KÉNOSIS

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¿Cuál fue el primer sermón que pronunció Jesús?

Autor: 
Ariel Álvarez Valdés
Fuente: 
Comillas

Un hombre de palabra

Ningún otro predicador del mundo ha influido tanto en la historia de la humanidad como Jesús de Nazaret. Sus parábolas, sus dichos, sus sermones, hoy son mundialmente conocidos y millones de personas cada día se dejan guiar por lo que él ha predicado. Sus enseñanzas lograban cautivar a las multitudes, que al escucharlo reconocían en él a un maestro de doctrinas nuevas, jamás escuchadas antes. Predicó sobre temas fundamentales como la felicidad, el amor, la religión, Dios. Y lo hizo con tal convicción, que todo el que lo oía se veía obligado a tomar partido ante sus palabras.

En la Biblia, los Evangelios contienen sus enseñanzas en forma de discursos. Y cada evangelista las reunió de manera diferente.

Según san Marcos, Jesús pronunció sólo dos discursos: el de las parábolas (Mc 4) y el del fin del mundo (Mc 13).

En cambio según san Mateo, los discursos de Jesús fueron cinco: el sermón de la montaña (Mt 5-7), el misionero (Mt 10), el de las parábolas (Mt 13), el de la Iglesia (Mt 18) y el del fin del mundo (Mt 24-25).

San Lucas, al igual que Marcos, también presenta dos sermones de Jesús: el de la sinagoga de Nazaret (Lc 4) y el de la llanura (Lc 6).

Por último, san Juan no trae propiamente sermones sino largas discusiones con la gente, en las que Jesús expone un tema, mientras los presentes lo interrumpen y cuestionan. Esas exposiciones son cinco: sobre el nuevo nacimiento (Jn 3), las obras del Hijo (Jn 5), el pan de vida (Jn 6), el buen pastor (Jn 10) y la última cena (Jn 13-17).

La única vez en público

Pero si quisiéramos averiguar cuál fue el primer sermón que pronunció Jesús, nos encontramos con cuatro respuestas distintas. ¿Por qué? ¿A qué se debe que los evangelistas no estén de acuerdo en esto?

Es que las primeras palabras que Jesús pronunció resultan fundamentales, en la mentalidad de cada autor del Evangelio. Constituyen su mensaje inaugural, su discurso programático, su carta de presentación. Son como el resumen de la Buena Noticia que posteriormente Jesús irá desarrollando. Por eso el primer discurso, en cada Evangelio, es una pieza clave de lectura; es como la perspectiva desde la que hay que leer todo el libro. Por eso lo que debemos preguntarnos es: ¿cuál fue el primer sermón qué cada autor del Evangelio puso en boca de Jesús, y por qué?

San Marcos fue el primero en escribir. Y aunque trae pocas palabras de Jesús, porque se centra sobre todo en sus hechos, presenta como primer sermón de Jesús el de las parábolas: “Otra vez se puso a enseñar a orillas del mar, y se reunió una inmensa multitud junto a él, de modo que tuvo que subir a una barca; y ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra; y les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas”.

Así introduce Marcos el sermón. La escena tiene lugar a orillas del mar de Galilea, y los destinatarios son “una inmensa multitud”, que de alguna manera representan a toda la humanidad, a todos los hombres. Ésta es la única vez, en todo el Evangelio de Marcos, que Jesús predica en público, ya que su otro discurso (sobre el fin del mundo) lo expuso en privado a sus discípulos (Mc 13,3-4). Por lo tanto, este discurso constituye el modelo de la prédica de Jesús a las muchedumbres.

Que los de afuera no entren

¿Y qué dijo en aquel sermón? Contó cinco parábolas: la del sembrador, de la lámpara, de la medida, de la semilla que crece sola, y del grano de mostaza; y explicó una: la del sembrador (Mc 4,1-34).

