KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

El heroico Tata Vasco

Autor: 
Pablo Arce Gargollo
Fuente: 
UVQ

Mostrar al héroe verdadero

Dar a conocer y difundir la actuación de vida de personas valiosas es un grato deber, en un mundo donde abundan héroes de papel, insustanciales, poco ejemplares y con una efímera fama.

En un aniversario más del fallecimiento de Vasco de Quiroga, quien murió en Pátzcuaro el 14 de marzo de 1565, tiene sentido recordar su ejemplo de vida luminosa. Fue un visionario que dejó una huella que perdura casi quinientos años después de su tránsito al cielo. Hoy quiero recordarlo en su faceta de héroe.

Se dice que es héroe la persona que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa noble. Eso fue Vasco de Quiroga, una persona ilustre quien ya en vida fue considerado por algunos de sus contemporáneos como persona ejemplar, como alguien que hizo notables acciones por encima de lo que hacemos el común de los mortales.

Demostrar su heroísmo

Pero una cosa es tener fama de santidad y otra es demostrarlo. En la Iglesia católica existe algo que se llama canonización, que es el acto pontificio por el que el Papa, Vicario de Cristo, declara –de modo solemne–, que un fiel es indudablemente santo por el modo en que se condujo en vida, a quien se presenta como un ejemplo a imitar y, además, como intercesor ante Dios a quien el pueblo cristiano puede acudir solicitando favores por su mediación y venerar de acuerdo con las normas litúrgicas.

Pero toda canonización está precedida de diversos procesos judiciales –de los más rigurosos que existen en el mundo–, que pueden desarrollarse durante decenios o incluso siglos. Los procesos se ventilan ante diversos tribunales en donde participan postuladores, testigos, consultores, teólogos, estudiosos, médicos, cardenales y obispos, que examinan con detalle los documentos aportados y las actas de los procesos establecidos.

Los procesos tienen una dimensión humana y otra divina. La intervención de los hombres requiere ilustrar y probar, de manera fehaciente, que el fiel que se pretende beatificar –paso previo a su canonización–, tiene fama de santidad por haber vivido las virtudes cristianas en grado heroico. Eso requiere una amplia investigación que permita disponer de una completa biografía de exquisito rigor histórico y testimonios de otros que lo conocieron de alguna manera.

Pero no bastan los medios humanos. La Iglesia exige también la intervención divina, en donde se debe probar que Dios ha obrado un milagro por intercesión del fiel que se pretende beatificar. Una vez beatificado, para proceder a la canonización se debe declarar probado un nuevo milagro por intercesión del beato.

Puesto que la fama de santidad de Tata Vasco de Quiroga no ha disminuido nunca a lo largo de casi cinco siglos y de que por diversos motivos nunca se logró iniciar formalmente su causa de canonización –aunque hubo un somero intento en 1776–, el cardenal Alberto Suárez Inda, entonces Arzobispo de Morelia, digno sucesor de Vasco de Quiroga, consideró oportuno iniciar el proceso de beatificación de quien fue primer obispo de la diócesis de Michoacán.

Procesos necesarios

El proceso diocesano dio inicio el 10 de noviembre de 1997 y culminó poco mas de dieciséis años después, el 21 de enero de 2014. Al año siguiente, mediante decreto del 20 de enero de 2015, la Congregación para las Causas de los Santos en el Vaticano, reconoció la validez jurídica del proceso diocesano que permitió iniciar el proceso de beatificación.

Un proceso que duró en total veintitrés años; los primeros dieciséis (noviembre de 1997 a enero de 2014) en la Arquidiócesis de Morelia y solo cinco años –un proceso rapidísimo, algo inusitado– en su fase romana (enero de 2015 a diciembre de 2020). Al iniciar el proceso en Roma, la Sagrada Congregación para la causa de los santos recibió la documentación que se envió, consistente en mas de treinta y dos mil páginas contenidas en ciento seis volúmenes. Luego se elaboró un documento que se llama la Positio, que hace una síntesis de toda la investigación, que tiene poco mas de novecientas páginas.

