KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

“La fe representa nuestras alas”

Autor: 
Rafael Espino
Fuente: 
Kénosis

Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el maestro informó al rey de que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que no sabía qué le sucedía al otro, pues no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día en que llegó. El rey mandó a llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacerle volar. Al día siguiente, el monarca decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón. Y a la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines. Entonces dijo el rey a su corte:

– Traedme al autor de este milagro.

Su corte le llevó a un humilde campesino.

El rey le preguntó:

– ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres acaso un mago?

Intimidado, el campesino le dijo al rey:

– Fue fácil, mi Señor; sólo corté la rama, y el halcón voló, se dio cuenta de que tenía alas y se puso a volar.

Reflexionemos:

La historia anterior describe con mucha precisión la situación del hombre de hoy ante el problema de Dios. Muchos creen sentirse seguros en su incredulidad, y es hasta el momento de la dificultad en que descubren el recurso de la fe, que nos ayuda a no caer, que representa las alas para volar.

Pero hemos de saber que nadie puede sustraerse del don de la fe, nadie puede rechazarla: ella es nuestra seguridad. Digámoslo de otro modo: tanto el creyente como el no creyente participan, cada uno a su modo, de la duda y de la fe, de la inseguridad y de la seguridad. Sin embargo, para uno la fe está presente a pesar de la duda, para el otro sólo mediante la duda. Porque es ley fundamental del destino humano encontrar lo decisivo de su existencia en la perpetua rivalidad entre la duda y la fe, entre la incógnita y la certidumbre.

Para el cristiano la fe es don y revelación; es seguridad. Con ella supera el abismo que yace entre lo eterno y lo temporal, entre lo visible y lo invisible. Con ella se proyecta, en el camino del tiempo, hacia un Dios siempre nuevo en su infinitud.