KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

Memoria y desafíos de Medellín

Autor: 
Octavio Mondragón Alanís
Fuente: 
VP-Mx

Alguien decía que la memoria puede ser manipulada, leída conservadoramente, pero ese es el recuerdo; yo apelo a algo mucho más de fondo: la memoria no es lo que está en el pasado, jamás, la verdadera memoria no late en las fechas anteriores aunque sean 50 años, la memoria siempre será de lo inolvidable. Por lo tanto, la memoria es un viaje hacia la raíz de la propia existencia, y cuando uno viaja a la propia existencia, llegando a tocar su punto más profundo donde aparece lo inolvidable como lo encantador, entonces emerge la memoria como un acontecimiento que envuelve a la persona y la lanza para ver, nada menos, cómo forjar futuros. Así que la memoria no va inmediatamente en el acto de recuerdos psicológicos sino que es hacia la interioridad profunda de la persona, de la realidad y de las cosas. Por lo tanto, la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín no nos recuerda inmediatamente el año 68 como temporalidad, Medellín nos coloca en la raíz profunda de nuestra vida.

Ver, juzgar y actuar

El Concilio Vaticano II le dio una vuelta a toda la perspectiva teológica, y lo primero que me parece claro es que el Concilio y Medellín lo recibieron de manera muy completa, valorando enormemente, dando un giro teológico, lo que llamamos la Densidad Histórica de la Revelación. Antes del Concilio, uno aprendía grandes contenidos teológicos, verdades profundas, verdades eternas, y con el Concilio dio un proceso muy fuerte a lo que se llama la Densidad Histórica de la Revelación. No son contenidos, es presencia, es decir, la verdad del cristianismo no nace inmediatamente de los contenidos por necesarios que puedan ser, sino con una presencia. La historia no comienza por el tiempo sino por una presencia que desborda el tiempo. La densidad histórica que el Concilio nos planteó, América Latina la tomó de la mano en la conferencia de Medellín. Se asomó a la historia y se encontró con unos problemas enormes, se encontró con que la historia no era simplemente desarrollo, con que la historia estaba plagada de desgracias, no las que había inventado sino las que estaban allí; y el primer golpe que recibió fue que la inmensa mayoría de los miembros de la Iglesia católica y de los países latinoamericanos, vivían en una situación de pobreza, marginación, desgracia, deshumanización; se asomó a esa realidad. 

Uno diría “pero estaba allá adentro”, sí, pero una cosa es estar dentro y otra cosa es tener la perspectiva, uno puede estar dentro y no ver. Tuvo que asomarse para adquirir una perspectiva y hacer la lectura histórica. Y ahí viene un detalle fundamental: Medellín no fue una reunión para definir cosas, sino para aquilatar una presencia. ¿Cómo aquilatar la presencia de la Iglesia en América Latina? Primera situación, la Iglesia se asomó a la historia y se encontró con que esa historia le estaba desafiando en su raíz fundamental, si Dios se revela, ¿qué pasó en estos países?

Era una constatación que empezó a generar un modo de conciencia, y entonces, lo primero que descubrió Medellín es que había un desacuerdo, una contradicción interna, entre la presencia de Dios reveladora en la historia y la situación de esta historia que estaba basada en un creencia de Dios. Hubo un conflicto de lecturas muy fuerte, de ahí fue naciendo, al menos en ciernes, la actitud teologal fundamental de las iglesias de América Latina. Y la actitud teologal no fue que queremos pensar porque podemos pensar, sino que es la realidad la que nos obliga a pensar. El problema no es divertirse pensando, sino responder a la realidad que nos obliga a pensar y a pensar de otro modo. 