La Positio fue sometida en Roma a los Consultores Históricos el 5 de febrero de 2019, quienes afirmaron que, luego de su estudio, eran del parecer que Vasco de Quiroga había ejercido las virtudes cristianas en grado heroico. Un año después, el 26 de marzo de 2020, los Consultores Teológicos emitieron un dictamen afirmativo en el mismo sentido. Los Cardenales Padres y Obispos, reunidos en Sesión Ordinaria el 15 de diciembre de 2020, declararon que Vasco de Quiroga ejerció en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y afines. Pocos días después, el 21 de diciembre de 2020, se informó de todo ello al Sumo Pontífice Francisco, quien aceptando y confirmando los votos de la Congregación para las Causas de los Santos, declaró Venerable a Vasco de Quiroga (Promulgazione di Decreti della Congregazione delle Cause dei Santi, 22.12.2020). El Papa autorizó en ese acto la promulgación del Decreto que reconoce que Tata Vasco de Quiroga vivió heroicamente las virtudes teologales, cardinales y afines, es decir, que es un ejemplo de santidad5. El título de Venerable es el paso previo que podría llevarlo a ser declarado beato y luego canonizado.

Testimonios

Los testimonios que disponemos de quienes fueron contemporáneos y trataron al Venerable Vasco de Quiroga sostienen, de manera unánime, que fue una persona virtuosa y eminente. Muchos afirman que gozó de fama de santidad en vida que se extendió después de su muerte.

En el siglo XVI se recogieron por escrito muchas referencias sobre su persona, señal del aprecio en que le tenían. Testimonios muy relevantes son los de aquellos que fueron llamados a testificar en el Juicio de Residencia que, de oficio, se hizo a los Oidores de la Real Audiencia de la Nueva España, durante el tiempo que tuvieron a su cargo la gobernación de la Nueva España. En sus testimonios destacan la personalidad y obras del licenciado Vasco de Quiroga. Testificaron unánimemente a favor de las virtudes que apreciaron a lo largo de los años que había ejercido como oidor. Lo califican como: “hombre muy docto, y de santa vida y fama”; “el santo Don Vasco de Quiroga”; “varón santísimo y doctísimo”; “hombre santo y muy ejemplar y muy docto en su facultad”. Es notable, en el mismo sentido, el testimonio de fray Juan de Zumárraga, primer obispo de la Ciudad de México, quien trató a Vasco de Quiroga desde finales de 1530 a enero de 1532 y luego de 1534 a 1548, año en que el obispo Zumárraga falleció. Cristóbal Cabrera, su primer biógrafo, quien convivió con Vasco de Quiroga un buen número de años, lo considera “tan digno de alabanza como de imitación”. Lo califica como “un varón ciertamente santo” con quien disfrutaba de “su santa conversación” (Carta al Consejo de Indias, México el 8 de Febrero 1537, Archivo General de Indias).

Disponemos también de referencias valiosas, que se escribieron durante el siglo XVII, de quienes vivieron en una época cercana a la de Quiroga, lo que les permitió escuchar y recabar testimonios de quienes lo habían conocido personalmente. Todos ellos hacen referencia a la fama de santidad de Vasco de Quiroga, dando cuenta del aroma de sus virtudes esparcido por todas partes. Sobresalen los escritos de: Francisco Arnaldo de Yssasi, Fray Juan de Grijalva, Fray Alonso de la Rea y Fray Diego de Basalenque.

Testimonio notable en el siglo XVIII es el que ofrece el sacerdote michoacano Juan Joseph Moreno Pizano, quien escribió una biografía en base a documentos antiguos que encontró en el Colegio de San Nicolás fundado por Vasco de Quiroga, del que Moreno fue también rector.

