KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

Eucaristía y fraternidad

Autor: 
Martín Gelabert
Fuente: 
Nihil Obstat

La presencia sacramental de Cristo en la Eucaristía tiene un objetivo fundamental: que podamos comulgar con Cristo. Comulgar con Cristo es unirnos a él, al Amor de los amores. Y al unirnos a Cristo nos unimos a todos los cristianos, más aún, a todos los seres humanos, porque con cada ser humano, sin excepción alguna, se ha unido Cristo. La eucaristía está ordenada a ser signo de unidad y vínculo de caridad. Signo que señala a quién debemos amar y nos impulsa fuertemente a ello. Es un signo eficaz, un signo que nos llama a realizar aquello que significa.

La celebración de la Eucaristía requiere de una mesa. Esta mesa, con el correr del tiempo, se ha transformado en un altar, pero el altar sigue siendo una mesa, alrededor de la cual nos sentamos los que celebramos el banquete eucarístico, que es un banquete familiar. El Nuevo Testamento califica como “cena del Señor” (Lc 22,19; Jn 13,2; 1Co 11,20) o “fracción del pan” (Hch 2,46; 20,7) lo que luego se llamará Misa. La Misa remite a una Mesa, en la que el Señor Jesús, con sus apóstoles, celebró una cena; y en esta cena ocurrió algo sorprendente, que los apóstoles recordaron y repitieron, y después de ellos repiten todos los seguidores de Jesús.

Recordando el contexto de lo que hizo Jesús, los primeros cristianos celebraban la Eucaristía en el curso de una cena, alrededor de una mesa. Así manifestaban que el contexto adecuado de la celebración es el amor fraterno y el compartir los bienes, que es lo propio de los hermanos. Los cristianos se reunían en la casa de un creyente, llevaban consigo comida, que se ofrecían unos a otros como gesto de fraternidad. En este “banquete” consagraban el pan y el vino, llamando a esto “la Cena del Señor” (1Co 11,20). Los apóstoles dirigían la palabra a los reunidos, “conversando con ellos” (Hch 20,7-11). El autor de los Hechos aduce el detalle de la gran cantidad de luces que se encendían y de cómo, en cierta ocasión, la charla de Pablo se alargó tanto, que un joven que estaba sentado en la ventana se durmió y cayó a la calle.

Cuando estos “ágapes” degeneraron y, en vez de compartir, cada quién comía de lo suyo, unos buenas viandas y otros pobremente, Pablo se enfada porque se han olvidado de lo que en realidad significa la mesa: “Cuando se reúnen en común, eso ya no es comer la Cena del Señor, porque cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro se embriaga. ¿No tienen casas para comer y beber? ¿O es que desprecian a la Iglesia de Dios y avergüenzan a los que no tienen casa? ¿Qué voy a decirles? ¿Alabarlos? ¡En esto no puedo alabarlos!” (1Cor 11,20-22).

Estos abusos, pero también la evolución histórica y el crecimiento de la Iglesia hicieron que, en el transcurso del tiempo, la celebración prescindiera del contexto de la cena y evolucionara hacia el modo con el que actualmente celebramos. Con todo, recordar este primer contexto es un modo de dejar clara la relación profunda que hay entre Eucaristía y fraternidad.

Fuente: Nihil Obstat.