KÉNOSIS

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Dios hace Alianza con su pueblo

Autor: 
José María Becerril
Fuente: 
LFC - MX

De la esclavitud a la libertad

Alrededor del año 1250 a.C., los hebreos estaban en plena esclavitud en Egipto (Éx 5,6-9). Yahvé, el Dios de Abraham, oyó el clamor de ese pueblo y envió a Moisés para liderar la lucha por la liberación (Éx 3,1-10).

No fue fácil la salida. El Faraón no quería dar la libertad a los hebreos. Además, al pueblo también le costaba mucho creer en Moisés y enfrentar al Faraón (Éx 5,4-5; 6,10-12). Pasó tiempo antes de que los hebreos tomaran el camino en busca de la Tierra Prometida.

La Alianza: camino de liberación

Libres, los hebreos quisieron organizar su nueva vida. Ésta no sería como en Egipto, en la opresión y en la desigualdad, sino de acuerdo con la voluntad de Yahvé (Éx 19,1-8): ¡Una voluntad muy exigente!

Dios quiere vida y bienestar para todos, no sólo para algunos privilegiados. La voluntad de Dios es que el pueblo viva en la justicia y en la igualdad, sin violencia ni opresión.

El pueblo ya no quería vivir sin la bendición de Yahvé, el Dios liberador: ¡Sabía que la vida sin Yahvé era pura esclavitud! Antes que Yahvé lo llamara a la libertad, el pueblo vivía alienado. Con Yahvé asumía su propia historia. La Alianza nació de la experiencia de la liberación: “Me pasearé en medio de ustedes y seré Dios de ustedes, mientras ustedes serán mi pueblo” (Lv 26,12).

En la Biblia, “Alianza” es el convenio celebrado entre Yahvé y el pueblo hebreo. Dios se compromete a estar siem­pre presente en medio de su pueblo. El pueblo se compromete a caminar de acuerdo con la voluntad de su Dios.

Cuando la Alianza es recordada, Dios goza de su pueblo y el pueblo conquista la libertad. Cuando la Alianza es olvidada, Dios pierde al pueblo y el pueblo pierde la libertad. Pero nunca pierde a Dios, porque Él se da gratuitamente y para siempre.

La Ley, clave de la liberación

Frecuentemente vemos que hay leyes que ayudan a oprimir al pueblo. Quienes crean las leyes injustas son ciertos gobernantes y algunas personas de la élite eco­nómica, con el objetivo de defender sus privilegios personales. Ellas no llevan a la libe­ración de nadie, sino a la esclavitud.

La ley del pueblo de Dios no nació así: ella surgió de un pueblo de esclavos, de gente humilde que se enfrentó a los poderosos y confió solamente en la fuerza de Dios. Con la ley, el pueblo quería garantizar los derechos de cada persona... e inclu­sive hasta los de los animales del campo (Dt 22,6-7).

De ahí que podemos decir que la ley del Pueblo de Dios tiene como objetivo:

  • defender la libertad tan duramente conquistada;
  • organizar la vida del pueblo en la justicia y en la igualdad;
  • anunciar a todo el mundo, con el testimonio de vida del pueblo, que Dios es el Liberador;
  • y enseñar al pueblo a practicar el amor a Dios y al prójimo.

La Ley, escuela de vida

Toda ley tiene la función de enseñar, o sea, es pedagógica. La ley de Dios enseña al pueblo a andar por el camino que lleva a la liberación.

Cuando decimos: “No matar” (Éx 20,13), no estamos solamente prohibiendo un acto. Estamos enseñando que una persona no tiene derecho de quitarle la vida a otra. También enseñamos que es preciso velar por la vida del otro como por la nuestra y que toda vida es preciosa a los ojos de Dios.

El apóstol Pablo explicó el papel pedagógico de la ley en la Carta a los Gálatas (3,23-24; 4,1-7): la ley es como la profesora que enseña al alumno a leer: mientras el alumno no aprende, la profesora se queda a su lado corrigiendo sus errores. En un determinado momento, el alumno ha aprendido tan bien que no necesita ya a la profesora. Deja de ser alumno. La mayor felicidad de la profesora es ver que sus exalumnos se defienden solos e inclusive enseñan a otros.

Por eso, vemos que muchos aspectos de la Ley del Antiguo Testamento ya no sirven para nosotros hoy. Ellos dieron la enseñanza, el pueblo aprendió y ya no los necesita.

Un ejemplo de lo anterior es la ley del “ojo por ojo”: no pedir más de lo que se ha perdido o dañado (Dt 19,21). ¡Los pueblos antiguos cobraban siete por uno! (Gén 4,24). En la época del Antiguo Testamento, la ley del “ojo por ojo” servía para impedir que el pue­blo se autodestruyera con las venganzas recíprocas por los abusos. En la época de Jesús, esa ley ya estaba superada (Mt 5,38-42).

Los mandamientos de Dios, una Ley santa

El pueblo quería aprender a vivir en la justicia de Yahvé. Por eso elaboró las leyes que encontramos hoy en la Biblia, especialmente en el Pentateuco (los Diez Mandamientos).

La Biblia dice que el mismo Dios proclamó las palabras de la Ley (Éx 20,1). Fue el modo que el pueblo encontró para afirmar que la Ley era sagrada. ¡No era una ley cualquiera! ¡De ella dependía la libertad y la supervivencia del pueblo!

La Ley de la Alianza es sagrada no sólo porque se refiere a la vida religiosa. Las leyes bíblicas se preocupan por la vida cotidiana del pueblo, por las situaciones familiares, políticas y sociales. Ellas tienen como objetivo mejorar la vida del pueblo y no establecer simples obligaciones de devoción.

Es sagrada toda ley que promueve la verdadera justicia, defiende la vida y enseña al pueblo a caminar con Dios.

Entre las varias leyes del Antiguo Testamento, hay un pequeño grupo que se desta­ca. Para la Iglesia, ellas fueron un resumen de la enseñanza del Antiguo Testamento y señal de eterna Alianza entre Dios y la humanidad. Estas leyes a las que nos referimos son los Mandamientos.

En la Biblia tenemos los Mandamientos tal como el pueblo de aquella época los vivió y enseñó de generación en generación (Éx 20,1-17 y Dt 5,1-21).

La firma del autor de los Mandamientos, en lugar de estar al final, está al comienzo (Éx 20,2; Dt 5,6): “Yo, Yahvé, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre”.

Esa frase es la clave para leer, entender y practicar correctamente los Mandamientos de la Ley de Dios.

Preguntas de reflexión personal

Lee cada uno de los Mandamientos en Éxodo 20,1-17 y responde:

  1. ¿Qué tipo de esclavitud quiere combatir el mandamiento?
  2. ¿Qué valor quiere enseñar?
  3. ¿Cómo observó el mandamiento la sociedad de aquél entonces?
  4. ¿Cómo lo estamos observando hoy cada uno de nosotros?

 


Fuente: Revista "La Familia Cristiana" México.