KÉNOSIS

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La envidia: una insalvable amargura

Autor: 
Urbano Sánchez
Fuente: 
RD

El escritor español Miguel de Unamuno afirmaba que la envidia es una “íntima gangrena”, y para ejemplificarlo escribió su novela Abel Sánchez. Afirmaba también que la envidia es el pecado que más vergüenza causa al confesarlo. ¿Por qué razones? Quizás sea por su naturaleza que humilla, y por lo mucho que cuesta combatir y erradicar este pecado fuente de otras respuestas que denigran a la persona.

Su naturaleza humilla

Merece el calificativo de envidiosa toda persona que siente tristeza o fastidio por el bien ajeno; la que ve con malos ojos la promoción de los otros como si fuera una disminución personal (de su excelencia y fama). Por el contrario, experimenta alegría (más o menos disimulada) ante los fracasos y desgracias del prójimo.

El sentimiento de la envidia nace de otro sentimiento, el de inferioridad, ante la comparación entre sujetos. En general, los sentimientos de envidia van dirigidos hacia individuos que se encuentran en niveles y estratos relativamente semejantes a los personales. Otro efecto: la envidia excluye la emulación, la gratitud y la admiración que se dan en personas ordinarias.

Las críticas y la secreta venganza son señales claras de este pecado capital. Se resalta lo que el envidiado tiene de malo o los valores que pose el envidioso. Y surge la venganza abierta u oculta, directa o indirecta. Todo vale para humillar al rival.

En el ámbito del psicoanálisis, la envidia es definida como un sentimiento experimentado por aquel que desea intensamente algo poseído por otro. La envidia daña la capacidad de gozar y de apreciar lo que posee uno mismo. Es el factor más importante del socavamiento de los sentimientos de amor, ternura o gratitud.

Psicológicamente, la envidia produce tristeza o pesar del bien ajeno. De acuerdo a esta definición, lo que no le agrada al envidioso no es tanto algún objeto en particular que un tercero pueda tener sino la felicidad en ese otro. Entendida de esta manera, es posible concluir que la envidia es la madre del resentimiento, un sentimiento que no busca que a uno le vaya mejor sino que al otro le vaya peor.

Cuando hablamos de envidia hacemos referencia a un sentimiento de dolor y frustración debido a la no tenencia de un bien, característica, relación o suceso deseado que desearíamos tener y otra persona sí posee, viéndose esta situación como injusta.

Los rasgos de la envidia tienen un elemento en común: expresan el deseo de poseer algo que no es poseído por uno mismo y sí por otros.

Modalidades

La envidia se ha conceptualizado tradicionalmente como un elemento negativo, debido al profundo malestar que provoca juntamente a la relación de hostilidad que supone hacia otras personas, que está relacionada con falta de autoestima y al hecho de que proviene del sentimiento de inferioridad e inequidad.

No es de extrañar que la envidia hacia otras personas puede hacer aparecer reacciones defensivas en forma de ironía, mofa, heteroagresividad (es decir agresividad dirigida a otras personas, sea física o psicológica) y narcisismo. Es común que la envidia se transforme en resentimiento, y si es una situación prolongada en el tiempo puede inducir a la existencia de trastornos depresivos. Del mismo modo puede inducir sentimientos de culpa en las personas que son conscientes de su envidia (que correlaciona con el deseo de que al envidiado le vaya mal), así como ansiedad y estrés.

Celos y envidia: diferencias fundamentales

Resulta relativamente frecuente, que la envidia y los celos sean empleados indistintamente para referirse a la sensación de frustración que provoca no gozar de esa relación personal.

El motivo de que envidia y celos sean confundidos con frecuencia es que normalmente se dan de forma conjunta. Es decir, los celos se dan hacia personas que se consideran con más atractivo o cualidades que uno mismo, con lo que se envidia al supuesto rival. Sin embargo, se trata de dos conceptos que, aunque relacionados, no hacen referencia a lo mismo. La principal diferencia se en encuentra en que mientras la envidia se da respecto a un atributo o elemento que no se posee, los celos ocurren cuando se teme la pérdida de un elemento con el que sí se contaba (generalmente relaciones personales). Asimismo, otra diferencia: en el caso de los celos se establece una relación tríadica (persona con celos, persona respecto a la que se tienen celos y tercera persona que podría arrebatar a la segunda). La tercera diferencia: la celosía viene conjuntamente con una sensación de traición, mientras que en el caso de la envidia esto no suele suceder.

Emulación, deseo de algo que no se posee. La envidia se puede encuadrar dentro de la emulación o deseo de poseer algo que otro posee. Siendo en este caso que lo envidiado no es un sujeto sino un objeto material o intelectual. Por lo tanto en esta segunda acepción la base de la envidia sería el sentimiento de desagrado por no tener algo y además de eso el afán de poseer ese algo. Esto puede llegar a implicar el deseo de privar de ese algo al otro en el caso de que el objeto en disputa sea el único disponible

¿Algo positivo en la envidia?

No. Es un sentimiento que nunca produce nada positivo en el que lo padece sino una insalvable amargura. Más aún, es uno de los pecados capitales que más cuesta confesar (cfr.Rm 1,29; 1Tim 4,9s; 6,4; Tit 3,3 1Pe 2,1; Gál 5,21). El término “capital” no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados y rompe con el amor al prójimo que proclama Jesús. La envidia ha sido frecuentemente tema y ha inspirado relatos literarios como el de Caín y Abel que aparece en el Génesis de la Biblia. Este relato, en realidad, ejemplifica la rivalidad y conflictos históricos entre los sistemas de vida nómadas y sedentarios de pastores y agricultores que se han desarrollado a lo largo de la historia.