Dedos de gigante y uña de león

Juan José Moreno, segundo biógrafo de Vasco de Quiroga, cuando revolvía papeles para escribir su obra publicada en 1776, Fragmentos de la Vida y Virtudes del Venerable Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Doctor Don Vasco de Quiroga, señala que: las “causas que me han movido a este corto trabajo, [es] inspirar hacia este héroe los sentimientos de gratitud y veneración que corresponden a sus beneficios y santidad”. Refiere también lo siguiente: “Yo leía imperfecta y sin orden en los autores cuando comencé a encenderme en deseos de emprender esta obra, [lo que] me dio una idea tan magnífica de su virtud, [que] no dudaré que mis lectores la formen cabal de esta narración que he podido ordenar, al modo que por un dedo se conoce un gigante y, por una uña, un león”(Moreno Juan José, Vida de don Vasco de Quiroga, Balsal, Morelia, 1989).

Lo que ahora presento son algunos dedos de este gigante que fue Vasco de Quiroga. Un auténtico héroe al que hay que mirar de frente y con orgullo, en búsqueda de enseñanzas prácticas para nuestra vida cotidiana, sabiendo que todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la santidad.

Ciertamente, no es posible hacer aquí y ahora el recuento del modo como Vasco de Quiroga vivió cada una de las virtudes. Pero del conjunto de estos hechos que ahora refiero (entre otros muchos que no es posible mencionar) emergerá la enorme y gigante personalidad humana y espiritual de Don Vasco como jurista cristiano, gran evangelizador, formador de sacerdotes, constructor de un buen número de comunidades cristianas –entre las que sobresalen sus peculiares “pueblos-hospital”–, misericordioso defensor de la justicia y de los derechos humanos en especial de los más indefensos y discriminados, su humildad y austeridad en su vida, y otros aspectos que muestran su radicalidad modo de vivir hasta alcanzar la santidad.

Heroísmo en su trabajo profesional

Fue heroico Vasco de Quiroga cuando tomó la decisión –fruto de su oración–, de pedir que el rey Carlos V lo enviara a América en lugar de pedir un notable puesto de los varios que le ofreció el monarca gracias a su gran prestigio profesional.

Desde su arribo a la Nueva España, Vasco de Quiroga ayudó con limosnas a los pobres, ejerciendo de manera heroica la caridad. Él mismo, conmovido llegó a escribir: “Andan desnudos por los tianguis y calles buscando de comer lo que dejan los puercos y los perros, cosa de gran piedad de ver” (Carta al Consejo del licenciado Quiroga, 14 de agosto, 1531).

Los sacrificios, las privaciones, los sufrimientos y las fatigas que tuvo que enfrentar en aquellos momentos de la primera gobernación civil y eclesiástica en el Nuevo Mundo fueron extremamente arduos y los llevó a cabo siempre con la firme adhesión a la voluntad de Dios. Un testigo en el Juicio de Residencia, de nombre Isidro Moreno, dice: “El Licenciado Quiroga es persona tan buena y de Dios que si toda la virtud se perdiera lo tornarán a hallar en él” (Juicio de Residencia, Archivo General de Indias, México, 1536).

Una muestra continua de su heroísmo fue que dispuso de su sueldo y ahorros para fundar su primer Pueblo-Hospital, el de Santa Fe de los Altos (Ciudad de México).

Dio muestras de ser heroico cuando varias veces por semana recorría a pie, ida y vuelta, un trayecto de nueve leguas, (aproximadamente 14 kilómetros), entre su oficina de oidor (localizada en el Palacio de Axayácatl, llamado también Casas Viejas, hoy el edificio de Nacional Monte de Piedad, en el Zócalo de la Ciudad de México), y el pueblo de Santa Fe, con objeto de atender a muchos de los naturales que se formaban en ese peculiar pueblo por él fundado en donde privaba el ejercicio de la caridad.

Fue heroico en el ejercicio de su trabajo profesional. Con fecha 30 de marzo de 1531, en una carta dirigida a la Emperatriz refiere que su trabajo es abundante e intenso: “Con las visitas y ejecución de las provisiones ha habido y hay tanto quehacer, que sobre las horas de la mañana empleamos la tarde y gran parte de la noche”. Joan de Cuebas, escribano mayor de su Majestad en la Nueva España testificó diciendo que el licenciado Quiroga trabajaba muchas veces horas extras para atender a los indios.