El mesianismo

Las primeras dos confesiones de fe fundamentales, las más cortas pero las más bellas del Nuevo Testamento, son las siguientes: “Iesous Xristos”, Jesús de Nazaret, el Mesías; y la segunda, “Kyrios Iesous Xristos”. Ese Jesús, Mesías, ese es el Señor. Y media una diferencia: en el primero, Jesús es el Mesías, afirmando históricamente que en Él el mesianismo tomó una forma muy precisa y determinada de revelación; y en la segunda afirma que ese mesianismo ha llegado a participar de la resurrección. Y por eso se le llama Señor Jesús, porque es el Mesías y ese Jesús Mesías es el Señor. 

Christian Duquoc, en su obra Creo en la Iglesia. Precariedad institucional y Reino de Dios, hace una comparación entre los mesianismos de corte europeo, de corte latinoamericano y de corte milenarista. Clarificando estos términos tenemos: la institución anuncia que aquel en quien ella confía, Jesús Resucitado, el Cristo, el Mesías, es digno de señalar que ella no se presenta en modo alguno como institución mesiánica, que no se considera como el lugar en que lo soñado y esperado se realiza de forma total, es decir que sería inadecuado llamar a la Iglesia mesiánica como lugar de corroboración concreta, plena y estricta del mesianismo. Basta mirar con un poco de lucidez el mundo y las iglesias para darse cuenta que el reino mesiánico no ha llegado.

¿Cuáles son los mesianismos que en ese tiempo empezaron a aparecer? América Latina comenzó a echar a andar la densidad de la historia, y para nosotros la densidad de la historia se llama mesianismo. Y mesianismo es una categoría apocalíptica, porque es teología de la historia. Cuando los mártires cristianos confesaban que Jesús es el Mesías, lo que estaban diciendo no era un título postpascual, sino que decían que a partir de este Jesús Mesías, como dice San Pablo, el esquema del mundo ha cambiado, y por lo tanto se requiere otro tipo de actitud: pisar de otra manera el mundo y de otra manera la historia. Estoy dispuesto a dar la vida completa por eso y por lo tanto a mí me pueden quitar la vida pero jamás me quitarán la convicción de que eso es más cierto que lo que me están ofreciendo: confesiones de fe fundamentales.

Duquoc dice al respecto, que hay tres maneras de ver el mesianismo: la primera favorecía la articulación de la vida mesiánica del Jesús terrestre y su mesianismo de resucitado, a favor de una intervención milenarista socorrida, sobre todo en algunos momentos de la Iglesia. Desde esta perspectiva, el pueblo creyente, convertido en mesiánico por el don del Espíritu del Mesías, transformaría el mundo de manera radical, y sería como los magos de la historia: el reino de Dios, la ciudad nueva, símbolo de un pueblo perfecto, que llegaría inmediatamente y asistiríamos a los últimos desertores del mundo corrupto.

Hay un mesianismo de corte milenarista, y algunos van leyendo eso como si fuera nada menos que el final de la historia. Ese mesianismo era muy socorrido en algunos grupos. Cenen Vidal, cuando habla de los tres proyectos de Jesús (del proyecto con Juan Bautista, del tipo galileo y del de Jesús en Jerusalén), dice que eran de otra visión.

La segunda manera de ver el mesianismo, dice Christian Duquoc, es que tenemos una ausencia temporal del Mesías porque está resucitado y se ha alejado de este mundo. Y ese mesianismo aumenta la responsabilidad histórica, social y moral de su sustituto terrestre, el pueblo de Dios, considerado como pueblo mesiánico, y con la misión de anticipar en nuestro mundo el reino de Dios a través de la justicia, en las instituciones políticas, sociales, etcétera. Esta interpretación hace de la Iglesia terrestre, en cuanto a cristalización visible del pueblo de Dios, iniciadora y reveladora a la vez del sentido de la historia. La cristiandad vivió de esta convicción hasta que la experiencia mostró carácter ilusorio.

Entonces, Christian Duquoc, dice que la teología latinoamericana es de este segundo mesianismo. El pueblo latinoamericano y los teólogos de la liberación asumieron este mesianismo y entró la responsabilidad histórica, social y moral de las comunidades, del pueblo de Dios, para enfrentar la historia, darle una forma y lanzarla nada menos para que fuera una expresión del tiempo mesiánico. 

