KÉNOSIS

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Festividad de San Pablo, Apóstol

Autor: 
Daniel D´Apice
Fuente: 
Catolich Net

San Pablo, conocido también bajo el nombre de Pablo de TarsoPablo”, en griego / “Saulo”, en hebreo), nació probablemente unos cinco años después de Jesús, en Tarso, ciudad de Cilicia, lo que actualmente es Turquía.

Era judío, hebreo de nacimiento, y su nombre Saulo era en honor del primer rey de Israel, Saúl.

Desde niño estudió la Ley de Moisés en Jerusalén, bajo la guía del gran maestro de su tiempo: Gamaliel.

Pablo “conoce a Jesús”

Teniendo algo más de 30 años (quizá 36 o 37), y enterado de la nueva doctrina que anunciaban los seguidores de Jesús, a quién no había conocido, pidió autorización a las autoridades judías para perseguir a la nueva “secta judía” en Damasco, pero camino hacia esa ciudad, su vida cambió radicalmente.

Vio una gran luz y escuchó la voz de Jesús preguntándole por qué lo perseguía, identificándose así Jesús con sus mismos seguidores.

Tres veces relata su compañero de aventuras Lucas en los Hechos de los Apóstoles este evento y experiencia únicos: Hechos 9,5-7; 22,5-16 y 296,10-18.

Quedó ciego y un discípulo de Jesús, Ananías, tuvo que imponerle las manos para que recobrara la vista y quedara lleno del Espíritu Santo.

El elegido de Jesús

Jesús lo eligió para que anunciar su mensaje de salvación, la Buena Nueva, a todos los pueblos. Por eso recorrió toda Europa y Asia menor, pasando por Antioquía, Chipre, Éfeso, Listra, Derbe, Corinto, Filipos, Tesalónica, Jerusalén, Roma y muchas otras ciudades.

Pablo nos dice en sus cartas que recibió el encargo de predicar a los no judíos, así como Pedro lo había recibido de predicar al pueblo elegido de Dios. Aunque los límites de ambos no eran tan estrictos.

También nos dice que trabajó “más que todos los demás” apóstoles –anunciando el Evangelio–, aunque no por sus propias fuerzas, sino por la gracia de Jesús resucitado que actuaba poderosamente en él (1Corintios 15,10).

Pablo, el predicador

Al llegar a alguna ciudad, Pablo reunía a los cristianos en cierta casa, y les comenzaba a predicar. Su fuego y ardor eran incansables, y podía hablar de Jesús horas y horas.

Cierta ocasión comenzó a predicar de noche, era la madrugada, y así permaneció hablando de Jesús por largas horas. Fue entonces que, un joven, de nombre Tíquico, que estaba sentado en una ventana escuchándolo, le venció el sueño y cayó al vacío desde el segundo piso de la casa donde estaban reunidos. Había muerto, y todos se afligieron mucho. Pero Pablo invocó a Jesús y el joven volvió a la vida (Hechos 20,7-12).

Pablo escritor

Así como fue un gran predicador, Pablo fue también un escritor culto. Pasaba por las comunidades predicando la Buena Noticia de que Jesús había resucitado y vivía, y que nosotros resucitaríamos con nuestros propios cuerpos como Él, libres ya del poder del pecado, del mal, del dolor y de la muerte.

Escribió misivas para mantener viva la llama de su enseñanza e inducir a sus lectores (como lo hacía con sus escuchas) a tener una experiencia real del Señor Resucitado.

Escribió a las romanos, a los corintios, a los efesios, a los colosenses, a Tito, a Timoteo y a otros más.

Pablo y sus viajes

El amor de San Pablo por Jesús era tan vivo y experimental, que quería llegar a todos los lugares conocidos para comunicar su mensaje y llevar a todos al conocimiento de la fe en Cristo.

En aquel tiempo, con los medios precarios que existían, los viajes no eran fáciles. La mayoría de las veces se andaba a pie, a pesar de que había vehículos tirados por animales.

San Pablo visitó ciudades de Europa y Asia menor, como Iconio, Listra, Derbe, Antioquía de Pisidia, Roma, Corinto, Éfeso, Macedonia, Filipos, Tróade y muchas otras.

En todas esas ciudades, la propuesta era siempre la misma: la fe en Jesús Resucitado y la nueva vida que brota de la experiencia del encuentro con Él.

Pablo predicaba que Jesús es el salvador de todos los pueblos, no solamente del pueblo judío. Eso fue el motivo que le acarreó mucho sufrimiento y persecuciones.

Sintiendo que ya había cumplido su misión, fue a Jerusalén, donde era sabido que lo tomarían preso (Hechos 21). Al ser también ciudadano romano, pidió que lo juzgara el emperador, por lo que fue enviado a Roma (Hechos 22,22ss. Hechos 25).

Durante su viaje, con 276 personas a bordo de una nave, la mayoría prisioneros, el barco naufragó. Su compañero de viaje Lucas relata la peripecia, en la que la intercesión de Pablo hizo que todos se salvaran y llegaran salvos a la isla de Malta, donde fueron muy bien recibidos (Hechos 27 y 28).

Haciendo una fogata, una víbora se enroscó en la mano de Pablo. Y fue sorpresa para todos ver cómo el Apóstol, con un simple movimiento de su mano, tiró al reptil por el suelo sin que le hubiese hecho daño alguno.

Pablo da la vida por Jesús

Después de tres meses en la isla de Malta, Pablo y sus compañeros consiguieron llegar a Roma.

Estuvo más de dos años con prisión domiciliaria, dedicándose a la oración, la reflexión y el anuncio de Jesús entre los que lo iban a ver.

Posiblemente en el año 68, Pablo fue decapitado, según el modo de ejecución para los ciudadanos romanos.

Hoy día, en Roma, está el lugar donde murió: se llama “Las Tres Fuentes” (“Tre Fontane”), debido a que cuando la cabeza de Pablo cayó al piso, dio tres saltos, y en cada uno de ellos brotó una fuente de agua, que es símbolo de la vida que produce el martirio.