Si decimos que es héroe quien hace algo por encima del común de los mortales, el licenciado Quiroga lo fue ciertamente cuando hizo compatible su enorme trabajo de oidor con la tarea gustosa de dedicar mucho tiempo a proporcionar catequesis a los naturales. Su segundo biógrafo exclama: “¡Espectáculo raro, ver a un hombre secular tan encendido en el celo de nuestra Fe, que se dedicaban a los misterios propios de un Eclesiástico!” (Juan José Moreno, Fragmentos, p. 138).

Además, aceptó de manera heroica ir al reino de Mechoacan, un lugar violento y peligroso, (en especial luego de que Nuño Beltrán de Guzmán, anterior oidor, mató a su rey), sin acompañamiento de soldados, con objeto de entender y dialogar con los purépechas con objeto de ayudarlos y acercarlos a Dios.

Justicia heroica

Disponemos de un buen número de expedientes judiciales en donde vemos la manera heroica con la que el licenciado Quiroga administraba la justicia. Algunos testigos señalan que el oidor, aun en “cosas de poca importancia, como menudencias, por ser de cestillos de maíz y de dos mantillas y un poco de algodón, y así de otras cosas semejantes, lo cual despachaba el dicho Licenciado Quiroga con mucha paciencia” (Juicio de Residencia, Archivo General de Indias, México, 1536).

Cuando en 1536 Quiroga es acusado de no haber castigado a un tal Rodrigo Gómez, tratante de personas, contesta que en efecto, no castigó al culpable “por estar muy enfermo y tullido y su mujer enferma”, pues le “pareció inhumanidad proceder contra él estando tal, no se le pudiendo imponer la pena corporal que por razón de los dichos excesos merecía y mejor es que vuestra merced nos dé cargo de esta misericordia que no de rigor”.

Muestra de su heroísmo fue el trato que dispensó Quiroga a quienes venció en litigios judiciales. Martín Cortés, Marqués del Valle de Oaxaca, hijo y heredero de la Casa y Mayorazgo del Conquistador Hernán, intentó emular las acciones de su padre, tomando posesión de las tierras de Santa Fe de los Altos, situada a tres leguas de la Ciudad de México, fundación hecha por Vasco de Quiroga en 1532. El asunto lo defendió y ganó Quiroga con el derecho. Es interesante destacar que el proceso consigna la acción caritativa de Vasco de Quiroga quien en la petición de justicia y castigo que solicita al Virrey y Gobernador, le suplica: “Que no se proceda por ello contra el dicho alcalde mayor a pena aflictiva del cuerpo, ni mutilación de miembros ni efusión de sangre”.

El encomendero Juan Infante aparece en muchos sucesos de la vida de Vasco de Quiroga y en varios de los pleitos que tuvo que afrontar. Los conflictos más serios que tuvo Quiroga se dieron cuando Infante lo acusó de estorbarle tomar la posesión de ciertos pueblos en la Provincia de Michoacán que decía tenía en encomienda gracias a unos documentos falsos: una Cédula Real de 1528 y una Provisión de su Majestad de 1538. El pleito lo ganó Quiroga. Sin embargo, a pesar de las injurias y el tiempo que dedicó Quiroga a estos penosos acontecimientos, se dirigió al juez que llevó el asunto, diciendo que es su deseo: “no pedir, ni acusar, ni denunciar pena criminal alguna contra el dicho Juan Infante ni contra otra persona alguna”, y que esa petición la hace “no maliciosamente sino por alcanzar cumplimiento de justicia” (Archivo General de Indias, legajo 129, N° 3). Es una actuación heroica.

