KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

El admirable orden del universo y las estaciones

Autor: 
San Cirilo de Jerusalén
Fuente: 
Kénosis

¡Hay que admirarse del universo! ¡Hay que admirarse de la creación! ¡Hay que admirarse del sol!, pues éste, apareciendo con la modestia de una vasija, contiene una enorme energía: apareciendo por el Oriente, emite luz hasta el Occidente. Ya decía el salmista describiendo sus salidas matutinas: “Y él, como un esposo que sale de su tálamo” (Sal 19), esplendoroso y suave comienza a derramar su luz sobre los hombres. Y cuando se encuentra en pleno centro del día, a menudo huimos de él por el excesivo calor, pero en su salida alegra a todos cuando hace su aparición.

Considera, pues, la posición del sol, que es plenamente la adecuada. Si bien no la ha establecido él mismo, sino Dios que con su mandato determinó su curso: en verano se encuentra en su máxima altura, y los días se hacen más largos, dando oportunidad a los hombres para sus trabajos. En invierno, sin embargo, limita su carrera, de modo que la época del frío no se prolongue sino que las noches, haciéndose más largas, sirvan de ayuda a los hombres para su descanso y para que la tierra produzca sus frutos.

Mira también cómo los días se suceden unos a otros en el orden adecuado: se alargan en verano y en invierno se acortan, pero en la primavera y el otoño se hacen agradables con una duración semejante; e igualmente hacen las noches. De todos ellos dice el salmista: “El día al día comunica el mensaje, y la noche a la noche transmite la noticia” (Sal 19,2).

Convendría también asombrarnos y admirarnos no sólo de la grandeza del sol (y de la luna), sino también de las ordenadas danzas y el libre movimiento de las estrellas. Y cómo unas son signo del verano y otras del invierno: unas indican el comienzo de la siembra y otras el de la época de la navegación. Y es precisamente el navegante, que se mueve en las inmensidades de extensas olas, el que dirige su barco mediante la observación de las estrellas. De todo esto dice señaladamente la Escritura: “Haya luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales para solemnidades, días y años” (Gén 1,14). Advierte también de qué modo tan hermoso nos va dando Dios la luz del día poco a poco. Pues no vemos que el sol salga de modo repentino, sino que primeramente aparece una luz limitada para que, preparándose las pupilas, puedan captar la fuerza cada vez mayor de los rayos solares.... A propósito, considera también cómo Dios mitiga las tinieblas nocturnas con la suavidad del resplandor de la luna.

¡Hay que admirarse de Dios! Él ha creado el universo, el sol, la luna, las estrellas… las estaciones.

– San Cirilo de Jerusalén

Catequesis sobre “El orden del universo”