KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

Dios me ayudó a vencer el cáncer

Autor: 
Rosalinda López Espíndola
Fuente: 
LFC - MX

Hace casi tres años, encontré una bolita en mi cuerpo, los médicos decían que era una glándula que se había inflamado pero que era algo muy común y que si no me dolía no había porque operar a menos que aumentara de tamaño considerablemente, estuve en observación cada seis meses y por fin yo decidí que era momento de operarme, pues el médico al parecer no le daba la suficiente importancia, pero a mí me empezaba a inquietar. Así fue como un 11 de agosto me operaron dicha glándula ya había aumentado considerablemente de tamaño y ahí empezaron a complicarse las cosas.

Me tuvieron que intervenir dos veces el mismo día porque dejaron un vasito abierto y estuve sangrando por dentro hasta que afortunadamente salió la sangre por la herida, con la anestesia me picaron de más la médula espinal provocándome unos dolores de cabeza terribles durante varios días, en una de las primeras revisiones posteriores a la operación, me dieron la noticia de que la glándula que habían mandado a patología había resultado que era un tumor, así que tenía cáncer.

Recibir la noticia no fue nada fácil, mi esposo se puso pálido y yo lloraba, pues no era la primera vez que tenía cáncer, 14 años atrás, cuando mi hijo menor tenía un año me habían diagnosticado cáncer de tiroides y mi primera reacción fue de enojo y cuestionamiento hacia a Dios, sin embargo, después de unos días, comprendí que las cosas suceden porque así es la vida, pero que si estamos de su mano, todo se vive y se ve muy diferente y entonces me acerqué más a Él, empecé a conocerlo más y a tener mayor contacto con Él, a formar un verdadero lazo. Dejó de ser alguien lejano a quien sólo le pedía y le agradecía para convertirse en Alguien muy importante en mi vida y así poco a poco fue madurando mi fe y creciendo mi amor por Él y por María, que no sólo es madre de Jesús, sino también es mi madre que me cuida e intercede por mí, así que en esta ocasión no le pregunté a Dios ¿por qué?, o ¿por qué otra vez?, no me enojé, ni le reclamé nada, esta vez, tenía la necesidad de estar con Jesús, de llorar con Él y entregarle toda mi vida y con ello todo mi ser, pues hoy, después de 14 años Dios se ha convertido en el centro de mi vida, de mi familia, es el motor de mi existir.

Así saliendo del hospital pasamos a ver al Santísimo que sabía estaría expuesto y esperándome para consolarme y fortalecerme, no me equivoqué, al salir de la iglesia después de una hora o más quizá de estar frente a Él, a ratos conversando y a ratos sólo estando en su presencia llenándome de Él, me sentí en paz, tranquila, fuerte para luchar con lo que viniera y tan reconfortada y con una paz que sólo me la da el saber que estoy totalmente en manos de Dios, dispuesta a hacer su voluntad  y que si Él está en control nada tengo que temer.

Mi operación se seguía complicando pues resulté alérgica al hilo de la sutura y el dolor y la irritación aumentaban, me tuvieron que quitar la sutura por partes pues la herida aún no cerraba y era riesgoso dejar toda la herida abierta, así que estuve en cama y en reposo un mes, en medio de dolor, incomodidad y visitas constantes al médico, pero la idea de ofrecer ese dolor y saber que podía ayudarle a Cristo a cargar con su Cruz, hacía mi cruz más llevadera.

Fue difícil encontrar un médico que supiera tratar mi caso pues es tan raro que sólo se han registrado 250 casos de este tipo de cáncer en la historia del mundo. El cuarto médico que vi me dijo que él sabía cómo tratarlo, me mandó a hacer varios estudios y un martes en consulta programó mi operación para el lunes siguiente, yo por alguna razón que no lograba descifrar no me sentía tranquila, al contrario, estaba nerviosa e inquieta, iba a ser una operación fuerte e importante pero yo confiaba plenamente en Dios y sabía que no tenía nada que temer, por supuesto no dejaba de ir a misa, ni de estar con el Santísimo todos los días, pero el viernes, estando frente a Él le dije –por favor! Grítame que soy sorda y ciega, ¿porqué me siento inquieta si Tú estás en control de mi vida?–. Y al salir veo en mi celular un mensaje de mi esposo que decía: te están buscando porque pararon los trámites de tu operación, no te pueden operar el lunes. Me sentí tan tranquila y tan liberada que regresé a darle gracias a Dios y a preguntarle qué seguía entonces y sentí que debía consultar al primer médico oncólogo que vi que además de ser muy ético y humano, es muy reconocido entre los médicos, pero que no me podía tratar porque no era cirujano y el tipo de cáncer que yo tengo forzosamente se debe operar; ahora el problema era que para conseguir un lugar con este médico podían pasar semanas, así que una vez más le puse a Dios todo en sus manos y le pedí que por favor me marcara el camino claramente. Cuál será mi sorpresa que cuando hablo para ver si podía ver a ese médico me dicen –¿le parece bien hoy a las 7:00 pm?

