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Las profetizas en la historia del pueblo de Dios: mujeres con autoridad espiritual

Autor: 
Edenio Valle
Fuente: 
LFC - MX

En la Biblia aparece un problema recurrente: el ocultamiento y el anonimato de las mujeres; la primacía del hombre con postergación de la mujer. ¿Por qué acontece esto? Por el simple hecho de los procesos históricos de la humanidad. Recuérdese que casi siempre los nombres de las mujeres eran sustituidos por la función que ocupaban en la familia o en la sociedad; con frecuencia se les identificaba por su cargo o condición, por ejemplo: la madre de los Macabeos (2Mac 7); la mujer del profeta (Is 8,3), la viuda de Sarepta (1Rs 17,9-24); la viuda de Naím (Lc 7,12), la madre de los hijos de Zebedeo (Mt 20,20) y tantas otras viudas.

Este contexto patriarcal de la Biblia nos previene sobre el hecho de que se ha escrito muy poco sobre las mujeres profetisas. Tan sólo se logran rescatar el papel de Débora (Jz 4,4); Miriam (Éx 15,20); Julda (2Re 22,14); la mujer de Isaías (Is 8,3); Nadías (Ne 6,14); las profetisas sobre las que habla Ezequiel (Ez 13,17) y Ana (Lc 2,36-38).

Sin embargo, la vida y la Biblia nos enseñan que aunque no aparezcan en la lista oficial de los profetas clásicos (Isaías, Amós, Jeremías, Oseas y tantos otros), las mujeres destacan por su papel decisivo de animación profética a lo largo de la historia del pueblo de Dios.

Miremos a continuación aquellos textos bíblicos que mencionan a mujeres profetisas:

1. Miriam, la profetiza que canta y baila

Cuando hablamos del libro del Éxodo, casi siempre nos acordamos solamente de Moisés como el gran líder del pueblo. Sin embargo, junto a él actuaron su hermano Aarón y su hermana Miriam. Pero esta última es identificada como “profetisa”.

Miriam entra en escena tocando el pandero, danzando y cantando para celebrar la alegría de la liberación del pueblo escogido y homenajear a Yahvé, el libertador de Israel (Éx 15,21b). Su presencia es alegre, llena de resonancia y vida. Con su liderazgo es capaz de atraer y contagiar a todas las mujeres que con ella danzaban en coro.

Sin embargo, el pasaje de Miriam en los textos bíblicos es fugaz. No sabemos más sobre su actuación profética. Tan sólo el profeta Miqueas menciona a Miriam en pie de igualdad con Moisés y Aarón, como enviada por Yahvé para la liberación de su pueblo.

2. Débora, la jueza consagrada

Débora es una figura femenina muy querida por el pueblo por su liderazgo valiente y liberador. Su papel fue decisivo en el momento de aguda crisis por el que pasaban las tribus de Israel. Cuando se prevía la extinción del pueblo de Dios, Débora tomó la iniciativa: llamó a Barac, despertó a los líderes adormecidos, convocó a la unión a las tribus dispersas, organizó y sumó fuerzas contra el enemigo; levantó el ánimo de todos y suscitó la esperanza y la fe en el Dios liberador, el Dios de la Alianza.

Por cierto, el cántico de Débora (Jz 5) es uno de los poemas más antiguos, hermosos y vibrantes de la Biblia. En él se manifiesta la actitud sabia, valiente, perspicaz y estratégica de Débora, la cual quedó en la memoria del pueblo judío, al grado de que se le llamó la “madre de Israel” (Jz 5,7).

3. Julda, profetisa en tiempos de reforma

La profetisa Julda aparece en tiempos del rey Josías (608-598 a.C.), en el contexto de la reforma deuteronomista.

Cuando Josías se enteró de que el libro de la Ley había sido escondido en el Templo y encontrado por su secretario se quedó preocupado por la infidelidad del pueblo y de su antecesor Manasés. Entonces envió a cinco hombres de su confianza, entre ellos al sacerdote Helquías, a consultar a Yahvé. Ellos acudieron a la profetisa Julda, quien les predijo la desgracia sobre Jerusalén y sus habitantes. Al rey Josías le predijo que no presenciarçia esos acontecimientos, a causa de su arrepentimiento (cfr. 2Re 22,14-20).

La actuación de Julda como profetisa es semejante a la de tantos otros que eran consultados por los reyes, sacerdotes y jefes del pueblo, en los momentos decisivos de la historia del pueblo de Dios. Su función era avivar la memoria y despertar la conciencia adormecida de la fe entre los habitantes de la comunidad.

4. La mujer de Isaías, una profetisa anónima

El libro de Isaías (Is 8,3) menciona una profetisa a la que el gran profeta de la justicia y del derecho se “arrimó”. Con ella Isaías tuvo dos hijos.

No obstante, el nombre de la mujer de la que hablamos permanece anónimo, pues sólo se sabe que se le identificaba con el título de “profetisa”.

Este hecho bíblico nos recuerda el papel profético de tantas mujeres que, tanto ayer como hoy, siguen en el anonimato, pero ejercen una influencia sabia y orientadora al lado de los líderes del pueblo.

5. Nadías y las falsas profetisas

El libro de Nehemías (6,14) evoca a Nadías, una profetisa. Lo malo es que el texto bíblico no nos dice absolutamente nada sobre su actuación en el pueblo de Dios.

También el profeta Ezequiel habla de mujeres consideradas como profetizas falsas (Ez 13,17). El mismo Javé le manda que profetice contra ellas, que desenmascare sus mentiras engañosas y sus promesas ilusorias con las que seducen al pueblo (Ez 13,17-23).

6. La profetisa Ana y las hijas del pueblo

El evangelista Lucas (Nuevo Testamento) nos muestra con evidencia la presencia decisiva de la profetisa Ana, una viuda de edad avanzada, quien se encontraba en el Templo en la hora en que José y María presentaron a Jesús, de acuerdo a sus tradiciones. El anuncio profético de Ana no tiene como contenido central la Ley, ni la promesa de fidelidad de parte de Yahvé, sino que ella agradecía a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación del pueblo elegido (Lc 2,38). Ella anunciaba un Dios encarnado, con rostro humano. Previó el nacimiento de Jesús como cumplimiento de la promesa de Yahvé. Por eso Ana agradece y anuncia la Buena Nueva a todos los que están receptivos del mensaje de liberación a través de la fragilidad de un niño.

Jesús reconoce el papel de la mujer en el Reino

Como sabemos, el comportamiento de Jesús con las mujeres nos dio una nueva clave de lectura para interpretar toda la Escritura como vida. Para hacer comprensible la realidad del Reino de Dios, Jesús encontró en la mujer, ocupada en su faena cotidiana, un símbolo muy expresivo: ¿A qué cosa puedo comparar el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que toma una mujer y la mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta (Lc 13,20-21).

Así como el fermento escondido en la harina, también está escondido el profetismo de las mujeres en el campo milenario de la historia.

Hoy vemos a muchas mujeres que, igual que en la Biblia, asumen un papel de verdadera animación profética en medio del pueblo. Ellas permanecen casi siempre escondidas y sus nombres se recuerdan muy poco.

Por ello, hemos de reconocer, hoy día, a aquellas mujeres que se vuelven fermento en la masa para hacer crecer la realidad profética del Reino de Dios. Du profetismo está asociado al de Jesús, quien se identifica con la Buena Noticia para los pobres y los humildes que reciben su mensaje de vida y liberación.