KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

El futbol, una religión

Autor: 
Luis Espina
Fuente: 
RD

En los recientes días, en los que acontece el máximo paroxismo del futbol, al hilo del aluvión de partidos metidos en todos los hogares por la Copa del Mundo de Rusia, se está aprovechando la ocasión para destacar también las dimensiones más transcendentes del futbol, relacionándolo “con la filosofía, con la antropología y hasta con la religión”. La línea argumental de todas estas reflexiones es que el futbol se asemeja a la religión y que “ser hincha, fan o seguidor de un club o de una selección es un compromiso religioso”. Es ésta una buena ocasión para reflexionar brevemente sobre el tema, para aportar algunas semejanzas (y desemejanzas) existentes entre el futbol y la religión.

1. Asistentes, por millones

La más gruesa semejanza entre el futbol y la religión es que ambos fenómenos reclutan semanalmente los asistentes por millones…

2. Los ritos, como norma de funcionamiento

Las ceremonias religiosas son rituales, están sometidas a normas muy precisas de palabras y de gestos para las diversas actuaciones eclesiales, para cada uno de los sacramentos que se ofician.

Pero en el futbol existen también exigentes ritos para las actuaciones: en los templos o catedrales que son los estadios, las tribunas recogen a los feligreses; sobre el césped ofician los sacerdotes (algunos jugadores se consideran y son considerados como dioses); los hinchas, son los creyentes; los goles, auténticos milagros; todo está además marcado por precisos ritos de procesiones iniciales, banderas, cantos e himnos, respuestas entusiastas de los asistentes... Los ritos están tan marcados en los estadios de futbol como en las ceremonias religiosas.

3. Ambos implican el culto

Las ceremonias religiosas son actos de culto, en ellas se rinde culto a Dios. El futbol es también un acto de culto al deporte, al balón, a los goles, a la suntuosidad de los estadios. El que va al futbol se sumerge en un acto masivo de alabanza a la magia de los enfrentamientos, que pueden o no acabar en el éxito de los goles.

4. Valores compartidos

Los que se acercan a un acto religioso comparten con los demás el valor supremo de la fe. La práctica del deporte comparte y fomenta también una serie de valores importantes: la igualdad de los miembros del equipo, la superación personal, la ilusión, la competencia, la solidaridad... 

5. Pecados capitales

No sólo hace participar en valores, también introduce el futbol en una serie de antivalores, los que serían los también siete pecados capitales de este deporte: “capitalismo, mercantilización, colonialismo, nacionalismo, psicología de masas, patriarcado, codificación legal de la violencia”. El futbol no está exento de defectos, pero “abstrae a un reino más elevado y sacro de experiencias ritualizadas”.

6. Aceptación de la cruz

En el futbol hay que aceptar la derrota, como en la religión hay que aceptar la cruz… Los aficionados hablan mucho del “sufrimiento” por el que inevitablemente hay que pasar para ganar un partido cuando domina mucho el balón el equipo contrario, o, lo que es todavía mucho peor, para perderlo irremisiblemente.

7. Transmisión de identidad

El futbol es un auténtico “constructor de identidad”; funciona mejor que la política para trasmitir a la gente una sensación de comunidad. La grada iguala, y hace a todos participantes de un mismo sentir. Para los que desconfían de la política e incluso de la religión, sólo queda el partido de la jornada para construir identidad y establecer la arcadia sintética de las multitudes. La asistencia a los partidos organiza el caos individual, social, político y religioso que muchos llevan dentro y –en lenguaje aún más solemne– llena el vacío existencial de las referencias perdidas y de la complejidad de la vida.

Los gritos que llenan los campos de futbol –se ha llegado a decir– son intentos de vomitar dramas cotidianos... La horas dedicadas al futbol son horas raptadas al diván del psiquiatra. La identidad que el futbol transfigura se trasmite también de padres a hijos. Un argentino comenta: “El futbol no es ni más que menos que eso. Eso que me dio mi viejo, y que yo le paso a mi hijo. Ese amor gratuito, esa esperanza desbocada. Ese dolor, esa rabia, esa fe rotunda"… Lenguaje que se usa para la transmisión de la fe de padres a hijos, en las comunidades cristianas.

8. La trascendencia

Para el que va al futbol, el estadio lleno es su paraíso. El auténtico aficionado encuentra su felicidad más completa en sumergirse en el espectáculo de masas del estadio. Se espera incluso el milagro de los goles, aunque el cielo y el infierno, la satisfacción y el dolor, se concentren en el espacio reducido de los 90 minutos. Aún es más transcendente la participación en el juego del equipo, que suma más que las aportaciones de cada uno de los miembros; como ha filosofado el francés Sartre: “la acción del jugador individual se subordina al equipo, se integra en él a la vez que lo trasciende, de modo que la acción colectiva del grupo ampara el funcionamiento de la acción individual”. Una cierta trascendencia hacia universos no individuales es participado por los que viven intensamente el futbol.

9. No es lo mismo

Aunque el escritor uruguayo Galeano haya dicho que “el futbol se parece a Dios en la devoción que le tienen muchos creyentes (y en la desconfianza que le tiene muchos intelectuales)” y que “el futbol es la única religión que no tiene ateos”, sin embargo, el futbol se puede decir que es una religión, pero no la Religión. Las semejanzas referidas en este comentario destacan puntos ciertos de coincidencia, pero, a pesar del uso del lenguaje religioso para expresar las coincidencias, el futbol no llegará nunca a sustituir a la religión, porque el futbol es una realidad sólo terrena e inmanente y sería incluso irrespetuoso compararlo con la religión que se centra en el Dios único y verdadero.