KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

“¡Es tiempo de la Misericordia!”

Autor: 
Antonio Rizzolo
Fuente: 
LFC - MX
Papa Francisco

Los pasados meses la revista italiana Credere, de la Editorial San Pablo, tuvo la fortuna de entrevistar al Papa Francisco. Dicho encuentro se centró, inevitablemente, en el tema de la Misericordia, que es el eje central del Jubileo (2015-2016) que Jorge Mario Bergoglio, el Obispo de Roma, ha dado a bien inaugurar.

Igual como ha sucedido en otras entrevistas, el Papa Francisco ha manifestado en este interrogatorio sus reflexiones espirituales, que aparecen verdaderamente en modo transparente, porque comparte su experiencia como creyente y como un cristiano deseoso –como todos– de la misericordia del Señor.

Estamos seguros que las palabras del Papa Francisco resultarán preciosas para ponernos todos en camino sobre el itinerario trazado por este Jubileo de la Misericordia.

Padre Santo, ahora que estamos en el Jubileo de la Misericordia, nos puede explicar ¿cuál ha sido el motivo de resaltar propiamente el tema de la misericordia? ¿El tema responde a alguna urgencia de la situación actual del mundo y de la Iglesia?

El tema de la misericordia se va acentuando con fuerza en la vida de la Iglesia a partir del papa Pablo VI. Juan Pablo II fue quien lo enfatizó fuertemente con la Carta Encíclica Dives in misericordia, con la canonización de santa Faustina y con la institución de la Divina Misericordia en la octava de Pascua. Sobre esta línea, he escuchado que hay de parte del Señor un deseo de mostrar a los hombres su misericordia. El tema no es una idea que se me vino a la mente, sino que lo retomo de la tradición cristiana, que siempre ha exisistido.

En el primer rezo del Angelus (marzo de 2013) que hice como Papa fue sobre la misericordia de Dios. Es un tema que también lo he bebido de un libro sobre la misericordia que me regaló el cardenal Walter Kasper durante el Cónclave pasado... Por eso digo que la convocatoria que he hecho a toda la Iglesia no es una estrategia, sino algo que me vino de adentro, algo que impulsa el Espiritu Santo.

Oviamente, el mundo de hoy tiene necesidad de la misericordia, necesidad de compasión y del compartir mutuo. Estamos acostumbrados a las malas noticias, a las noticias crueles y a las atrocidades que ofenden el nombre y la vida de Dios. El mundo tiene necesidad de descubrir que Dios es Padre, que hay misericordia, que la crueldad no es el camino, que la condenación no es el camino, porque la Iglesia misma a veces cae en la tentación de seguir una línea dura, de enfatizar sólo las normas morales, pero mucha gente queda fuera. Me vino a la mente aquella imagen de la Iglesia como la de “un hospital de campo” luego de la batalla; ¡cuánta gente herida y destruida en este mundo!... Creo que este es el momento de la misericordia. Todos nosotros somos pecadores, todos llevamos pesos interiores. He escuchado que Jesús quiere abrir la puerta de su corazón, que el Padre quiere mostrar sus entrañas de misericordia, y para esto nos manda el Espíritu: para movernos y para revolvernos… porque el hombre es sagrado, es la imagen del Dios vivo.

Usted ha dicho que, como todos los creyentes, se siente pecador, necesitado de la misericordia de Dios. ¿Qué importancia ha tenido en su camino como sacerdote y como obispo la misericordia divina? ¿Recuerda en particular un momento en el cual ha sentido en manera transparente la mirada misericordiosa del Señor en su vida?

Soy pecador, me siento pecador, estoy seguro de serlo; soy un pecador al cual el Señor mira con misericordia. Soy, como lo he dicho a los encarcelados en Bolivia (julio de 2015), un hombre perdonado. Soy un hombre perdonado; Dios me ha mirado con misericordia y me ha perdonado. Aún ahora cometo errores y pecados, y me confieso cada quince o veinte días. Y si me confieso es porque tengo necesidad de escuchar que la misericordia de Dios está sobre mí…

He tenido siempre la sensación de que el Señor me ha cuidado en un modo especial, mostrándome su misericordia, pero el momento más significativo se verificó el 21 de septiembre de 1953, cuando tenía 17 años. Era el día de la fiesta de la primavera y del estudiante en Argentina, y la viví con otros estudiantes; yo era católico practicante, iba a Misa los domingos, pero nada más… estaba en la acción católica, pero no hacía nada, era solamente un católico practicante. Lejos del camino para la estación ferroviaria de Flores, pasé cerca de la parroquia que frecuentaba y me sentí impulsado a entrar: entré y vi venir de un lado a un sacerdote que no conocía. En aquel momento no se qué cosa me sucedió, pero advertí el deseo de confesarme… Y no se qué cosa sucedió, salí diferente, cambiado. Regresé a casa con la certeza de quererme consagrar al Señor. El sacerdote que me confesó fue quien me acompañó por casi un año. Era un sacerdote de Corrientes, el padre Carlos Benito Duarte Ibarra, que vivía en la casa del clero de Flores. Tenía leucemia y se estaba atendiendo en el hospital. Murió al año siguiente. Después de sus funerales lloré amargamente, me sentí totalmente perdido, como con el temor de que Dios me hubiera abandonado. Ese fue el momento en el cual me sumergí en la misericordia de Dios.

