KÉNOSIS

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María, Madre de misericordia

Autor: 
Redacción VP
Fuente: 
VP - México

¿Has escuchado hablar de la Virgen María bajo el título “madre de misericordia”? ¿Por qué le llamamos así a la Madre de Jesús? ¿Qué relación tiene ella con la misericordia divina? ¿Desde qué momento la Iglesia comenzó a invocarla como “Madre misericordiosa”?

La Virgen María bajo el título “Madre de misericordia” es una expresión que encontramos, principalmente, en la oración de las letanías marianas. Se trata también de uno de los títulos de la Virgen que canta la “Salve Regina”, un himno gregoriano compuesto en el siglo XI por Hermann de Reichenau.

El título en latín “Mater Misericordiae” se comprende a partir de la Escritura, que es su fuente. Es en la Biblia donde podemos identificar que María es la madre de misericordia por el acontecimiento único de la Encarnación de Jesús en su seno, pues nadie experimentó tan íntimamente como María la presencia de la misericordia hecha carne.

Pero vayamos por partes.

1. María: es icono del Padre misericordioso

En la tradición católica, María es la inmaculada, la criatura preservada de toda mancha de pecado por pura misericordia de Dios.

La elección de María por parte de Dios Padre se fundamenta sobre la extrema gratuidad de su amor paterno, que la hace “llena de gracia” (tal como aparece descrito en el evangelio de Lucas en el capítulo 1,28). El Padre ha volcado en ella la plenitud de su misericordia en vistas a su maternidad mesiánica. Así, la plenitud de gracia es índice de su santidad, de su consagración por parte de Dios, de su misión.

A propósito, el fiat y el Magníficat son la respuesta de María a la misericordia del Padre. En el Magníficat María canta: “El poderoso ha hecho obras grandes en mí y su nombre es santo: su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que le temen... Ha socorrido a Israel, su siervo, recordándose de su misericordia” (Lc 1,50). En este sentido, el tema del Magníficat es fundamentalmente el del amor del Padre hacia los humildes y los pobres. De tal modo que María, con el Magníficat, se vuelve un signo de la misericordia del Padre hacia toda la humanidad. En su canto hace ver el nuevo orden que será instaurado con la venida del Reino.

María es la profetisa de la misericordia del Padre y también su icono: en efecto, ella conoce como ningún otro el misterio de la misericordia que alcanza su cumbre en el Calvario. Es decir, la Virgen que en la Navidad ha llegado a ser Madre de Jesús, permitiendo que se encarnara la misericordia de Dios, en el Calvario llega a ser Madre de la Iglesia, dilatando sus entrañas de misericordia hacia todos sus hijos: también por esto la misericordia del Señor se extenderá de generación en generación asumiendo en María una connotación doblemente materna.

2. María: la Madre de misericordia

A partir de los datos que aparecen en las Sagradas Escrituras, la Iglesia se ha encomendado, con confianza, a la protección misericordiosa de María. De allí la común invocación que surgió desde fines del tercer siglo: “Bajo tu amparo nos acogemos”, o bien, los numerosos testimonios acerca de la clemencia, la bondad y la misericordia de María que afloraron en mayor medida durante el primer milenio del cristianismo. Por ejemplo, parece que haya sido Santiago de Saoug (muerto en el año +521) el primero en atribuir a María el título de “Madre de la misericordia”, título que después será difundido en Occidente (sobre en tiempos de la Edad Media), o lo que Romano el Melódico (en el siglo VI) canta en un himno suyo que dice: “Al misericordioso (es decir, a Jesús) conviene una madre misericordiosa (María)”.

En la obra titulada La vida de María, escrita por Máximo el Confesor (en el año +662), se dice a propósito de los últimos años de la Santísima Virgen: “Su misericordia no era solamente por los parientes y los conocidos, sino también por los extraños y los enemigos, porque era verdaderamente la Madre de la misericordia, la Madre del Misericordioso, la Madre de Aquél que por nosotros se encarnó y fue crucificado, para difundir su misericordia sobre nosotros, enemigos y rebeldes”.