¿Por qué Marcos presenta como primer sermón el de las parábolas? Tiene que ver con la imagen de Jesús que él tenía. En efecto, Marcos en su Evangelio presenta a un Jesús que, si bien era el Mesías, fue incomprendido a lo largo de su vida por todo el mundo. Dice que la gente se le burlaba (Mc 5,40), sus paisanos lo rechazaban (Mc 6,3), sus familiares lo creían loco (Mc 3,21), los escribas lo desautorizaban (Mc 2,6-7), los lugareños lo echaban de las aldeas (Mc 5,17), las autoridades lo consideraban endemoniado (Mc 3,22), los discípulos no le tenían fe (Mc 4,40), los funcionarios querían matarlo (Mc 3,6), Herodes Antipas lo confundía con otro (Mc 6,14-16), Pedro se oponía a sus planes (Mc 8,32), y sus amigos lo malinterpretaban (Mc 10,35-37).

Marcos entonces tiene que explicar este interrogante: ¿cómo es posible que Jesús hubiera enseñado tanto tiempo, a tanta gente, y no lo hubieran entendido? ¿Tan mal maestro fue, que nadie comprendió su mensaje y su persona?

Ante este dilema, Marcos aclara: es que Jesús hablaba en parábolas. Y ése fue su problema. Porque las parábolas, aunque parecen cuentos fáciles, en realidad son relatos enigmáticos, complejos, oscuros, que para ser bien captados necesitan una explicación. Por eso muchas veces Jesús debía explicar a sus discípulos el significado de las parábolas, cuando estaban a solas (Mc 4,34; 7,17). Y cuando sus discípulos le preguntaron por qué hablaba en parábolas, ya que no todos las entendían, Jesús respondió: “A ustedes se les ha permitido conocer el misterio del Reino de Dios; pero a los que están afuera, todo se les presenta en parábolas, para que por más que miren no vean, por más que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone” (Mc 4,10-12).

Difícil para la gente

Marcos quiere decir que Jesús usó deliberadamente un lenguaje ambiguo para que lo entendieran únicamente los que estaban dispuestos a seguirlo. Porque el Evangelio no es una verdad “neutral”, ni una teoría que puede asimilarse desde afuera, sino una fuerza para transformar a las personas. Y para conseguirla, primero hace falta la decisión de aceptar a Jesús, comprometerse con su persona. Por eso cuando terminaba de hablar, decía: “El que tenga oídos para oír, que oiga” (Mc 4,23). A las parábolas no las entendía el más inteligente, sino el que “quería” entenderlas; es decir, el que estaba dispuesto a dejarse transformar por él.

Ahora bien, como hubo poca gente interesada en aceptar a Jesús como Mesías, también fueron pocos los que entendieron sus parábolas.

El sermón de las parábolas, pues, es el que mejor describe y refleja al Jesús de Marcos. Un Jesús difícil, enigmático, ambiguo, que se volvió luz para quienes lo aceptaron, y se volvió oscuridad y confusión para quienes que lo rechazaron.

La tribuna del monte

Diez años más tarde escribe Mateo su Evangelio. Él se basó en la obra de Marcos para componer su libro. Sin embargo, no quiso poner como primer sermón de Jesús el de las parábolas, sino que lo reemplazó por el de la montaña (Mt 5-7). ¿Por qué?

Porque Mateo nos presenta una figura diferente de Jesús. Escribe para lectores principalmente judíos, que recordaban con veneración a Moisés como fundador del pueblo de Israel. Y Mateo quiere presentar a Jesús como el nuevo Moisés, fundador del nuevo pueblo de Israel. Por eso dice que Jesús pronunció cinco discursos; porque según la tradición también Moisés había escrito cinco libros: los del Pentateuco. Pretende, así, decirnos que los cinco discursos de Jesús venían a reemplazar aquéllos cinco libros de Moisés.

Y presenta como primer sermón el de la montaña, porque también Moisés había subido a una montaña (el Sinaí) para dar a su pueblo las leyes de la Antigua Alianza. Por eso ahora Jesús, para entregar las leyes de la Nueva Alianza, tenía que aparecer subiendo a una montaña.

Como detalle complementario, resulta interesante ver cómo introduce Mateo aquel sermón. Dice que “lo seguía una gran muchedumbre, venida de Galilea (la región norte del país), la Decápolis (el noreste), Jerusalén (el centro), Judea (el sur), y Transjordania (al otro lado del río)” (Mt 4,25). Difícilmente haya habido gente de todos esos lugares el día que Jesús pronunció su sermón. Él todavía era un ilustre desconocido. Pero esas regiones formaban parte del antiguo reino de David. Mateo quiere decirnos, pues, que el antiguo reino de David ahora está siguiendo a Jesús, el nuevo David.

