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La Asamblea (¿o Concilio?) de Jerusalén: primera reunión de iglesias en el cristianismo

Autor: 
José López
Fuente: 
La Familia Cristiana - Mx

La denominada Asamblea de Jerusalén, la que es considerada la primera reunión eclesial entre los cristianos, constituyó un acontecimiento especial de la incipiente Iglesia, y se realizó para abordar uno de los problemas clave del primitivo cristianismo: la universalidad del Evangelio, sin la necesidad de someterse a la Ley mosaica.

Contamos con dos descripciones de cuanto sucedió en este acontecimiento, acaecido entre los años 48 y 49 de nuestra era; descripciones que no concuerdan del todo entre sí, pero que nos ayudan a reconstruir la historia de nuestra fe. Tales descripciones las encontramos, la primera, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el capítulo 15 (escrito por Lucas), y, la segunda, en la Carta a los Gálatas de Pablo.

¿Qué sucedió en la Asamblea de Jerusalén?

En la Asamblea de Jerusalén se enfrentaron Pablo, Bernabé y otros miembros de la comunidad de Antioquía con Santiago, Pedro y los cristianos de Jerusalén, esta última considerada la Iglesia madre, compuesta por cristianos convertidos del judaísmo que seguían fielmente todos los preceptos y reglas de la antigua Ley. Muy pronto la disputa se agrió y fue necesario invocar el arbitraje de “los apóstoles y ancianos”. La razón de que el tema se planteara y discutiera en Jerusalén parece obvia: allí enseñó Jesús y, además, la autoridad de la comunidad de Jerusalén estaba reforzada por la presencia de los apóstoles.

Por esta misma razón parece lógico que Pablo, que no había conocido personalmente a Jesús y a quien algunos judeocristianos no consideraban apóstol, quisiera autentificar su misión en su encuentro con los apóstoles.

Sin embargo, por lo que sabemos, la mayoría de los apóstoles no estuvieron presentes en dicho encuentro, no por desconsideración sino porque se encontraban ya en la diáspora (en las afueras de Jerusalén) anunciando la Buena Nueva. San Pablo menciona la presencia de los que califica como “columnas de fe”, es decir Pedro y Juan, a los que añade a Santiago, el hermano del Señor, quien, aunque no formaba parte de los Doce, era jefe de la Iglesia de Jerusalén. No sabemos quiénes eran los presbíteros mencionados ni su cualificación. Los diáconos ni siquiera son citados.

“Los apóstoles y los presbíteros se reunieron para examinar el tema de la universalidad del Evangelio” (cfr. Hch 15,6). Quienes participaron estaban convencidos de que actuaban bajo la inspiración del Espíritu Santo (Hch 15,28).

¿Qué se discutió y qué se aprobó?

En la Asamblea de Jerusalén se afrontó el tema de la universalidad del mensaje evangélico, excluyendo la necesidad de que los paganos se sometieran a la Ley mosaica: “La llamada es para todos y no sólo para los circuncidados...” Sin embargo, se les pedía que respetaran la cultura hebrea e, incluso, los preceptos alimenticios de la misma.

Además, en la Asamblea se acordó otro problema: el del reparto de los lugares de apostolado: Santiago, Pedro y Juan evangelizarían a los judíos, mientras que Pablo y Bernabé lo harían entre los paganos (Gál 2,7-10).

Naturalmente, esta división no fue absoluta: las comunidades de origen judío contaron con convertidos de origen pagano y Pablo, al llegar a las ciudades de sus recorridos, predicaba en primer lugar en las sinagogas (donde se reunían los judíos) antes que hablar a los paganos.

¿Fue una Asamblea o fue un Concilio la reunión en Jerusalén?

La Asamblea de Jerusalén no fue un Concilio en el sentido pleno. No se trató de la reunión de los pastores de las diversas iglesias locales, porque entonces no existían esas iglesias ni esos pastores representantes de comunidades concretas. Pero sí fue una reunión excepcional de las autoridades más importantes del momento (Pedro, Santiago y Juan, así como Bernabé y Pablo), con el propósito de abordar un problema serio que enfrentaban las comunidades cristianas y decidir las resoluciones que les parecieron más apropiadas. En ellas encontramos el mecanismo que se repetirá a lo largo de los siglos, cuando la Iglesia se extienda por el mundo: sus responsables se reunirán para estudiar los problemas y dificultades existentes y tratarán de llegar a un acuerdo, a una determinación que sea asumida por todos.

¿Qué puede enseñarnos la Asamblea de Jerusalén?

Ante todo la fidelidad al Espíritu. Es decir, hoy como siempre, en la Iglesia hace falta el valor y el equilibrio que caracterizó la “Asamblea de Jerusalén” para evitar el repliegue y superar los miedos. Porque la tarea principal de todo cristiano es dejar espacio a la acción del Espíritu, que crea comunión –contra sectarismos autoritarios– y que impulsa la misión –contra los sueños de una cristiandad nostálgica que se cierra sobre sí misma–.