Otro signo en el cual experimento el amor de Dios está muy ligado a mi lema episcopal: el 21 de septiembre es el día de san Mateo, y Beda el Venerable, hablando de la conversión de Mateo, dice que Jesús miró a Mateo: “lo miró y lo eligió”. Se trata de una expresión que no se puede traducir, porque en italiano uno de los dos verbos no tiene gerundio, ni en español. La traducción literal sería “misercordiando y eligiendo”, casi como si Dios hiciera con Mateo un trabajo artesanal: “Lo misericordió”… En algún momento, recitando el breviario latino, descubrí esta lectura, y me acordé que el Señor me había modelado artesanalmente con su misericordia. Cada vez que venía a Roma, y que me alojaba en la calle Scrofa, iba a la iglesia de San Luis de los Franceses a orar de frente al cuadro del Caravaggio, donde se ve la “vocación de san Mateo”.

Según la Biblia, el lugar donde mora la misericordia de Dios es el vientre, las entrañas maternas de Dios, que se conmueven hasta el punto de perdonar los pecados. ¿El Jubileo de la Misericordia puede ser una ocasión para descubrir la “maternidad” de Dios? ¿Hay un aspecto más “femenino” de la Iglesia que se debe valorar?

Sí, Él mismo lo afirma cuando dice en Isaías que quizás una madre se olvida de su hijo… pero el Señor jamás se olvida de los suyos. Él dice: “Yo por mi parte no me olvidaré de ti”. Aquí se ve la dimensión materna de Dios. Sin embergo, no todos comprenden lo que es la “maternidad de Dios”, no es un lenguaje popular –en el buen sentido de la palabra–, más bien parece un lenguaje selecto; por eso, en mis mensajes, prefiero comparar la ternura de Dios con la ternura de una mamá, así como con la ternura que nace de las entrañas paternas. Pues Dios es padre y madre.

Según la Biblia, la misericordia nos hace conocer un Dios más “emotivo” de aquel que a veces nos imaginamos. ¿Descubrir un Dios que se conmueve y se enternece por el hombre puede cambiar también nuestra actitud hacia los hermanos?

Descubrirlo nos llevará a tener una actitud más tolerante, más paciente, más tierna. En 1994, durante el Sínodo, se decía que se debe instaurar la revolución de la ternura, y un padre sinodal –un hombre bueno, que yo respeto y quiero mucho–, me dijo que no convenía usar este lenguaje en la evangelización, y me dio explicaciones razonables, de un hombre inteligente. Pero yo insisto que hoy la revolución es la de la ternura porque de ella deriva la justicia y el resto de valores humanos fundamentales… La revolución de la ternura es eso que hoy debemos cultivar como fruto de este Año de la Misericordia. Cada uno de nosotros debería decir: “Soy un desgraciado, pero Dios me ama así, ahora yo debo amar a los otros de la misma manera”.

Es famoso el “discurso de la luna” del papa Juan XXIII, cuando, una tarde, saludó a los fieles diciendo: “Den una caricia a sus hijos”. Aquella imagen se convirtió en un icono de la Iglesia de la ternura. ¿En qué modo el tema de la misericordia podrá ayudar a nuestras comunidades cristianas a convertirse y a renovarse?

Cuando veo a los enfermos, a los ancianos, me surge espontáneamente el signo de la caricia. La caricia es un gesto que puede ser interpretado ambiguamente, pero hablamos del primer gesto que hacen las mamás y los papás con los niños recién nacidos, y a dicho gesto le acompañan palabras como “te quiero mucho”, “te amo”, “quiero que tu salgas adelante”…

Usted como Pontífice, ¿practicará algún gesto para testimoniar la misericordia de Dios durante el Jubileo?

He convocado el Jubileo de la Misericordia (2015-2016) porque es un deseo del Señor mostrar a los hombres el camino de la reconciliación. Y para lograr ese camino expresaré –e invito a todos los cristianos a que también expresen– muchos gestos que hagan visible el amor de Dios. Mi propósito personal es manifestar, cuando me sea posible, un gesto diferente, una acción u obra de misericordia.