Un interesante expediente, muestra el afán de algunos por acusar a Vasco de Quiroga con hechos no fundados. En una ocasión es acusado de usar indios como “tamemes”, es decir, animales de carga. En el proceso sobresalen las motivaciones que tiene Quiroga para defenderse. No lo hace solo por salir bien librado de las acusaciones sino que busca el bien de sus acusadores a quienes solicita que se desistan, pues están siendo usados por otros y sus acciones les son perjudiciales, en especial para su alma. Por esos motivos Quiroga solicita a la autoridad real que no castigue a sus acusadores: “Av. Alteza pido y suplico que no los mande castigar como ellos lo merecen”, diciendo que no quiere “quejarse ni vengarse de sus propias injurias aunque en la verdad bien mirado más es esta injuria de Dios” (Archivo General de Indias, Audiencia de México, legajo 96).

Obispo heroico

Siendo laico y máxima autoridad en la Nueva España, aceptó su nombramiento como primer obispo de Michoacán, decisión que le debió ser violentamente difícil, y por tanto heroica, pues como él mismo señala: “Me arrancaron de la magistratura y me pusieron en el timón del sacerdocio, por mérito de mis pecados” (Carta Pastoral 1554).

En 1542 el Papa Paulo III convocó a todos los obispos a Concilio que se celebraría finalmente en Trento (Italia). El rey Carlos V pidió a los obispos de la Nueva España –entre los que se contaba Quiroga– que no acudieran argumentando su mucha edad y las complejidades del viaje. Vasco de Quiroga, por amor a la Iglesia, hizo un acto heroico al decidir que debía acudir al Concilio aún en contra de la voluntad real. Dejó su diócesis a cargo de un vicario, emprendió el viaje en barco desde Veracruz, y puso en peligro su vida a causa de una tormenta, que obligó a los navegantes a regresar a tierra (Juan José Moreno, Fragmentos, p. 71). No pudo acudir al Concilio.

Durante su estancia en la Corte española, entre los años 1547 y 1554, el Patriarca de las Indias y Canciller del reino, antiguo condiscípulo suyo, le insistió que no debía exponerse otra vez a los peligros de la mar volviéndose a su diócesis de Michoacán y que, a cambio, le ofrecía cualquiera de los más pingues obispados de España. Una muestra de heroísmo es la contestación de Quiroga quien le dijo: “Reverendísimo padre mío, todo cuanto decís es muy bueno, mas ¿no os parece indigno e indecoroso de un Siervo fiel que después de haberme dado el Señor una esposa amantísima, la deje y abandone así fuere por el mundo entero? Lejos de mí tal acción. Mientras yo viva apacentaré mis corderos y mis ovejitas que son los indios: procuraré atraer al aprisco de Cristo a los convertidos y a los que están todavía por convertirse, y trabajando hasta morir, pondré voluntariamente mi vida por ellos” (Cristóbal Cabrera, De solicitanda infidelium conversione, p. 213).

Si fue heroico cuando rechazó la oferta de algún obispado interesante en España, lo fue más cuando al verlo tan decidido de regresar a su diócesis de Michoacán, el rey mismo, argumentando que Quiroga había dado “tan brillantes pruebas, así de su celo por el bien espiritual de los Indios y de la Corona, como de su entereza y literatura” le ofreció el obispado de Puebla o el de México, que por aquel tiempo estaban vacantes. Su segundo biógrafo refiere que Quiroga “no dejándose llevar, o del atractivo de rentas más gruesas, o del esplendor del Metropolitano, agradeció a Su Majestad la merced, pero no la aceptó diciendo, que pasar de un Obispado a otro, no era más que mudar de lugar; no de cuidados, y que con ir de una Ciudad a otra, no se aligeraba la carga; sentencia digna de un Santo Padre, y que da a entender tomaba el peso a la carga, como es debido” (Juan José Moreno, Fragmentos, p. 79).

Vida ordinaria y heroica

Cristóbal Cabrera, su primer biógrafo, refiere su vida virtuosa: “Nunca vi a este Santo Obispo entregado a una vida placentera; por el contrario, era siempre un vivo retrato del hombre trabajador, esforzado y virtuoso” (Cristóbal Cabrera, De solicitanda infidelium conversione, n. 33).