Juan Kyriotis, llamado el Geómetra (que vivió en el siglo X), en una homilía sobre la dormición de María, presenta una verdadera síntesis de María bajo el título de misericordiosa, y es la siguiente: “Sé que la Madre del Misericordioso no puede carecer de misericordia. ¿Cuál es la prueba? En su vida siempre se caracterizó por su amor a los pobres; en ella sobresalió la práctica de la hospitalidad, las intercesiones, las curaciones del alma y del cuerpo para quien tenía necesidad... Ahora que ha sido asunta, lo prueban los milagros públicos y privados, en todo lugar, de todo tipo, superiores a toda palabra, más numerosos que la arena; y todavía lo prueban, porque son bienes superiores y más sublimes, las conversiones y las continuas reconciliaciones de los pecadores... Ella hace llegar a todos en abundancia su misericordia y sus premuras”.

En Occidente, María fue llamada muy pronto “Madre de la misericordia”. Así la proclama Pablo Diácono Varnefrido (en el año +799) en una homilía sobre la Asunción: “Y, como se dice, la Madre de la misericordia, es para nosotros toda misericordia; sabe compadecer las debilidades humanas, porque conoce bien la materia de que estamos hechos. Precisamente por esto ella no cesa jamás de interceder por nosotros ante su hijo Jesús” (cfr. 8 TMPMIII).

Según san Bernardo (quien murió en el año de +1153), si tenemos temor de recurrir a la misericordia del Padre, nos podemos dirigir a Jesucristo, que es carne nuestra y hermano nuestro “misericordioso”. Pero si también a Jesús tememos por su majestad divina, debemos recurrir a María, nuestra madre y abogada misericordiosa, la cual escucha a sus hijos, como el Padre escucha al Hijo.

Teófanes de Nicea (en +1381) escribió de María: “Ella es en verdad y sin alguna ficción la misericordia divina, desde el momento en que ella está llena de la bondad, de la misericordia y del amor subsistente... Ella es el vaso capaz de contener esta bondad en toda su plenitud. Porque ella tiene entrañas de misericordia divina”.

En la obra titulada “las Glorias de María”, Alfonso María de Ligorio (+1787) subraya la misericordia de María, sobre todo su mirada y sus ojos maternos vueltos hacia todos. En su comentario a la Salve Regina el Santo pone en boca de María la siguiente afirmación: “Yo soy llamada por todos la Madre de la misericordia, pues en verdad la misericordia de Dios hacia los hombres me ha hecho tan misericordiosa hacia ellos: al esclavo le brindo el rescate, al enfermo lo proveo de salud, al afligido le manifiesto consuelo, al pecador le concedo perdón...”

San Juan Pablo II escribió sobre María: “Ella es la hija predilecta del Padre y ejemplo perfecto del amor... El Padre la ha elegido para una misión única en la historia de la salvación: ser Madre del mismo Salvador” (cfr. Lc 1,38).

Benedicto XVI llegó a decir: “María, la virgen, esposa de José, que Dios ha elegido desde el primer instante de su existencia para ser la madre de su Hijo hecho hombre, ha sido la primera en ser colmada de la bendición divina: acogió a Jesús, que es misericordia, y lo ha dado a luz para toda la familia humana.

El Papa Francisco, en el año 2016, “Año eclesial dedicado al tema de la Misericordia”, expreso las siguientes palabras sobre María: “Ella es Madre de la misericordia, porque ha engendrado en su seno el Rostro mismo de la misericordia divina, Jesús, el Emmanuel, el Esperado de todos los pueblos, el «Príncipe de la Paz» (Is 9,5). Y mejor aún: el Hijo de Dios, que se hizo carne para nuestra salvación, nos ha dado a su Madre, María, que se hace peregrina con nosotros para no dejarnos nunca solos en el camino de nuestra vida, sobre todo en los momentos de incertidumbre y de dolor”.

Dados estos ejemplos en la historia de la Iglesia, se hace patente, pues, que la maternidad de María, iniciada en Nazaret y vivida en plenitud en Jerusalén junto a la Cruz, hemos de verla como una afectuosa e insistente invitación a todos los hijos de Dios, para que vuelvan a la casa del Padre escuchando su voz materna.

Nunca nos cansemos de invocar la intercesión de nuestra Madre: “Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”.