KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

El hombre: ¡gran misterio!

Autor: 
Luis Fernando Vilches
Fuente: 
FC

Esta es la gran pregunta, el eterno interrogante para la especie humana: “¿Qué es el hombre?” o, mejor, “¿quién soy yo mismo?”

Desde esta pregunta por el misterio del hombre, y en una especie de letanía espontánea, surgen otras con la misma urgencia: “¿Qué es la vida y el amor?”, “¿qué es la muerte y cuál el signo del destino eterno?”, “¿qué es el trabajo y el afán de cada día?”, “¿qué es la tierra y qué es el cielo?”, “¿para qué la lucha o la pasión?”, “¿qué es todo… desde el hombre y para el hombre?”

Bien podemos decir que todo interrogante y toda búsqueda, todo el interés por encontrar una verdad que nos valga, se resuelve, en último término, en el interrogante del hombre y por el hombre.

La verdad sobre el hombre

En buena lógica podemos afirmar que toda verdad es servicio al hombre. Además, recordemos cómo hoy se ofrecen muchas “verdades” sobre el hombre, sobre su misterio y sentido. Por ello urge retomar el interrogante y tratar de descubrir “la verdad sobre la especie humana” sin paliativos.

La Iglesia católica, a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965), hizo algunas determinaciones sobre la identidad y el papel el hombre en el mundo actual. Dichas propuestas las dejó plasmadas en el documento llamado Gaudium et Spes (Los gozos y las esperanzas), un documento conciliar cuya voz no es una más en el concierto de las muchas que existen. Es una voz que quiere atender a todos los aspectos del hombre y a todas sus dimensiones. De hecho, no hay ninguna página de antropología más completa que la página de la Gaudium et Spes.

Veamos ahora algunos puntos fundamentales de esta hermosa y densa página:

1. La verdad del hombre pasa por la consagración de su libertad. Por cierto, la excelencia de la libertad humana radica en que puede ser nuestra grandeza pero, también, nuestra miseria; es, en todo caso, la razón por la cual adquirimos nuestra dignidad sin igual entre todo lo creado.

2. La verdad del hombre pasa por el reconocimiento de la conciencia, la cual es el “sagrario inviolable” y donde se asientan las raíces de los derechos inalienables de los seres humanos.

3. La verdad del hombre se instala en lo comunitario y en el amor como la única forma de salvar y garantizar lo personal. Porque sólo desde la comunión podemos aspirar a una auténtica realización personal y a una plenitud de ser.

4. La verdad del hombre pasa por la salvación del cuerpo junto con el alma. En el cristianismo no hay dualismos de ningún tipo. Todo lo que hay que salvar y lo que ha de resucitar del hombre es una sola cosa: el cuerpo y el alma.

5. La verdad del hombre pasa por el cáliz del trabajo como fuente de dignidad y santificación, como “lugar” de encuentro con el Dios creador y con el Hijo que redime, aquí y ahora, a todos los hombres.

6. La verdad del hombre pasa por la defensa de la vida como don de Dios y reflejo de Dios mismo.

7. La verdad del hombre consagra también el ámbito de la familia como “lugar” insustituible para el pleno desarrollo del ser humano.

8. La verdad del hombre se inserta en el tiempo y en la tierra con vistas a la eternidad. Es decir, ni ciudadanos de la tierra con olvido del cielo, ni aspirantes al “más allá” con desprecio del “más acá”. Tierra y cielo son el compromiso temporal y la esperanza de eternidad entre los cristianos.

9. La verdad del hombre pasa por el compromiso y tarea personales de llegar a ser lo que tenemos que ser. Somos “vocación”, somos “llamada”. Somos caminantes, somos viajeros de la vida, somos peregrinos, buscadores de felicidad y amor hasta configurarnos con Cristo Jesús.

10. La verdad del hombre sólo se esclarece y se ilumina en la verdad del misterio de Cristo, el Verbo Encarnado, el hombre perfecto.

Cabe decir, a manera de cierre, que la referencia constante del hombre para comprenderse y para vivir su verdad en plenitud, tiene que ser referencia a Cristo, el único que nos otorga “anchura” de nuestra dignidad y “grandeza” de nuestra vocación.