Del dinero nunca se preocupó Quiroga. Cristóbal Cabrera, quien lo trató de cerca un buen número de años manifiesta: “Pongo por testigo a la misma verdad, a Cristo Nuestro Señor, que durante el tiempo que con dicho Prelado viví, nunca vi en sus manos alguna moneda acuñada de oro o plata; es más, ni siquiera sabía a cuántas monedas o dracmas equivalía un sueldo de oro. Todo cuanto adquiría por razón de obvención eclesiástica era guardado por un ecónomo, quien, de no ser honrado, hubiese tenido facilidad de sustraer una buena parte. Pues el único motivo que había para contar lo existente, era que él dijera si había o no para gastar. Se mantuvo tan firme en esta parte, que aun aquellas riquezas que justamente adquirió, sólo las destinó a usos cristianos y piadosos. No gastó lo que tuvo en vanidades, ni en vanaglorias”. Fue hombre austero en grado heroico: “Nunca se gozaron en su mesa las delicias del vino, pues siempre fue frugal y abstemio” (Cristóbal Cabrera, De solicitanda infidelium conversione, n. 33).

Llevó una vida pobre con heroísmo: “Tuvo que sufrir muchas incomodidades para contener a su carne en los límites de la razón. Siendo Oidor de la Nueva España, lo pasaba tan estrechamente que, aún habiendo cercenado todo gasto superfluo, estaba siempre debiendo gruesas cantidades por no tener de lo suyo para mantenerse; y de esto eran buenos testigos sus criados que se quejaban amargamente de la indigencia y necesidad a que se reducía y los reducía, gastando todo su honorario en beneficio de los pobres indios. Dos testigos de los presentados en su residencia dicen, que “estaba muy pobre, y que no tenía qué comer” (Juan José Moreno, Fragmentos, p. 158).

Pocos días después de su fallecimiento se hizo el inventario de sus bienes que muestra de manera fehaciente el tenor austero de su vida.

Llamada universal a la santidad

En la sociedad “líquida” teorizada por Zygmunt Bauman, parece imposible alcanzar el grado de heroicidad y por tanto la santidad (Modernidad líquida, Fondo de Cultura Económica, México 1999). La Iglesia no es nueva en estos escollos para la fe y la credibilidad cristianas.

Basta considerar que en el siglo II se objetaba a los cristianos que su fe en Jesús, el Mesías, era algo ineficaz. Una muestra de ello aparece en Diálogo con Trifón, de san Justino quien refiere esa inquietud. El largo diálogo entre un pagano y un cristiano, puesto en lenguaje moderno, puede sintetizarse así: “¿Pero cómo es posible que el Mesías haya venido ya si nada ha cambiado, si la paz no ha llegado, si Israel sigue siendo esclavo de los romanos, si el mundo sigue siendo como antes?”. Los cristianos respondieron: “Es cierto, sí, muchas cosas son como antes, no han cambiado, pero, si se quiere mirar bien la realidad, se pueden observar también novedades maravillosas, extraordinarias, como, por ejemplo, la fraternidad entre los cristianos, la comunión de bienes, la fe, el valor en las persecuciones, la alegría en las tribulaciones. Puedes ver cosas maravillosas. El Reino de Dios, por supuesto, no ha llegado todavía en su plenitud definitiva, ha llegado como en un germen, en una semilla, pero ha llegado en serio y está creciendo, se está desarrollando en medio de las comunidades cristianas”. Los santos son precisamente las semillas maduras que dan mucho fruto, según la parábola del Evangelio.

El Venerable Vasco de Quiroga es, sin duda, un modelo. Por ello acudo con devoción a quien fue gobernante, autoridad, juez, promotor social, trabajador, artesano, sacerdote y obispo para que, al conocer su vida y obra, muchos podamos, con su ayuda, imitarlo en nuestra vida diaria de acuerdo a nuestras circunstancias.

Fuente: Pablo Arce GargolloEl heroico Tata Vasco, Universidad Vasco de Quiroga, Uruapan, Michoacán, 14 de marzo de 2022 (en el 457 aniversario luctuoso de Vasco de Quiroga).