KÉNOSIS

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José, el soñador

Autor: 
Jaime Gutiérrez Fuentes
Fuente: 
LFC - MX

Personaje: José fue un hombre de gran integridad, entendido y sabio. Aparece descrito en el Antiguo Testamento, en el libro del Génesis, fue el primogénito de Jacob y Raquel.

Etimología del nombre: José es un nombre de origen hebreo (Joseph). Su significado es: “pequeño, hombre humilde, o al que Dios engrandece”.

Lugar de origen: nació en Canaán, lugar situado entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, en el actual Estado de Israel, y murió en Egipto, donde vivió la mayor parte de su vida.

Dato curioso: José fue el undécimo hijo de los doce que tuvo Jacob y fue a su vez ancestro de Efraín y Manasés. Fue el hijo preferido de su padre y sus hermanos lo envidiaban por eso, al grado de querer acabar con su vida.

Hay una idea muy difundida que consiste en creer que a los santos, como son amigos de Dios, todo les sale bien. En la vida de José de Egipto, esto no es una realidad; al contrario, parece que todo le sale al revés. José es santo porque a pesar de la adversidad, que se le viene encima, continúa siendo fiel a su Señor en todo momento.

El hombre de la mala suerte

Es muy llamativo que José se presenta como un individuo sabio y bueno y, sin embargo, la “mala suerte” lo persigue por todas partes. En primer lugar sus hermanos le tienen envidia porque José es el “preferido” de su padre; para vengarse, optan por venderlo como esclavo a unos extranjeros. José va a parar a Egipto. Debido a sus cualidades, es escogido por el rico Putifar para ser el mayordomo de su casa; la esposa de Putifar pretende seducir a José con una proposición deshonesta; José de ninguna manera acepta ofender a Dios y a su amo; la mala mujer inventa que José ha querido abusar de ella; José va a parar a la cárcel. En la misma cárcel José adivina el sueño del copero del rey, que en ese momento estaba preso; le vaticina que saldrá de la cárcel y volverá a ser copero; el hombre, feliz por el vaticinio, le promete que apenas esté en la corte, procurará interceder para que lo liberen. Pero, una vez libre, el copero se olvida de José… La mala suerte perseguía a José, todo le salía al revés.

El justo lleva bendición

Sin embargo, José tiene presente algunas señales de la presencia de Dios en su vida, algunas de ellas son sus cualidades. Incluso, el rico Putifar captó inmediatamente que Dios estaba con él, por eso lo nombró mayordomo de su casa (Gén 39,5-6). También, en la cárcel, descubren lo mismo y lo nombran jefe de los presos. Cuando el Faraón constata que José es el único que ha podido “interpretar” sus sueños, le dice: “Dios te ha hecho saber todo esto” (Gén 41,39), y lo nombra gobernador.

Una realidad muy bíblica es que cada uno de nosotros hemos sido bendecidos en nuestra persona. Esa bendición se manifiesta en nuestras cualidades. Pero se nos exige cuidar dicha bendición y mantenernos alertas de no permitir la maldad en nosotros.

El encuentro con sus hermanos

José reconoció a sus hermanos cuando los vio ante él en la corte de Egipto; llegaban desde su lejana tierra para implorar alimentos. Los hermanos no lo reconocieron, pues José simuló no conocer su idioma, y les hablaba por medio de un intérprete. Pero, ¿por qué motivo José no se dio a conocer al instante a sus hermanos, sino que los hizo pasar malos ratos, acusándolos de espías y escondiéndoles objetos del palacio en su equipaje?

Algunos piensan que José deseaba saber si de veras habían cambiado su manera de ser, ya que ellos lo habían abandonado a su suerte. Pero cuando los escuchó hablar y se dio cuenta de que ellos mismos con dolor se echaban la culpa de lo que les estaba sucediendo, por haber vendido a su hermano, lloró amargamente.

Dicen los místicos católicos que el llanto impetuoso, en ocasiones, es señal de la curación espiritual del individuo. José recordó los sueños premonitores de su vida (“había visto que las espigas de sus hermanos se doblaban ante la de él”) y el amor de Dios se derramó sobre él en forma de perdón, y fue así que José se abalanzó hacia sus hermanos para abrazarlos y besarlos.

Muchas de nuestras relaciones interpersonales están viciadas por raíces de resentimientos, por heridas que nos han sido causadas en las varias etapas de nuestra vida. La misión del Espíritu Santo es derramar en nosotros el amor de Dios para que pueda fluir hacia los demás, especialmente hacia las personas contra las cuales tenemos algún rencor.

Los carismas de Dios en nuestra vida

José tuvo “una aptitud natural” que le fue liberada por el Espíritu Santo y que él asumió para el servicio de la edificación de la comunidad. José tuvo la capacidad de inferir los sueños: a los siete años ve que las gavillas de sus hermanos se doblan ante las de él. Más tarde, en la cárcel, constata que la interpretación que ha dado al copero y al panadero de la corte, acerca de sus sueños, se realiza fielmente. Por eso con aplomo se presenta sin titubear ante el Faraón para interpretarle sus sueños. Él está seguro que Dios le ha concedido dicho carisma: “¿Acaso no es Dios –afirma José– quien da la interpretación de los sueños?” (Gén 40,8).

Toda persona tiene el deber de detectar qué carisma le ha otorgado el Señor para servicio de la comunidad, igual que José, quien favoreció al copero del rey, y, debido a la interpretación de los sueños del Faraón, Egipto y otras regiones se salvaron de la carestía de alimentos.

Visión de fe en la vida

Los hermanos de José, al reconocer a su hermano, se aterrorizaron; creyeron que había llegado el día de la venganza. José, en cambio, los hizo razonar de esta manera: “No se aflijan ni se enojen con ustedes mismos; Dios me envió antes para salvar sus vidas..” (Gén 45,4-8).

Afligirse y enojarse con uno mismo por los errores del pasado, no es de cristianos. El cristiano sabe que Dios ya lo perdonó, y por eso entierra lo malo del pasado y ve solamente hacia adelante. Muchas personas persisten en llorar sobre su pasado de fracasos. Esto no les ayuda para nada; dan la impresión que no se han perdonado y no se atreven a aceptar el perdón de Dios.

La actitud de José es una visión de fe ante la vida. Invita a sus hermanos a ver todo retrospectivamente, adivinando la mano de Dios en todo. José es el “justo” que lleva bendición a todos los lugares a donde el Señor lo envía. José es el amigo de Dios que nunca se queja, que sabe esperar la “hora de Dios”.

Cuando aprendemos a ver la mano de Dios en todas las cosas, a descubrir sus señales en todo, como José, se terminarán nuestros lamentos de autocompasión, y emplearemos nuestro precioso tiempo en alabar y bendecir al Señor que dispone todas las cosas para bien de los que le aman.