KÉNOSIS

Portal del Padre Rafa

Mi credo: “creo en el amor y en el servicio”

Autor: 
Judith VanOsdol-Hansen
Fuente: 
Revista PJ

En el pasado Sínodo de los Jóvenes, realizado en octubre de 2018, se habló de la igualdad de la mujer en la Iglesia, o mejor aún: de la urgencia de un cambio ineludible a partir de una reflexión antropológica y teológica sobre la reciprocidad entre hombres y mujeres (cfr. Christus vivit, nn. 43-68), de conversión cultural y de cambios en la práctica pastoral cotidiana, de presencia femenina en todos los niveles de los órganos eclesiales –incluidos los cargos de responsabilidad–, de un deber de justicia inspirado en Jesús y de la importancia de la mujer en la historia de la salvación y la vida de la Iglesia.

Por eso, en el compromiso de apostar con valentía por un feminismo cristiano y católico que discierna y reflexione las muchas caras que la desigualdad de género está presentando hoy en el mundo y en la Iglesia, he formulado un “credo” desde la clave cristiana del amor y el servicio, que empuja, con el viento del Espíritu, a impregnar la humanidad de fraternidad. Lo presento aquí, a fin de que ayude a superar ambigüedades y acreciente nuestra vida de fe:

 Creo en Dios, creador del mundo y de todo lo que existe, que creó a la mujer y al hombre a su imagen y semejanza , que creó el mundo y encomendó a los dos sexos el cuidado de la tierra.

– Creo en Jesús, hijo de Dios, nacido de una mujer. Ese Jesús que escuchaba a las mujeres y las apreciaba, que moraba en sus casas y hablaba con ellas sobre el Reino, que tenía mujeres discípulas que lo seguían y lo ayudaban con sus bienes.

– Creo en Jesús, que habló con una mujer junto al pozo, y le confió por primera vez que Él era el Mesías, que la alentó a que fuera a la ciudad y contara las grandes nuevas. Creo en Jesús que hizo de “ella, la primera predicadora en las aldeas”.

 Creo en Jesús: sobre quien una mujer derramó perfume y le ungió los pies durante un banquete en casa de Simón. Ese Jesús que, por cierto, reprendió a los hombres que la criticaban.

 Creo en Jesús, que comparó a Dios con una mujer que buscaba una moneda perdida, con una mujer que barría buscando su moneda.

 Creo en Jesús que consideraba el embarazo y el nacimiento una metáfora de transformación, un nacer de la angustia al gozo. Que fue traicionado, crucificado y abandonado, y murió para traer vida en plenitud a todos los seres vivos.

– Creo en Jesús resucitado, que se apareció primero a las mujeres, entre ellas a María Magdalena –la primera apóstol–, y las envió a transmitir el asombroso mensaje: “Id y contad…”

 Creo en la universalidad del Salvador, en quien no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, porque todos somos uno en Cristo Jesús.

 Creo en el Espíritu Santo, que se mueve sobre las aguas de la creación y sobre la tierra. Que es Espíritu santificador que nos convoca y nos congrega para cubrirnos con sus alas.