Y la tercera es la de la teología europea. Hablando sobre los años 1995 y 2000 de Europa, diciendo, hoy se subraya el rechazo de Jesús terrestre a ejercer la función mesiánica y se interpreta su designación de mesías resucitado como legitimación de este rechazo, es decir, Jesús no quiso ejercer una o dos o tres funciones mesiánicas que estaban en el ambiente, Él tomó otra. Entonces dice: “esta denegación del mesianismo ha encontrado en la tragedia del exterminio de los judíos o los nazis, la confirmación de que en el mundo de hoy no hay ningún tipo de mesianismo”. Es muy duro escuchar eso. Es una teología un poco decepcionante y rara; y continúa diciendo: “esta es la última interpretación, la única que tiene en nuestros días algún peso en Europa”. La segunda goza de favor en los teólogos de la liberación y la primera forma parte de los grupos de corte milenarista. ¿Hay mesianismo o no hay?

Europa vive desencantada, no hay mesianismo. Recordemos la frase de Christian “esta es la última interpretación que tiene en nuestros días algún peso en Europa; si Dios ejerce en el mundo alguna presencia, esa no es una presencia de corte mesiánico”. Los mesianismos han fallado, el mesianismo nazista y el mesianismo marxista se vinieron abajo. 

Jesús Mesías crucificado

Difiero con lo que dice Christian Duquoc respecto a América Latina. No es cierto que nosotros echemos a andar un mesianismo triunfalista por la ausencia del Mesías. En América Latina quedó claro que a partir de la tradición cristiana que llevaba muchos siglos, el único mesianismo posible para echar a andar es el de un Mesías crucificado. Él habla de que Jesús está ausente y el mesianismo es responsabilidad del pueblo, porque está ausente de la historia, en el sentido de que después de la resurrección físicamente no está entre nosotros, está de otra manera. 

El mesianismo, dice, no existe en ninguna parte ni en la institución llamada Iglesia, y cuando la Iglesia quiso hacer eso, fracasó. Es el modelo de cristiandad. Sin embargo, hay otro mesianismo: Jesús Mesías crucificado. 

San Pablo dice “cuando llegué a ustedes, queridos corintios, yo no quise saber absolutamente de ninguna otra cosa más que de Jesús el Mesías”. El texto en griego dice “καί Χριστόν σταυρομένον”. Por lo tanto, en la teología cristiana el primer mesianismo que se pone en juego no es inmediatamente de la teología de la gloria del Mesías resucitado, sino es el mesianismo del Mesías crucificado.

En la Carta a los Gálatas, dice San Pablo de manera muy fuerte y desconcertante, una frase que es enorme en el pleito que tenía con los judeocristianos de ese tiempo, de manera muy bella y enorme: “Lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme más que de la cruz de nuestro Señor Jesús Mesías, en la cual el mundo quedó crucificado para mí y yo para el mundo”. Mesianismo a partir del Mesías crucificado.

En la Carta a los Corintios encontramos: el mesianismo de Jesús crucificado no es cosa de Jesús, es cosa de Dios, y por lo tanto el problema no es el mesianismo sino el Mesías de Dios, es decir, en el texto uno podría decir “Jesús decidió ser Mesías”, pero la pregunta fundamental es: ¿Dios, qué tipo de Mesías fue el que echó andar en la historia? Y la problemática no es inmediatamente cristológica, sino que es teológica. Y continua san Pablo, diciendo, que el mensaje de la cruz es locura para los que se salvan y estupidez para los que se pierden. Es nada menos que un contrasentido. 

