KÉNOSIS

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Juventud: entre la rebelión y la esperanza

Autor: 
​Tomás Aldama
Fuente: 
FC-mex

En el comportamiento del hombre hay un resorte que revela la perfectibilidad humana: la rebelión. Si existe una rebelión sincera, una disconformidad razonable, una inquietud pujante, es señal de que algo puede y debe marchar mejor, que hay metas aún no alcanzadas.

Esto lo digo porque muchos teóricos aseguran que la rebelión juvenil ya ha pasado el cénit desde hace algunos años. Sin embargo, hemos de saber que nunca llegará el ocaso entre la juventud realmente joven y rejuvenecedora; esto se nota particularmente entre los jóvenes, que más de una vez muestran su impaciencia o incluso llegan a rebelarse en su inquietud.

La rebelión es elemento constitutivo de la juventud. Pero toda rebelión auténtica implica una búsqueda; toda búsqueda lleva a una elección; toda elección conlleva un compromiso con alguien. Y comprometerse exige acoger, respetar, creer en los demás y en uno mismo, y juntos crear o mejorar aquello cuya ausencia o deformación motiva la rebelión. 

Rebelión y compromiso

Por eso, mi llamado a los jóvenes es a no mal encausar esa energía que brota de sus más grandes anhelos y de su visón del mundo. Dirijan su rebelión, sí, pero al compromiso. Porque la negativa a comprometerse no sólo supone estancamiento y deterioro de la convivencia sociopolítico-religiosa, sino que también denota inmadurez, inautenticidad, y hasta envejecimiento prematuro. El compromiso responsable busca “modelos” de vida; el descompromiso “mitos” de evasión

Jóvenes: ¡No tengan miedo a la rebelión comprometida. Teman más bien a la rebelión incoherente, que es una forma de cobardía y de hipocresía!

Hay muchas formas de rebelarse y protestar. Hay quienes lo hacen a gritos. Otros, con su actitud serena. No faltan personas cuya protesta se hace fuerte en el silencio, lo cual revela una actitud inteligente que suscita infinidad de interrogantes y respuestas, ya que a veces “no hay mejor palabra que la no pronunciada”. 

Existen muchas cosas contra las que hay que protestar y actuar: una sociedad montada sobre la superficialidad, el utilitarismo, el consumo, la masificación, el aburguesamiento, la ambición, la hipocresía, la manipulación, la marginación, el paternalismo, los programas políticos y los académicos puestos al servicio de intereses de grupos minoritarios y del orden establecido, etcétera.

Sé muy bien que muchas de las protestas que se efectúan en la juventud se realizan porque la luz de la ilusión se va apagando con el contaminado aire de las personas autosuficientes e indiferentes; porque los nobles ideales se estrellan contra la astucia de viejos viles, cómodos, instalados y egoístas; porque “los responsables de gobernar el mundo” cierran a los jóvenes las puertas y el corazón…

Pero, sépanlo, la protesta auténtica de la juventud es una alternativa para los dirigentes de la sociedad, incluyendo a los de la Iglesia. Es una exigencia de revisión y reajuste a todos los niveles, según lo exigen las renovadas condiciones de nuestros tiempos. 

Diversidad de horizontes

No puedo negar que existe una gran masa de jóvenes que ni se comprometen ni comprometen. Viven de mimetismo y conformismo incoloro… Aunque alguna vez hayan protestado o sigan protestando, lo hacen con una marcada incoherencia. Eso es porque no han llegado a motivaciones profundas y les falla la fidelidad a la opción fundamental descubierta. A esos jóvenes, estoy seguro, los han vencido los anti-valores, el egoísmo, la comodidad, el miedo… O, tal vez, se han rendido frustrados por el fracaso de sus intentos. Así, cualquier rebelión que intenten será incoherente y, al fin de cuentas, cobarde.

A estos jóvenes hemos de recordarles que hay otro horizonte que perseguir; que todos estamos llamados a construir un mundo mejor. Hemos de evocarles que la fuerza que surge incontenible de su alma, proviene del ímpetu generoso del eterno Joven, Cristo, que vive en sus corazones. Sí, porque Jesús es la única fuerza que conduce a la fraternidad universal, al optimismo, a la creatividad; es la fuente que realiza el milagro de la esperanza. 

El precio de la esperanza

Por cierto, los cambios, las profundas transformaciones, no son sólo fruto de ideas geniales, sino de vivencias personales de almas nobles y entusiastas. Resulta estéril quedarse en la superficie y en lo teórico. O en la simple protesta y rebelión. Es necesario vivir día a día lo que se cree. Ser protesta viviente. 

Las soluciones fáciles no suelen ser soluciones. Se exige un cambio radical que implica la conversión profunda. Los cambios radicales no son los que parten de estructuras externas, sino que se verifican en las estructuras internas de la mente, del corazón y de la voluntad del hombre. Ustedes, jóvenes, están más abiertos a esta posibilidad. Los mayores cedemos más fácilmente a la instalación, no sólo de estructuras, sino también de ideas, sentimientos y decisiones. La juventud está más predispuesta a lo nuevo, a la aventura de la vida, a lo imprevisto, a lo genial y original, a la esperanza, al optimismo, a la entrega, a la alegría y a la ilusión. ¡No se dejen contagiar del pesimismo de los desencantados!

La fraternidad, tarea urgente de la juventud

Gracias a los medios de comunicación social, estamos en contacto con todo el mundo. Tierra, mar y aire están surcados por mensajes que los seres humanos se intercambian ininterrumpidamente. El hombre se está haciendo con un lenguaje cósmico, como puente eficaz de fraternidad universal. La información y la cultura cada vez más amplias están capacitando a los individuos para liberarse de esclavitudes y opresiones amparadas en la ignorancia.

He ahí una tarea fascinante para una juventud comprometida en serio, y también para aquella otra juventud que se ha dejado cegar en sus fuentes de energía, de creatividad, de amor y de vida, y ya no sabe en qué matar el tiempo ni cómo realizar su vida. 

He ahí la real y grandiosa vocación de la juventud de hoy: construir la fraternidad universal con todos los medios a su alcance. Ese es el fruto esperanzador de la más genuina rebelión y protesta que Cristo inició hace dos milenos y que continúan todos los auténticos jóvenes a través de la historia humana…

¡Jóvenes, vivan y contagien esa inigualable rebelión en la esperanza!