KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

Las catorce obras de misericordia: desafío de los cristianos

Autor: 
Mons. Raúl Berzosa Martínez​
Fuente: 
Coop. Paulino

Los tiempos modernos exigen a los cristianos, antes que nada, el testimonio. Sí, un estilo de vida según Cristo que, celebrado en medio de nuestra vida litúrgica, manifieste la misericordia de Dios Padre.

Quien se haga llamar cristiano, por tanto, tiene el reto de impregnarse día a día de bondad y ternura. Y para ello tiene como recurso el programa de las catorce obras de misericordia (siete espirituales y siete corporales), las cuales deben constituirse en algo permanente y cotidiano en cada uno de los creyentes.

Las recordamos a continuación porque son todo un programa existencial para aquellos que seguimos a Jesús:

Obras de misericordia espirituales

1. Enseñar al que no sabe: no se trata de hacernos los “listillos” o “sabihondos”; ni de dar siempre lecciones a todo el mundo. Se trata de informar, sobre todo en los asuntos de la vida, a quienes lo necesitan, por estar desorientados o por falta de conocimientos suficientes. Esta obra debe efectuarse con prudencia y sin humillaciones.

2. Dar buen consejo a quien lo necesita: sin actitudes cargantes ni paternalistas, sino con naturalidad, respeto y cariño. Recordemos que “un buen consejo a tiempo es como una luz en la noche”, y puede ahorrar disgustos y fracasos.

3. Corregir al que yerra: la corrección fraterna es una obra de misericordia que, realizada con humildad, con cierto sentido del humor y desde la caridad, ayuda a la transformación y al crecimiento de nuestro prójimo.

4. Perdonar las ofensas: esta obra de misericordia es muy difícil de cumplir porque, como suele decirse: “a veces se perdona pero no se olvida”. El hombre, por naturaleza, está inclinado a la venganza y al resentimiento, por eso el Señor nos invita a que siempre estemos dispuestos a perdonar a quienes nos ofenden.

5. Consolar al que está triste: se nos pide, como en Getsemaní, “ser ángeles de consuelo”. A veces basta escuchar el desahogo del prójimo para hacerle un gran bien. Otras veces, se nos exige mayor esfuerzo y mayor tiempo para estar al lado de quien nos necesita. Tenemos que aprender a donarnos a los demás y para los demás, dado que Dios enjuga las lágrimas sirviéndose de nosotros.

6. Sufrir con paciencia las molestias de la vida y de quienes nos molestan: no sufrir con paciencia las molestias de la vida es no creer en la Providencia de Dios, que hace sacar bienes de los males. Esta obra debe aplicarse pero sin dejar que pisoteen nuestra dignidad, y sabiendo que en todo ello nos consuela la certeza y experiencia de que Dios también tiene mucha paciencia con nuestras debilidades.

7. Rogar a Dios por los vivos y difuntos: porque, en el fondo, para los cristianos no hay muertos,  sólo vivos. Además, la oración que elevemos a favor de los muertos retornará a nosotros con generosidad. Esta obra representa la llamada a la comunión entre los santos.

Obras de misericordia corporales

1. Dar de comer al hambriento: los bienes que poseemos, ¡si son bien habidos!, también nos vienen de Dios. Dar alimento al que lo necesita es un gesto sencillo, solidario y justo, porque hay quienes piden algo de comer; porque hay quienes esperan una mano amiga; porque hay quienes padecen debilidad y enfermedad en su cuerpo.

2. Dar de beber al sediento: no sólo se trata del agua en sentido físico, que no debe faltar, sino del agua viva del Espíritu Santo. Hay que saciar la sed, pero también hay que llenar nuestros corazones de abundante paz.

3. Acoger al forastero: por lo general, tenemos muchos prejuicios y experiencias negativas respecto de quienes no pertenecen a nuestra raza o cultura. Tenemos miedo a que nos quiten o mermen nuestros derechos como “ciudadanos de primera”. Sin embargo, el Padre Dios nos recuerda que todos tenemos la misma dignidad de hijos y que todos somos hermanos en Jesucristo.

4. Visitar y cuidar a los enfermos: no se trata de una visita “de médico” o del ejercicio de un “cumplido”. Se trata de un encuentro de cercanía, de compasión, de verdadera disposición servicial. Esta obra de misericordia nos recuerda que en alguna ocasión todos llegaremos a experimentar la enfermedad, cobrando importancia aquel adagio que reza así: “Lo que quieras para ti, hazlo a los demás”.

5. Vestir al desnudo: esta obra de misericordia tiene otra dimensión social: a veces, sin quererlo ni saberlo, estamos “desnudando al prójimo”, es decir, contribuyendo con nuestros hábitos injustos y consumistas a la pobreza de las personas y naciones. Por tanto, es indispensable recordar que hay quienes necesitan de nuestro auxilio material y de nuestra lucha por la justicia.

6. Visitar y redimir presos: no se trata de sacar de la cárcel a quien está cumpliendo una condena justa. Se trata de no abandonar a los presidiarios ni a sus familias. Para ello es muy necesario un voluntariado que sepa atender en lo material y en lo espiritual a los encarcelados.

7. Enterrar a los muertos: se trata de hacer un acompañamiento digno y cristiano en los duelos, que abra a la esperanza de la resurrección, que dé genuino sentido a las oraciones y a los sufragios, y preste la necesaria atención a los familiares. Debemos evitar asistir a este tipo de actos como un mero cumplimiento social, y considerarlos como verdadero acompañamiento espiritual y sincero sentimiento de dolor y empatía con los necesitados.

El proyecto de las catorce obras de misericordia puede ser el mejor estilo de testimoniar nuestra vida cristiana. Llenémonos, pues, del buen olor del amor, contagiémoslo a nuestras familias, a nuestras comunidades, a nuestros pueblos, a nuestro lugares de estudio o de trabajo. Que el Espíritu Santo nos ilumine y ayude en esta buena y generosa tarea.