Si Medellín echó a andar algo como memoria, fue la memoria de un Mesías crucificado, ¿en qué sentido? La negación del poder como clave o como instrumento para poder construir sociedades e historias. ¿Dónde aprendió eso?, en el Mesías crucificado. Dios decidió construir la revelación, y llegar a la máxima revelación a través de una paradoja inmensa que se llama “La locura de Dios”, en la Primera Carta a los Corintios. Y por lo tanto, lo primero que Medellín echó a andar fue, no un mesianismo, sino la “sabiduría loca” de Dios, que entra en contacto con la historia para desconcertarnos en nuestros propios caminos. Y así tenemos un elemento totalmente opuesto a lo que dice Christian Duquoc.

La sabiduría de Dios

El mesianismo no es cosa inmediata de Jesús, el mesianismo es cosa de Dios, y por lo tanto es el Mesías de Israel, pero es el Mesías de Israel porque es el mesías de Dios, y por eso podemos transitar hacia algo mucho mayor que es el Mesías crucificado. 

El poder no es la clave para construir historias, pero tampoco la debilidad, sino la libertad profunda de un Mesías al que tuvieron que crucificar porque no lo pudieron convencer de que cambiara de estilo de frente a su propia sociedad. Medellín inició el mesianismo del crucificado o el mesianismo de Dios, paradójico mesianismo que no se adecuaba a ninguna situación en vías de una sabiduría loca y de una libertad consiguiente. Por lo tanto, la Iglesia comenzó a sentir que lo primero que nosotros teníamos que trabajar era una libertad irrecusable pero no una libertad loca, sino una libertad que concuerda con la paradoja inmensa de Dios y así quiso revelarse. 

Los dioses griegos son bellos, son poderosos, inmortales y felices. Teología y escatología. Incluso añadieron a una diosa que era la diosa Roma. Desde entonces, el Imperio Romano tenía su teología, su escatología y su propaganda. Y dice San Pablo: “…y Dios escogió el camino de la locura, y en lugar del poder tenemos la debilidad”. Éste no es poderoso como los dioses griegos, escogió otro camino, no es bello ni hermoso como los dioses griegos, causa horror verlo en la cruz. Enfrentó la muerte con todas sus consecuencias, no es alguien feliz, sino que es alguien acostumbrado a los sufrimientos.

Por lo tanto, lo que nos dejó Medellín como piedra caliente es que los grandes teólogos de América Latina se dieron cuenta de algo fundamental, algo que menciona Jon Sobrino en Bajar de la cruz a los crucificados: el problema no es adorar a la cruz, el problema es entender esa sabiduría, y esa sabiduría se manifiesta con estar dispuestos a no multiplicar las cruces sino a destruirlas por injustas. Y entonces teníamos a un Mesías de otro tipo.

Hoy nos atenemos más a lo que parece ser que a la paradoja del saber. Soren Kierkegaard decía que la paradoja es mucho más fecunda que todo el aprendizaje normal que habilita para entrar en la sociedad, porque las paradojas provocan la imaginación creativa y dan, nada menos que un impulso tremendo al pensamiento. Por lo tanto, ¿cuál fue el mesianismo que echó a andar Medellín? El Mesianismo de Jesús Mesías crucificado.

Fundamentos del mesianismo crucificado:

La libertad. Somos libres, finalmente libres, no dependemos de nadie en el sentido concreto del término de que la libertad no es nada menos que un sueño, sino la libertad es la primera característica que nos dio Dios nuestro Padre, y que, por lo tanto, en el Mesías crucificado vemos corroborada. El Mesías crucificado es finalmente un ser humano completamente libre de mal, de presiones, de manipulaciones, y emerge como la humanidad liberada de toda manipulación y de todo mal. 

El Mesías crucificado es alguien que vive de tal manera la comunión con Dios, su Padre, que está libre de mal porque nada ajeno pudo entrar en la comunión que se había establecido entre ambos, porque no hay nada que logre entrar en esa comunión entre el Padre y Jesús. 

