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Mons. Arizmendi habla de los daños del terremoto en México

Autor: 
Mons. Felipe Arizmendi E.

Ha sido devastador el terremoto que, el jueves 7 de septiembre por la noche, azotó Chiapas y Oaxaca, con una magnitud de 8.2 grados. Los expertos dicen que se debió a movimientos en la placa tectónica de Cocos, frente a las playas de Chiapas.

Lo más lamentable han sido las pérdidas de vidas humanas; en el país, suman ya 90: 71 en Oaxaca, 15 en Chiapas y 4 en Tabasco. En el territorio de nuestra diócesis (Chiápas), sólo tres personas fallecieron: la mamá y dos hijos jóvenes, que salieron de su casa y se pusieron junto a una barda, que se les vino encima, en la Col. La Hormiga. En una comunidad de Pantelhó, Niotic, se derrumbaron seis casas, sin pérdidas humanas. También se cayó un templo protestante.

Aparte de esto, que es lo más doloroso, entre nosotros no hay mayores afectaciones en viviendas. En cambio, son terribles los daños causados en poblaciones de la Costa de Chiapas, junto a Pijijiapan y Tonalá, y sobre todo en Juchitán y otros lugares de Oaxaca. Allí está lo más emergente y grave, pues muchas personas se quedaron sin nada.

Lo que más resalta en nuestra diócesis es que son muchos de nuestros templos los que más han resentido los efectos del temblor. Construidos en los siglos XVI y XVII, tienen graves afectaciones. Hago un breve recuento de lo que ya tenemos confirmación:

En la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, sufrieron graves deterioros la Catedral, Santa Lucía, San Francisco y Santo Domingo. Menores daños La Merced, San Diego y San Nicolás. Los demás templos, están sin problema.

Nuestra Catedral quedó muy dañada. Hay columnas resentidas, que representan un peligro mayor. Hay cuarteaduras de consideración en varias partes, sobre todo en los arcos internos. Unas piedras que estaban en la cima de la fachada cayeron sobre el coro, destruyeron el órgano antiguo y parte del entarimado del mismo coro. Donde están las campanas, hay hendiduras de consideración, que hacen imposible su uso. Muchas tejas del techo se corrieron y hay goteras por todas partes. Menor daño sufrió el templo anexo de San Nicolás, que presenta sólo una fractura en la parte superior de la fachada.

Otra iglesia que sufrió grave deterioro es Santa Lucía. Sus torres casi se deshicieron; parte de ellas cayó sobre el coro y destruyó una buena parte. Además, por todos lados hay cuarteaduras, en las paredes y en las ventanas. La cúpula quedó muy dañada.

San Francisco tiene, junto al retablo mayor, unas hendiduras de preocupación, además de otros daños en los techos. Santo Domingo tiene grietas en buena parte de la bóveda central y cayeron partes de un arco en la capilla del Rosario. La lluvia evidenció fracturas que deben revisarse con cuidado. San Diego tiene fracturas a mitad de la fachada superior. En La Merced, sólo se cayó la espadaña que había en la fachada.

En los alrededores, el templo parroquial de Zinacantán perdió la parte superior de su fachada, que se vino abajo. En San Andrés Larráinzar, los contrafuertes están resentidos y parte del techo se vino al suelo. En Venustiano Carranza, cayeron partes de los techos de San Bartolomé, Señor del Pozo, Calvario y El Carmen. En Tenejapa y Huixtán, cayó parte de la fachada superior, donde están las campanas. En San Felipe Ecatepec, también se dañaron la fechada, las torres y el interior. Todos estos templos requieren una revisión de los expertos, para valorar sus daños y procurar su reparación.

En Pantelhó, cayeron 14 plafones del templo. En San Sebastián de Comitán, hay nuevas fisuras en la torre del campanario. El templo de Villa de las Rosas presenta más grietas. Reportan sin novedad los templos de Chenalhó, Huitiupán, Cancuc, Oxchuc, Trinitaria, Frontera Comalapa, Ocosingo, Chilón, Tila y los otros de Comitán. Esto es en cuanto a los templos antiguos, que podrían presentar algún peligro. De los demás lugares, no tenemos reportes de daños. Tampoco tenemos información de otros daños en viviendas.

Como estos templos son propiedad de la Nación, y están bajo la vigilancia del Instituto Nacional de Antropología e Historia, esperamos que las respectivas autoridades hagan un estudio detallado de los daños sufridos y de los pasos que se deben dar para su restauración. Estos templos no son propiedad de la diócesis, sino que son patrimonio del país. Nosotros somos los responsables inmediatos de su uso, pero de quienes depende su restauración es de la federación. Por ello, esperamos que, así como no tardaron en ordenar que se mantuvieran cerrados al culto, no tarden en su pronta restauración.

Seamos solidarios con quienes más han sufrido en la costa de Chiapas y en Oaxaca. Por medio de nuestras parroquias y de Caritas diocesana, canalizaremos a los afectados lo que se puede recaudar.