Voy a consulta y me dice –no me gusta hablar mal de ningún médico, pero estoy en el deber de decirte que el médico que te iba a operar no es especialista en el tipo de cáncer que tú tienes, ni siquiera en la parte donde lo tienes, así que por ningún motivo te dejes operar por él–. Me recomienda a un especialista al menos en el área donde tengo el cáncer porque no hay nadie que tenga experiencia en el tipo. Voy a ver a ese médico nuevo y ve mis estudios, me revisa y me manda a hacer unos nuevos estudios solo para estar seguro de lo que va a encontrar al operar. Deja programada mi operación para el día siguiente, en los nuevos estudios sale lo mismo que en los anteriores y me dice que en efecto hay otro tumor y que la operación va a ser muy complicada, larga, radical y lamentablemente va a tener fuertes repercusiones en mi vida por el sitio en donde está.

Obviamente lloré y mucho pero acudo a Dios Padre amoroso y misericordioso y a la Virgen para que intercedan por mí, le suplico a Dios que me dé serenidad para aceptarlo y fortaleza para salir adelante, pero que yo estoy completamente en sus manos y confío en que lo que Él permita dará frutos y así se lo ofrezco, pues en la mañana antes de la operación que era en la tarde, me llama el médico y me dice –te quiero volver a revisar y que te revisen otros médicos de mi equipo porque lo que veo en tus estudios no me checa con lo que veo en ti–. Paso primero a la iglesia a ponerme en manos de Dios y pedirle al Espíritu Santo que ilumine a los médicos y voy a revisión con el corazón latiendo tan fuerte que se me salía del pecho pero con la fe de que será lo que Dios quiera y Él no me va a dejar, pues estoy amarrada a Él y a María. Me revisan, me piden que salga para que lo comenten entre ellos y cuando me llaman me dicen –en efecto en los 2 estudios se ve la presencia de un tumor, nosotros no vemos lo mismo en ti y pensamos que pueda ser aún tejido inflamatorio por todo lo que pasaste en la cirugía anterior, así no podemos operarte porque si no es tumor la operación es mucho más sencilla y no tendrías las repercusiones a futuro tan fuertes, esperemos un mes para ver si es tejido o tumor, lo sabremos si disminuye el tamaño–. Me fui muy tranquila y contenta, sintiendo el amor de Dios tan fuerte que no me cabía en el pecho, sabiendo que no tengo nada que temer pues me lo ha demostrado palpablemente en todo este proceso y desde antes. Yo les pregunto ¿No es maravilloso nuestro Señor? ¿Qué mayor prueba se necesita para sentir su amor y confiar plenamente en Él?

Conclusión

Desde hace muchos años me gusta ir a misa en la mañana para entregarle mi día a Dios y pedirle a Él y a María que me acompañen y me guíen, pero desde que empezó todo esto se ha convertido en una necesidad y además tengo la fortuna de que al terminar la misa y durante tres horas está el Santísimo expuesto, así que me tomo a veces un ratito y a veces, si mis actividades de trabajo y estudio me lo permiten, me quedo con Él las tres horas, que además se van tan rápido, pues a ratos converso con Dios, a ratos leo la Biblia y hago los laudes, hago también mi oración de silencio y solo estoy en su presencia, sin hablar, sin pensar, sin pedirle, ni agradecerle, solo estoy frente a Él permitiendo que actúe en mí y me llene de su amor y de su paz y eso ha sido una experiencia ¡maravillosa!

Ha transformado mi interior y esa “tragedia” aparente que puede ser el tener cáncer, se ha convertido en una gran oportunidad para acercarme a Él y sentirme tan amada que mi vida ha tomado un sentido diferente y se ha llenado de paz y alegría. Más que una tragedia hoy puedo decir que ha sido un regalo de Dios.