Jesús decía con mucha claridad en algunos textos “mi padre y yo somos uno”, y por lo tanto, está hablando de una corriente continua de bondad inmensa. La Iglesia latinoamericana no empezó a luchar directamente contra la miseria y la injusticia, empezó a trabar una comunión profunda e inmensa con Dios a partir de la cual viene algo fundamental. Cuando uno logra saborear el mundo de Dios, esa comunión infinita, entonces voltea y dice “eso no es, no corresponde, y eso tampoco”, es decir, a partir de una comunión saboreando la vida al modo de Dios, uno no puede concordar con cualquier cosa y no se puede hacer cómplice de ello, entonces surge una Iglesia con una capacidad de juicio. Los latinoamericanos son gente que tienen capacidad de ejercer juicio profético sobre su propia realidad, pero depende de dónde sale, y el juicio profético nace de ese gusto infinito por el mundo, pronunciado a la manera de Dios.

Desafíos de la Iglesia en Latinoamérica

Primer desafío: ¿cómo lograr entrar de manera tan profunda a la paradoja en que Dios se revela en el mundo para degustarlo? ¿Cómo saber de Dios, habiendo saboreado la manera como Él pronuncia la vida, ser humano, el mundo y todo? Una vez que escuchamos esa pronunciación la sentimos y la saboreamos, y ya no podemos coincidir con cualquier propuesta. 

La Iglesia de América Latina supo que no podía coincidir con cualquier propuesta, y por eso las dos categorías fundamentales que usó fueron la de la justicia y la de la paz. No podemos permitir que este mundo de desgracias siga imperturbable, porque quien ha saboreado a Dios, esa situación le resulta insoportable. Por lo tanto, sí hay un mesianismo en América Latina, pero es un mesianismo paradójico, no se mide por la sabiduría del mundo sino por la locura de Dios que echó a andar la revelación sobre otro paradigma totalmente diverso. Tenemos que trabajar más en la teología, en definir ¿cuál es el tipo de mesianismo que nosotros estamos cultivando?, ¿cuál es el tipo de mesianismo real, concreto y explícito que estamos manejando? 

El segundo desafío es: en medio de un mundo que cada día no cree absolutamente en utopías, ¿qué tipo de cristianismo mesiánico tendríamos que echar a andar nosotros en comunidad, en los procesos pastorales, procesos de conjunción, en espiritualidad? Si nos fijamos, nuestra sociedad, cada día, es una sociedad que ya pasó de la era cristiana, y empieza a vivir con una dificultad para creer en las utopías, esto ya desde hace mucho tiempo. De frente a las utopías de nuestro mundo, ¿qué tipo de mesianismo cristiano estamos nosotros queriendo asumir como identidad propia?

Tercero: delante de una pluralidad tan grande de discursos, ¿cuál será el logos del Mesías? ¿Dónde está la consistencia de nuestro discurso, pero no el que yo hablo, el que Dios propicia y deja claro a través de Jesús, el Mesías crucificado? ¿Cuál va a ser la constitución de nuestro propio discurso y de nuestra propia identidad?

Delante de tantas maneras de expresar el cristianismo, ¿qué vamos a hacer? ¿Cuál es el mesianismo que los puede aglutinar? Tenemos diversos paradigmas cristianos. Aún dentro de la Iglesia, hay muchos paradigmas de expresión de lo cristiano.

El Mesías no es el mesías de Israel, es el Mesías de Dios. Y el Mesías de Dios sigue vigente porque nos está señalando que el Dios del mesías sigue vigente. 

Acerca del autor: Octavio Mondragón Alanís es licenciado en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico en Roma, licenciado en Teología en el Colegio Máximo de Cristo Rey de la Provincia Mexicana de los Jesuitas y maestro en Lingüística Hispánica en la Universidad Autónoma de México. Actualmente es profesor de Sagrada Escritura en el Instituto de formación teológica intercongregacional de México (IFTIM), en el Colegio Máximo de Cristo Rey de la Provincia Mexicana de los Jesuitas y en la Universidad Simón Bolívar. Ha impartido talleres y cursos de Sagrada Escritura y Teología de la Cruz en distintos países de América Latina, así como en España e Italia.