KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

La fábula de la araña

Autor: 
Padre Rafa
Fuente: 
Kénosis

Una fábula de Johannes JoergensenPremio Nobel de Literatura (1944), dice así:

Una tibia mañana de primavera, una pequeña araña se lanzó desde la copa de un encino, dejándose llevar por el viento mientras segregaba su hilo. De aquí para allá iba tejiendo su obra de arte: una red. Fue trabajo de todo un día. La red resultó perfecta, era su mundo. Era su modo de subsistencia, era el lugar donde habría de sobrevivir y donde habría de capturar a sus víctimas.

Pero resulta que un fuerte vendaval la destruyó en parte. La araña comenzó a revisar los hilos: éste va por allá, éste para acá, este otro más arriba… y así comenzó a reforzarlos uno tras otro para que, otra vez, formara una gran red. La araña miró hacia arriba y miró que un hilo se perdía en el vacío, y se dijo a sí misma: “¿Y este hilo para qué sirve?” Entonces lo cortó. La red se desplomó de repente y ella quedó apresada entre los mismos hilos de la red que había tejido. Así murió hambrienta y asfixiada por su propia red…

Una bella enseñanza

La fábula tiene aplicación. El hombre va tejiendo en su vida su propia red. A veces diversos vientos huracanados, como el de las pasiones humanas, se la destruyen, pero comienza de nuevo la ardua tarea de reconstruir su red. Y dice lo mismo que la araña: “Este es el hilo de las amistades, hay que reforzarlo. Este otro es el hilo del trabajo, hay que reforzarlo. Estos son los hilos de la familia, del amor, del éxito… hay que reforzarlos”. Y de repente se encuentra, como la araña, con un hilo “perdido en el espacio”, que no sabe de dónde viene, ni a dónde va –el hilo de Dios–. Y lo corta. Entonces, como la araña, todos sus hilos (logros, anhelos, ilusiones) lo aprisionan y lo asfixian.

¿Qué más podemos decir?

Tal estado es del de muchas personas en nuestros días. Tienen todo y no tienen nada. Creen que son felices y lloran, precisamente porque olvidan que tienen un alma que vive por la vida de Dios. El hilo del diálogo, el hilo de la plegaria, el hilo de la oración, el hilo del amor –el que más nos hace fuertes– requiere siempre de cuidado y atención.

La fábula de Joergensen nos invita a tejer nuestra vida con todos los hilos que visualizamos claramente, y nos previene a no cortar ese “hilo invisible” que nos provee de esperanza y amor. Pues ese hilo está ligado al de los hermanos de raza que también sostienen en algún punto nuestra red.

Es mi deseo, desde mi experiencia de fe como cristiano, que encuentres herramientas para continuar tejiendo tu red existencial, sin olvidar, claro, cuidar el hilo del cual pende toda vida: Dios.