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Don Agustín de Iturbide: ¿héroe o perdedor?

Autor: 
León Jordán
Fuente: 
LFC México

El 27 de septiembre de 1821, once años y once días después de iniciada la Independencia de México, ésta llegó a su fin. Ese día era viernes, y los habitantes de la capital de lo que había sido la Nueva España, vieron desfilar por sus calles al Ejército Trigarante, al frente del cual venía el hombre que cerraba así esos once años de lucha independentista: don Agustín de Iturbide.

La gesta iniciada por don Miguel Hidalgo y Costilla en 1810 llegaba a su fin. Pero los acontecimientos turbulentos que se sucederían los siguientes tres años, descalificarían al consumador de la Independencia ante la mirada de la historia oficial. ¿Cuáles fueron las razones? Veamos su historia, llena de osadías y muchas penas, a continuación.

¿Quién fue don Agustín de Iturbide?

Parece que las fobias contra este personaje de la historia patria se derivan, no sólo de su origen criollo, sino también de su lealtad a la corona española, en cuyas filas combatió muy fieramente a los iniciadores de la Independencia.

Agustín de Iturbide nació en Valladolid, hoy Morelia, en 1783, de padre español, don José Joaquín de Iturbide y doña Josefa de Arámburu, de familia michoacana. Después de haber estudiado en el Seminario del que fue rector don Miguel Hidalgo (la actual Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo), se dedicó a las tareas del campo antes de ingresar al ejército realista en calidad de alférez. A los 22 años contrajo matrimonio con doña Ana María Huarte.

Según versión del mismo Iturbide, el cura de Dolores, don Miguel Hidalgo le invitó a formar parte del ejército independentista con el grado de general; pero él rehusó el ofrecimiento dedicándose a combatir a los insurgentes desde las filas realistas. Participó en varias batallas entre otras la del Monte de las Cruces. Combatió contra José María Morelos y para 1820 ya había alcanzado el grado de coronel en las fuerzas realistas.

Pese a esta hoja de servicios, Iturbide no era muy afecto a continuar con el régimen absolutista español; pues encontrándose en la Ciudad de México, se estableció la Constitución española tipo liberal que motivó la Conspiración de la Profesa, de la cual el propio Iturbide pasó a formar parte sin renunciar a su grado militar y a su propia filiación realista.

En esta condición comenzó a jugar un doble papel. Con el grado de Brigadier se las ingenió para que el virrey Juan José Ruiz de Apodaca lo enviase a combatir a Vicente Guerrero, situación que aprovechó para ganarse a este caudillo e integrar lo que México estaba a punto de conocer como el Ejército de las Tres Garantías que sería el instrumento final para liquidar más de tres siglos de dominación española.

Para lograrlo, primero le envió una carta invitándolo a indultarse, pero ante la negativa del jefe suriano, le envió una segunda misiva proponiéndole aliarse para concluir la guerra de Independencia. Al reunirse en Acatempan (población localizada en el municipio de Teloloapan, Guerrero), ambos jefes militares cerraron su alianza con el famoso abrazo con el que se proclamó el Plan de Iguala.

De Presidente a Emperador

Consumada la Independencia, Iturbide tomó a su cargo la dirección de los asuntos públicos. Para empezar, nombró una Junta de Gobierno constituida por 38 miembros. En esta junta la intención de Iturbide quedó manifiesta, pues en ella no apareció ningún veterano de la insurgencia. Para complicar más las cosas, la Junta lo nombró Presidente. A su padre, español de nacimiento, se le concedieron honores de Regente. La Regencia decretó un sueldo de 120,000 pesos anuales para Iturbide a partir del 24 de febrero de 1821, fecha en que se firmó el Plan de Iguala; además le concedió un millón de pesos de capital privado y la propiedad de un terreno de 20 leguas en cuadro, en Texas que aún pertenecía a México. Y para rubricar todo esto se le concedió el título de Alteza Serenísima.

No contento con todas estas canonjías, el 18 de mayo de 1822 se hizo coronar Emperador por el sargento Pío Marcha ante la aclamación popular. El Congreso ratificó la proclamación al día siguiente. Y dos días después se llevó a cabo la coronación del Emperador que tomó el nombre de Agustín I.

Por supuesto que su esposa doña Ana María Huarte también fue coronada emperatriz. Los liberales comenzaron a combatir al imperio de inmediato. Las dificultades entre el nuevo emperador y el Congreso surgieron simultáneamente decretando Iturbide la disolución del Congreso y el encarcelamiento de algunos de sus miembros; pero con ello no logró establecer la paz.

El 24 de enero de 1823 estalló la rebelión de Casa Mata encabezada por Antonio de Santa-Anna; la inconformidad creciente determinó la abdicación del aprendiz de emperador que se vio obligado a renunciar ante el reinstalado Congreso el 19 de marzo de 1823. Nueve días más tarde el emperador y su familia salió para Veracruz a fin de embarcarse rumbo a Europa, viviendo en Italia, Francia e Inglaterra.

El Congreso que le había otorgado una pensión, en ausencia e ignorándolo él por completo lo declaró traidor y fugitivo de la ley, el 28 de abril de 1824. Desconociendo toda esta animadversión política el 4 de mayo Iturbide salió de Londres rumbo a México, a donde llegó el 14 de julio al puerto de Soto la Marina, Tamaulipas. Se le aprendió de inmediato y el Congreso de esa entidad lo condenó a muerte. Fue ejecutado por fusilamiento en el pueblo de Padilla el 19 de julio de 1824.

Borrón de su memoria

Su nombre y sus restos fueron desterrados de la memoria escrita de México hasta 1833 en que el ya Presidente Santa-Anna, por decreto del 3 de noviembre de ese año, ordenó que sus cenizas fueran traídas a la Ciudad de México y depositadas junto a las de los héroes de la Independencia. Pese a ello, el decreto no se cumplió sino hasta que era Presidente Anastasio Bustamante en agosto de 1838.

En medio de pompas fúnebres, sus restos fueron sepultados en un sepulcro en la Capilla dedicada a San Felipe de Jesús. Un siglo después, el 5 de octubre de 1921, el Congreso acordó por 77 votos a favor y 5 en contra, quitar las letras de oro con el nombre de Agustín de Iturbide que aparecían en uno de los muros de la Cámara de Diputados.

Salvo las dos cuadras que llevan su nombre entre Av. Juárez y Av. Morelos y a una cuadra paralela de Bucareli, en la Ciudad de México, no hay otra huella del auténtico consumador de la Independencia. Sin duda, un héroe nacido para perder.

Fuente: Revista La Familia Cristiana (San Pablo, México 2021).