de tu exposición. Si tienes media hora para hablar, lo ideal es que planees terminar en 25 minutos.

7. Cuida el lenguaje corporal

Una vez que el discurso está en la punta de tu lengua, es hora de prestar atención al lenguaje corporal. Al final, es mucho más fácil dejarse atrapar en la conversación con una persona con un buen manejo del escenario y no con una que se escode del público.

Por cierto, la postura no es la única arma corporal , el rostro también es capaz de mucho. De allí que no debes dejar de hacer contacto visual con la audiencia: los seres humanos estamos programados para detectar los menores movimientos en los músculos alrededor de los ojos e intentamos todo el tiempo interpretar sus expresiones. Mirar a los ojos hace que los dos cerebros comiencen a entrar en sintonía, inconscientemente.

8. Mantén la calma

Es comprensible que cuando se está delante de una situación amenazadora o desafiante (eso significa para muchos estar frente a un público), la amígdala, o sea el área del cerebro responsable de las respuestas automáticas e instintivas, libera adrenalina, dilata los vasos sanguíneos y nos deja en estado de alerta. Este hecho activa el neocórtex cerebral (que cuida las decisiones racionales), el cual intenta convencer al cuerpo de que todo está bien. Pero en el caso de las personas muy tímidas, esa autoayuda del neocórtex no funciona bien, lo que provoca que la señal de alarma no cese. La adrenalina seca la boca y hace balbucear. Lo que se puede hacer en ese instante es respirar hondo para oxigenar el cerebro, tomar agua (pero no mucha, al punto de hinchar la vejiga) y evitar consumir comidas pesadas previo a la presentación.

9. Determina el ritmo

Una buena presentación se puede hacer pronunciando entre 130 y 170 palabras por minuto. El discurso “Yo tengo un sueño” , de Martin Luther King, fue recitado con una velocidad de 100 palabras/minuto. Lo que quiere decir que es importante variar en el ritmo dependiendo el contenido y los objetivos que se deseen alcanzar. Cuando se trata de temas “espinosos”, es necesario dar espacios largos entre las palabras para que el público absorba lo que se dice. Pero se puede acelerar el ritmo para construir un clímax o introducir una broma, por ejemplo.

El ritmo siempre debe estar en relación al contenido del discurso, al contexto donde se realice, a los objetivos que se pretendan y a la personalidad del expositor.

10. “Hora de hablar”

El éxito de un buen discurso frente al público dependen de los puntos anteriores. Una vez que consideres tener el dominio sobre ellos, no hay de otra que “entrar al ruedo y sortear”. No olvides que el dominio del habla en público se adquiere, sobre todo, con la práctica.