De los cinco discursos que Jesús pronuncia en el Evangelio de Mateo, el de la montaña es el único dirigido a toda la gente (Mt 7,28); por lo tanto, el único con un destinatario universal. Los otros cuatro en cambio están restringidos total (Mt 10,5; 18,1; 24,3) o parcialmente (Mt 13,36) a sus discípulos.

Una prédica que pasma

¿Qué tenía de especial el sermón de la montaña, que Mateo lo puso en primer lugar? Tiene que ver con la imagen que él tenía de Jesús. Para Mateo, Jesús es el gran predicador del Reino de los Cielos. Y antes de hablar de cualquier otro tema a sus discípulos, tiene que presentarles las condiciones básicas para entrar en ese Reino. Y el sermón de la montaña es eso: el resumen de lo que significa ser cristiano. Por eso Mateo lo presenta como el discurso programático del Señor: porque allí establece la postura cristiana fundamental que debe tener un seguidor, frente a otras opciones religiosas de la época.

El sermón de la montaña comienza con una invitación de Jesús a la felicidad (Mt 5,1-12): porque el discípulo que no aprende a ser feliz, aún en las circunstancias más difíciles, no puede seguir a Jesús. A continuación describe los peligros a los que se enfrenta un cristiano: perder la fuerza (la sal) y ocultar su energía (la luz) (Mt 5,13-16).

Finalmente, detalla cómo debe comportarse el verdadero cristiano en las distintas circunstancias de la vida: ante el legalismo religioso (Mt 5,17-48), la limosna (Mt 6,1-4), la oración (Mt 6,5-15), el ayuno (Mt 6,16-18), el dinero (Mt 6,19-24), las incertidumbres de la vida (Mt 6,25-34), la crítica de los demás (Mt 7,1-6), la relación con el prójimo (Mt 7,7-12), la inseguridad ante los problemas (Mt 7,13-14), los mentirosos (Mt 7,15-20), y el autoengaño (Mt 7,21-27).

Es uno de los discursos más extraordinarios, sublimes y originales jamás pronunciados por orador alguno. Con razón dice Mateo que, cuando terminó de hablar, la gente estaba asombrada de las palabras que había dicho Jesús (Mt 7,28-29). Y no sólo aquella gente: también nosotros, los lectores modernos, quedamos maravillados cuando terminamos de leer ese sermón que, según Mateo, fue el primero de los que pronunció Jesús.

Lo mejor para los demás

El tercer evangelista, Lucas, también se basó en la obra de Marcos para componer su escrito; pero al igual que Mateo, tampoco quiso poner como primer sermón el de las parábolas sino que prefirió poner otro: el de la sinagoga de Nazaret (Lc 4,16-27). ¿Por qué?

Cuenta Lucas que un sábado Jesús entró en la sinagoga de su pueblo y le pidieron que hiciera una lectura. Él entonces leyó el texto del profeta Isaías que decía: “El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres; para proclamar la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos, y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús cerró el libro, y comentó: Esta Escritura que acaban de oír, se ha cumplido hoy”.

Los paisanos de Nazaret se alegraron enormemente al oír este comentario. Pensaron que ellos serían los beneficiarios de esos milagros que había anunciado Isaías, y que Jesús ahora iba a realizar. Pero grande fue su sorpresa cuando escucharon lo que dijo a continuación: que él no había venido principalmente a ocuparse de la comunidad de Israel, sino de los que estaban excluidos de Israel, es decir, de los extranjeros, los paganos, los pecadores, los pobres, los enfermos, los oprimidos. Y para ilustrar esta enseñanza les recordó dos milagros de Elías y Eliseo, los profetas más grandes que hubo en Israel, y que justamente los habían realizado para ayudar a los paganos.

Casi apedreado en su pueblo

Esto indignó a los habitantes de Nazaret. Es que para un judío, los paganos eran considerados impuros, por lo que se evitaba el trato con ellos y no se los admitía en la comunidad religiosa. Que Jesús dijera que había venido a ocuparse principalmente de ellos provocó tal escándalo, que casi lo apedrean, y a duras penas pudo escapar de allí.

Ahora bien, ¿por qué Lucas puso ese discurso como el primero de Jesús? Porque Lucas, a lo largo de su Evangelio, muestra justamente a Jesús dirigiéndose particularmente a los excluidos de la comunidad judía: al centurión romano (Lc 7,1-10), las prostitutas (Lc 7,36-50), los cobradores de impuestos (Lc 19,1-10), los samaritanos (Lc 17,16), los pecadores (Lc 5,29-32), los soldados (Lc 23,34), los ladrones (Lc 23,43), a pesar del escándalo que esto provocaba a las autoridades judías.

Así, para dejar en claro desde un principio que el programa de acción de Jesús era el de la apertura hacia el mundo de los paganos, los impuros y excluidos de la comunidad religiosa, Lucas presenta como primer sermón aquél en el que Jesús elogia a Elías y Eliseo por haber ayudado a los paganos de su tiempo.

A solas con el anciano

Finalmente tenemos el Evangelio de Juan. Aunque en él no están claramente delimitados los discursos de Jesús, la mayoría de los estudiosos sostiene que el primero que aparece como tal es la conversación con Nicodemo (Jn 3,1-21).

Éste era un anciano judío muy importante: fariseo, maestro de Israel y miembro del Sanedrín. Una noche decidió ir a ver a Jesús; y allí, en esa conversación nocturna, Jesús le hizo revelaciones impresionantes.

El discurso es considerado como el “kerigma” joánico, es decir, el resumen de todo su Evangelio, y el que mejor refleja la figura de Jesús en Juan. Se lo puede dividir en tres partes. En la primera, Jesús explica a Nicodemo que todo el que quiere entrar en el Reino de Dios tiene que experimentar un “renacimiento” espiritual, provocado por el Espíritu Santo. Sólo así es posible adquirir una vida nueva (v.3-10).

Nicodemo queda asombrado y no entiende qué significa esto. Entonces Jesús comienza la segunda parte, en la que trata de hacerle entender que él ha venido del cielo; que conoce personalmente a Dios, y por eso puede revelar con certeza cómo es y quién es Dios. Que su tarea terminará cuando sea levantado en la cruz, y que quien crea en él ya tiene la vida eterna (v.11-16).

Finalmente, en la tercera parte le explica cómo se ingresa en la vida eterna. Le cuenta que Dios amó tanto al mundo, que mandó a su Hijo, no para que el mundo se condenara sino para que se salvara; y que la fe en Jesús permite vivir ya por adelantado la vida eterna (v.16-21).

De alguna manera, cada una de las tres partes del discurso hace referencia a las tres personas divinas que obran en el mundo: el espíritu, el Hijo y el Padre. Se trata, pues, de una genial exposición que sintetiza de manera admirable toda la teología joánica.

Ser y hablar

El primer sermón de Jesús, que aparece en cada Evangelio, no pretende ser el reflejo histórico de su prédica, ni tampoco un texto puesto al azar. Se trata de una estrategia teológica muy bien pensada por cada evangelista, ya que cada uno colocó aquel sermón que mejor reflejaba la figura de Jesús en su obra.

Marcos, con el de las parábolas, quiso decirnos que la persona de Jesús es un misterio, que sólo puede ser comprendido por quienes se comprometen con él y se deciden a seguirlo. Para los demás, será siempre un enigma insondable.

Mateo, con el sermón de la montaña, nos enseñó que Jesús vino a inaugurar un nuevo Reino en el que, si bien cualquiera puede entrar, se necesita un código de conducta, un comportamiento adecuado, para poder formar parte de él.

Lucas, con el sermón de la sinagoga, pretendió explicar que Jesús no vino para los buenos, los perfectos y los cumplidores de la ley, sino para los que están excluidos, los impuros y pecadores, a los que no pretende juzgar ni condenar, sino dar una nueva oportunidad.

Juan, con el discurso a Nicodemo, intentó mostrarnos que Jesús no es un simple maestro iluminado, ni un mero predicador genial, sino el Hijo de Dios que bajó del cielo para revelar un plan divino.

Cada evangelista se esmeró en ofrecer, como primer sermón de Jesús, el que mejor se adecuaba al mensaje que quería transmitir. Es que nuestras palabras deben reflejar siempre lo que realmente somos, en vez de encubrir bajo una atractiva apariencia, lo que no hemos querido ser.

Acerca del autor: Ariel Álvarez Valdés es Doctor en Sagrada Escritura.

Fuente: Revista Comillas (España).